La rareza chilena
La victoria de Sebasti¨¢n Pi?era ha sido un r¨ªspido castigo para la centroizquierda, merecido si se presta m¨ªnima atenci¨®n a la est¨¦tica pol¨ªtica: una centroizquierda dividida
El contundente triunfo de la centroderecha en las elecciones presidenciales de Chile, el domingo pasado, obliga a revisar algunos de los supuestos con los que muy a menudo se cree entender la realidad pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina. La cultura pol¨ªtica chilena puede tener alg¨²n grado de excepcionalidad ¨Cen un continente donde todas las culturas se sienten excepcionales-, pero, al final, forma parte de esa tumultuosa corriente llamada Am¨¦rica, en la que funciona una misteriosa sincron¨ªa pol¨ªtica.
La victoria de Sebasti¨¢n Pi?era, un empresario que encarna las im¨¢genes de la ¡°modernizaci¨®n capitalista¡± (seg¨²n concepto del profesor Carlos Pe?a) y que se sit¨²a m¨¢s cerca del centro que de la derecha dura, ha sido un r¨ªspido castigo para la centroizquierda, castigo merecido si se presta m¨ªnima atenci¨®n a la est¨¦tica pol¨ªtica: una centroizquierda dividida, con un desempe?o desmadrado y un gobierno ¨Cel segundo de Michelle Bachelet- que ha combinado voluptuosidad con desprolijidad en sus ¡°reformas estructurales¡±. Por cierto, el resultado tambi¨¦n ha contrariado la interpretaci¨®n que la Presidenta ensay¨® despu¨¦s de la primera vuelta, seg¨²n la cual la sumatoria de los candidatos ¡°progresistas¡± (seis de ocho) mostrar¨ªa el sentimiento mayoritario en favor de los cambios. Si se quiere poner las cosas en ese terreno, se despierta entonces el apetito de decir que un 54,57% de los chilenos termin¨® por rechazar tales cambios.
Esta interpretaci¨®n parecer¨ªa confirmada, no s¨®lo por los in¨¦ditos nueve puntos de ventaja que obtuvo Pi?era sobre el candidato oficialista, Alejandro Guillier, sino por un hecho m¨¢s sorprendente: la centroderecha moviliz¨® unos 600 mil votos m¨¢s en la segunda vuelta, una haza?a que era una apor¨ªa para la imaginaci¨®n de la izquierda. En un pa¨ªs que se queja, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, de la deprimente participaci¨®n electoral, Pi?era ha conseguido que por primera vez en 20 a?os votase m¨¢s gente en la segunda ronda.
La interpretaci¨®n estandarizada del personal de Pi?era acerca de este resultado sostiene que el factor determinante fue el llamado a la unidad de la naci¨®n. Es verdad que convocar a la unidad cuando se tiene al frente a una centroizquierda dividida constituye una fuerte apelaci¨®n al sentido com¨²n del ciudadano, que ha podido contemplar a la oficialista Nueva Mayor¨ªa y a la izquierda alternativa del Frente Amplio igualmente sumidas en discusiones sobre su propia identidad o sobre c¨®mo reinterpretar m¨¢s mal la historia de los ¨²ltimos 30 a?os. Parece posible que, en reacci¨®n a tal panorama de fragmentaci¨®n y ombliguismo, la unidad de la naci¨®n adquiera cierto valor pol¨ªtico sin estar en discusi¨®n.
Pero por suerte, las cosas son algo m¨¢s complejas. La convocatoria a la unidad se habr¨ªa convertido en un mero apotegma si Pi?era no hubiese dado un completo giro a su candidatura despu¨¦s de los resultados de la primera vuelta, donde obtuvo un decepcionante 36,64%. Con astucia proverbial, Pi?era percibi¨® que para llegar al 50% tendr¨ªa que apropiarse de algunas de las cosas que ha promovido el gobierno de Bachelet y abandonar la tentaci¨®n principista para ofrecer un rostro m¨¢s tolerante y desde luego m¨¢s paciente. Visto desde sus adversarios, lo peor del caso es que Pi?era resulta veros¨ªmil en estas categor¨ªas que se entend¨ªan exclusivas de la centroizquierda.
Lo que ha hecho Pi?era ha sido sumar las promesas tradicionales de la derecha ¨Corden, eficiencia, crecimiento- con una sensibilidad hacia las promesas tradicionales de la izquierda ¨Creformas, inclusi¨®n, participaci¨®n- hasta el punto exacto en que estas ¨²ltimas no desdibujen su identidad de origen. Es una adaptaci¨®n rara y perspicaz, que se aproxima a interpretar los efectos m¨¢s complejos de la nueva ola de modernizaci¨®n, la defensa de la creatividad capitalista en conjunto con la imaginer¨ªa de la protecci¨®n social.
As¨ª como en Argentina, Brasil o Per¨² los experimentos del ¡°socialismo del siglo XXI¡± han dejado un cr¨¢ter de inanidad (y desconsuelo) en el pensamiento de la izquierda, el m¨¢s leve acercamiento a esas im¨¢genes ha servido de cuco en la campa?a chilena. La derecha dura invent¨® la amenaza de una ¡°Chilezuela¡± justo cuando el candidato oficialista consumaba la inconducente idea de invitar a ¡°Pepe¡± Mujica para su cierre de campa?a. El bolivarianismo volvi¨® a ser una marca apestada en Chile, como ya lo es en toda Am¨¦rica.
Se sab¨ªa que las elecciones no pon¨ªan en riesgo nada de la estabilidad de Chile y que en la segunda vuelta se presentaba una polarizaci¨®n posverdadera, m¨¢s digital que electoral. Lo que no se sab¨ªa es que un candidato de derecha podr¨ªa proponer una lectura m¨¢s delicada de la sociedad, esa interpretaci¨®n sutil y equilibrada a la que la centroizquierda ha opuesto tan notable resistencia.
Ascanio Cavallo es periodista y pol¨ªtico chileno
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