Esa vieja lecci¨®n del FBI que Macri a¨²n no aprendi¨®
Al igual que en Mississippi Burning, el cuerpo de Maldonado desapareci¨®. Si no hay cuerpo, no hay culpables
A principios de 1964, el gobierno de los Estados Unidos enfrent¨® un desaf¨ªo extremo. En medio de la ¨¦pica batalla contra la segregaci¨®n racial, en un peque?o pueblo de Misisipi desaparecieron tres activistas por los derechos civiles. El problema se agrandaba porque el FBI ni siquiera consegu¨ªa encontrar los cuerpos, por lo cual tampoco pod¨ªa determinar qui¨¦nes eran los culpables. El drama fue contado por Alan Parker en Mississippi Burning, un filme estremecedor ciertamente muy popular en los a?os ochenta. Un joven y buen mozo William Dafoe representaba a un jefe de los agentes del FBI idealista, apegado a un extremo respeto por las reglas de procedimiento. Su segundo, Gene Hackman, era un duro de la vieja guardia, que despreciaba la ingenuidad de su jefe.
Aqu¨ª no se espoilea, mucho menos si se trata de una gran pel¨ªcula, pero para el caso vale contar que ambos coincid¨ªan en qui¨¦n era el principal sospechoso ¡ªel Ku Klux Klan¡ª, y en que se deb¨ªa ejercer la m¨¢xima presi¨®n sobre sus miembros si es que se quer¨ªa encontrar la verdad.
El presidente argentino, Mauricio Macri, en estos d¨ªas atraviesa una situaci¨®n parecida. A principios de agosto fue denunciada la desaparici¨®n de Santiago Maldonado, un joven que en el sur del pa¨ªs apoyaba los reclamos territoriales de los integrantes de una tribu ancestral, los mapuches. El primero de agosto un grupo de mapuches hab¨ªa interrumpido el paso en una ruta para amplificar sus reclamos. Maldonado los apoyaba. Seg¨²n la familia del desaparecido, durante el operativo para correrlos de all¨ª, un grupo de gendarmes golpe¨® a Maldonado y se lo llev¨®.
Nunca m¨¢s se supo de ¨¦l.
Al igual que en Mississippi Burning, el cuerpo desapareci¨®. Si no hay evidencia del delito, no hay delito y por lo tanto no hay delincuentes. Si no hay cuerpo, no hay culpables.
Pero, a diferencia de lo que el FBI hizo en Estados Unidos, en la Argentina el Gobierno argument¨® que la gendarmer¨ªa, es decir, la fuerza de seguridad denunciada, era inocente. Prefiri¨® confiar en sus agentes que ejercer presi¨®n.
En Mississippi Burning, el Estado entendi¨® desde un comienzo que las v¨ªctimas eran simplemente v¨ªctimas y que hab¨ªa que investigar a sus presuntos asesinos. En la Argentina, en cambio, el Gobierno sembr¨® datos, que se demostraron falsos, sobre el desaparecido Maldonado. Sugiri¨® que el joven hab¨ªa participado en un ataque violento, unos d¨ªas antes, y que hab¨ªa sido herido de muerte en ese contexto, por lo cual quienes seguramente ten¨ªan el cuerpo eran sus compa?eros.
La v¨ªctima, de pronto, parec¨ªa culpable.
Encima, como si se tratara del guion de otra pel¨ªcula, se preocup¨® por difundir que la Argentina est¨¢ sometida a la amenaza de una peligrosa guerrilla mapuche sin ofrecer una sola evidencia de ello.
La historia reciente ha provocado una razonable sensibilidad en la Argentina contra los abusos por parte de las fuerzas de seguridad.
La presi¨®n social y los sucesivos papelones, finalmente, obligaron a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich, la influyente ministra de Seguridad, a volver sobre sus pasos. Por eso, en los ¨²ltimos d¨ªas comenzaron a aparecer datos que, hasta el momento, se ocultaban: un gendarme cont¨® que le peg¨® un piedrazo por la espalda a un manifestante, otros tres confirmaron el hecho, otro relat¨® que dispar¨® balas de goma contra los mapuches. Mientras el Gobierno respaldaba a la gendarmer¨ªa, nada de eso se conoc¨ªa. Ahora, a cuenta gotas, aparecen a cada hora nuevos elementos. Y hasta algunos funcionarios han reconocido que la principal sospecha recae sobre los gendarmes que participaron del operativo.
Las preguntas son obvias. ?Qu¨¦ otras cosas se est¨¢n ocultando? ?Podr¨¢ descubrirse tarde lo que no se busc¨® temprano? Por lo pronto, 45 d¨ªas despu¨¦s de la desaparici¨®n del joven, el Gobierno ha fracasado: no puede explicar qu¨¦ ocurri¨®, ni hallar su cuerpo, ya sea vivo o muerto, y encima se dej¨® guiar por las narices hacia pistas falsas.
El caso Maldonado, como se lo conoce en la Argentina, ha reabierto la discusi¨®n sobre cu¨¢l es el compromiso de Mauricio Macri con los derechos humanos. ?Qui¨¦n es, de verdad, el nuevo presidente de Argentina? Desde la oposici¨®n m¨¢s vinculada a Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner se lo pretende equiparar con los dictadores de los a?os setenta. Se lo ha acusado, incluso, da dar la orden de su desaparici¨®n. Es una acusaci¨®n desproporcionada: casi un desvar¨ªo. Pero hay otros sectores que est¨¢n leg¨ªtimamente inquietos por ciertos indicios de que, al menos un sector del Gobierno, coquetea con la idea de dar carta blanca a las fuerzas de seguridad para controlar conflictos sociales.
La historia reciente ha provocado una razonable sensibilidad en la Argentina contra los abusos por parte de las fuerzas de seguridad. Un solo desaparecido provoca que cientos de miles de personas salgan a la calle a protestar. Y eso escala cuando las respuestas del Gobierno son, como m¨ªnimo, poco convincentes.
Santiago Maldonado era, hasta hace poco, un tatuador y artesano desconocido que recorr¨ªa, de una manera muy personal, el sur de la Argentina y de Chile. Hoy, su nombre, y su cara, son conocidos por todo el pa¨ªs.
¡°?D¨®nde est¨¢ Santiago Maldonado?¡±, es la pregunta m¨¢s complicada que debi¨® responder Mauricio Macri desde que asumi¨®.
Por ahora, no consigue hacerlo.
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