La trampa del cambio clim¨¢tico
Lo m¨¢s grave es asumir el calentamiento global como un modo de ser natural e incontrolable
El Fondo de Cultura Econ¨®mica acaba de publicar el libro El cambio clim¨¢tico, de Mario Molina, Jos¨¦ Sarukh¨¢n y Julia Carabias. Por aparecer en la colecci¨®n La ciencia para todos, podr¨ªa suponerse que se trata de una obra de divulgaci¨®n acerca de uno de los problemas m¨¢s acuciantes de nuestro tiempo. Sin embargo, y sin perder tal car¨¢cter, el libro explica las causas y los efectos del fen¨®meno y presenta diversas soluciones. En lo que es uno de sus puntos esenciales, logra exponer lo que bien podr¨ªa llamarse la paradoja o, mejor, la trampa del cambio clim¨¢tico.
M¨¢s all¨¢ de lo que Trump y sus cercanos crean o les interese sostener, la elevaci¨®n de la temperatura en la Tierra es una realidad. Como consecuencia del incremento poblacional, la demanda de energ¨ªas y el empleo de tecnolog¨ªas para el desarrollo tecnol¨®gico e industrial, han aumentado el uso de combustibles f¨®siles, la deforestaci¨®n, la producci¨®n cementera y los aerosoles de origen humano. En conjunto, todo ello est¨¢ causando el aumento de la temperatura, el incremento del nivel del mar y el aumento de huracanes m¨¢s intensos. A su vez, estos fen¨®menos est¨¢n generando efectos tales como las crecientes y repetidas inundaciones en diversas partes del mundo.
El problema que el cambio clim¨¢tico presenta es que tanto por sus or¨ªgenes acumulados como por el modo de desplegar sus efectos correctamente se identifica como global y, por lo mismo, se asume como si estuviera fuera del alcance de acciones locales. En esto radica su trampa. En asumir que, independientemente de los da?os que localmente produzca, el origen es tan grande, tan indeterminado, tan lejano, que poco puede hacerse para contender con ¨¦l. Es m¨¢s, se llega a pensar, en una vuelta m¨¢s a la misma perspectiva, que si el cambio se est¨¢ produciendo por la acci¨®n de muchos sujetos y entes no identificados y sus prevenciones y reparaciones implican costos, resulta ingenuo asumirlos cuando los dem¨¢s no habr¨¢n de hacerlo. Por ejemplo, reducir desde ya el uso de los combustibles f¨®siles disponibles, cuando se sabe que otros los est¨¢n utilizando aceleradamente para costear su producci¨®n actual.
La trampa del cambio clim¨¢tico descansa en unos supuestos particulares y, desde luego, hist¨®ricos muy concretos. En primer lugar, y m¨¢s all¨¢ de ret¨®ricas globalizadoras, asume la exclusividad de los estados nacionales en la determinaci¨®n de los m¨¦todos de producci¨®n. En segundo lugar, se resigna ante la ciertamente compleja construcci¨®n de soluciones globales. En tercer lugar, acepta los efectos del cambio clim¨¢tico no como consecuencia de la suma de acciones humanas en el tiempo, sino como el modo natural e irremediable de ser del mundo actual. Dada la fatalidad con que se asumen sus presupuestos, la ¨²nica manera de salir de la trampa es mostrando su historicidad y, por ende, su reversibilidad.
Los estados nacionales pueden emitir normas para ordenar las formas de producci¨®n y consumo de sus habitantes. Que el efecto quede acotado en principio a sus fronteras no es motivo suficiente para mantener pr¨¢cticas perjudiciales para quienes habitan dentro de ellas. Los estados nacionales pueden, tambi¨¦n, legislar para prevenir o minimizar los da?os que est¨¢ causando lo ya hecho. Las normas de construcci¨®n, asentamientos humanos, protecci¨®n civil o equilibrio ecol¨®gico no tienen por qu¨¦ esperar cambios mayores a nivel global. Adicionalmente, los Estados nacionales siguen siendo actores privilegiados del derecho internacional. De sus acciones depende la construcci¨®n de nuevas formas de organizaci¨®n mundial. Lo m¨¢s grave del cambio clim¨¢tico es asumirlo no como una situaci¨®n producida en mucho por los seres humanos, sino como un modo de ser natural e incontrolable por ellos mismos.
Jos¨¦ Ram¨®n Coss¨ªo D¨ªaz es ministro de la Suprema Corte de Justicia de M¨¦xico @JRCossio
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