Lo que deber¨ªamos aprender de Auschwitz
El mundo necesita mantener viva la memoria del pasado y de tragedias como el Holocausto. Solo as¨ª podremos vencer la apat¨ªa que nos invade y superar nuestra incapacidad para enfrentarnos a las nuevas injusticias
Hace 73 a?os, el 27 de enero de 1945, el Ej¨¦rcito Rojo liber¨® a los 7.000 prisioneros que quedaban en el campo de concentraci¨®n de Auschwitz. Justo antes de su huida, los alemanes hab¨ªan hecho estallar las c¨¢maras de gas y los crematorios que segu¨ªan operativos. Adem¨¢s, consiguieron trasladar a 100.000 prisioneros a Alemania para seguir emple¨¢ndolos como mano de obra esclava. Quienes sobrevivieron en aquel campo fueron el resto de su vida el testimonio vivo de aquellos que perecieron.
Hoy, supervivientes de varios campos como Primo Levi, Elie Wiesel, Israel Gutman, Wladyslaw Bartoszewski, Simone Weil, Imre Kert¨¦sz, y muchos m¨¢s, no se encuentran entre los vivos. Nosotros, la generaci¨®n de la posguerra, nos hemos ido quedando cada vez m¨¢s solos a la hora de transmitir aquello. Parece que a¨²n somos incapaces de gestionar de forma adecuada esa carga. No me refiero con esto a los datos de lo que sucedi¨®, sino m¨¢s bien a que en el mundo moderno vivimos cada vez m¨¢s como si no hubi¨¦ramos aprendido mucho de la Shoah y de los campos.
Se supon¨ªa que el mundo iba a ser distinto despu¨¦s de la guerra. Se fundaron instituciones, como Naciones Unidas, para el di¨¢logo y la cooperaci¨®n a escala mundial. En Europa occidental se impuls¨® un proceso de uni¨®n de Estados, naciones y sociedades, lo que ahora se conoce como la Uni¨®n Europea. Se aceptaron nuevos marcos jur¨ªdicos para perseguir cr¨ªmenes contra la humanidad, y Naciones Unidas hizo una definici¨®n del delito de genocidio. La funci¨®n de las organizaciones no gubernamentales era apreciada y su expansi¨®n tras la guerra reforz¨® la influencia de la sociedad civil en las instituciones. Despu¨¦s del brutal conflicto armado, parec¨ªa que hab¨ªa que replantearse el mundo. Debido a la tragedia que supuso la p¨¦rdida de tantos civiles, esta guerra no se parec¨ªa a ninguna otra. Auschwitz se convirti¨® en su s¨ªmbolo m¨¢s claro.
Pero en aquel momento, poco despu¨¦s de 1945, no hubo suficiente valent¨ªa para intentar que se hiciera justicia de verdad. De los aproximadamente 77.000 miembros de las SS que trabajaron en los campos de concentraci¨®n y de exterminio, solo 1.650 fueron castigados despu¨¦s de la guerra. Es m¨¢s, ese castigo fue, en la mayor¨ªa de los casos, obvia e irritantemente insuficiente: unos cuantos a?os de c¨¢rcel, a menudo reducidos. Por tanto, a nadie deber¨ªa extra?arle que haya quedado cierta sensaci¨®n de impunidad.
De los 77.000 miembros de las SS que trabajaron en los campos de concentraci¨®n y exterminio, solo 1.650 fueron castigados
Hoy vemos que los esfuerzos realizados durante la posguerra ¡ªpor muy leg¨ªtimos y meditados que parezcan¡ª no han soportado la prueba del tiempo. Somos incapaces de reac?cionar con eficacia ante las nuevas manifestaciones de frenes¨ª genocida. El hambre y la muerte que causan los enfrentamientos continuos entre diferentes grupos en ?frica central no constituyen una prioridad para nuestros Gobiernos. El comercio de armas y la explotaci¨®n de mano de obra crecen en las regiones m¨¢s pobres del mundo. Naciones Unidas ha dejado de ser garant¨ªa de que siempre pueda haber alg¨²n tipo de esperanza en el mundo, mientras la apat¨ªa interna devora a la Uni¨®n Europea.
Al mismo tiempo, en nuestras democracias aumenta el populismo, el ego¨ªsmo nacional y nuevas formas de ret¨®rica del odio extremo. Las relaciones entre los pueblos han vuelto a militarizarse y esto profana nuestras calles y ciudades. ?Realmente hemos cambiado tanto en las dos o tres ¨²ltimas generaciones.
Antes de reunirnos, dentro de dos a?os, para conmemorar el 75? aniversario de la liberaci¨®n de Auschwitz (el 27 de enero ha sido designado por la ONU como D¨ªa Internacional de Conmemoraci¨®n en Memoria de las V¨ªctimas del Holocausto), deber¨ªamos hacernos varias preguntas para intentar que no se convierta en otro acto conmemorativo m¨¢s, con las mismas palabras y las mismas frases repetidas, en forma de esl¨®ganes conmovedores.
?Qu¨¦ le ocurre a nuestro mundo? ?Qu¨¦ nos ocurre a nosotros? ?Hemos olvidado nuestro compromiso con la memoria? Si la esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde, ?d¨®nde debe arraigar si no es en la memoria? ?Podemos atribuir a una falta de visi¨®n la superficialidad con la que impulsamos el bien? ?La escasez de l¨ªderes pol¨ªticos con sentido de Estado explica el auge de otras voces que no asumen sus propias responsabilidades? ?Se han convertido los sondeos de opini¨®n y los memes en las redes sociales en un dictado permanente de nuestras decisiones? ?En verdad est¨¢n dominados los mercados por aquellos que solo buscan su propio beneficio, sin querer darse cuenta de que tambi¨¦n tienen que cumplir con deberes, por inc¨®modos que estos resulten? ?Podemos ignorar nuestra responsabilidad escud¨¢ndonos en nuestra ¡°incapacidad para hacer algo¡±, aunque se trate de las mayores tragedias?
Los esfuerzos de la posguerra no han soportado la prueba del tiempo. Somos incapaces de reaccionar ante nuevos genocidios
En una cultura que intenta vivir sin enfrentarse a la muerte, ?queda lugar para la conmemoraci¨®n de las v¨ªctimas? ?La cacofon¨ªa que producen todas las historias personales e igualmente importantes ¡ªy a las que todo el mundo tiene derecho¡ªa¨²n contiene un mensaje moral liberador? ?Es la satisfacci¨®n humana la mejor forma de medir el bien en este mundo?
Vistas las enormes disparidades que hay entre elsistema educativo y los retos a los que se debe enfrentar, ?por qu¨¦ somos incapaces de cambiarlo? ?Est¨¢ realmente justificada la proporci¨®n entre el n¨²mero de clases de matem¨¢ticas frente a las de materias como la ¨¦tica; frente a la ense?anza del buen uso de los medios de comunicaci¨®n de masas; frente a la educaci¨®n c¨ªvica y al conocimiento de las amenazas internas para la sociedad; frente al desarrollo de capacidades para formar parte de la sociedad civil? ?Depende realmente tanto de las integrales la construcci¨®n de nuestro futuro? ?Por qu¨¦ se ense?a la historia como si se tratara solo de un estudio seguro del pasado, sin ponerlo en relaci¨®n con el mundo de hoy y con un futuro cada vez m¨¢s inseguro?
No queremos abordar estas preguntas para poder as¨ª apartarlas, ridiculizarlas o desacreditarlas. Y da igual lo que ocurra en Congo, en Myanmar (antigua Birmania) o en el barrio de al lado. Lo cierto es que nuestros hijos ¡ªque son el futuro que importa¡ª aprenden m¨¢s sobre los sacrificios, la dignidad, la responsabilidad y los ideales con la nueva pel¨ªcula de Star Wars que con nosotros o en el colegio.
La apat¨ªa nos invade, no porque no tengamos grandes sue?os de futuro, sino porque hemos velado la imagen de nuestro pasado compartido y com¨²n, hasta del m¨¢s cercano. Esta apat¨ªa es tan profunda que en la actualidad, quiz¨¢ por primera vez en la historia de la humanidad, a la hora de evaluar el curso de los acontecimientos en tantos lugares, lejos y cerca de nosotros, nos resulta muy dif¨ªcil distinguir entre lo que sigue constituyendo la paz y lo que ya se ha convertido en guerra.
La memoria y la responsabilidad ya no coinciden. As¨ª es como nuestra civilizaci¨®n se ve privada ahora, por su propio deseo, de su experiencia pasada. ?Vamos a dejar que Ausch?witz forme parte de la historia? ?O tal vez deber¨ªamos pasar el tema al departamento de matem¨¢ticas?
Piotr M. A. Cywinski es historiador y director del Museo de Auschwitz-Birkenau.
Traducci¨®n de News Clips.
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