El deshielo ol¨ªmpico no llega a las familias coreanas partidas por el conflicto
60.000 surcoreanos tienen parientes en el Norte. La mayor¨ªa no ha vuelto a verlos en m¨¢s de 60 a?os
La se?ora Kim Hyun-sook esper¨® 64 a?os para volver a ver a la hija que, en plena guerra y cuando la ni?a ten¨ªa apenas dos a?os, tuvo que dejar atr¨¢s en Corea del Norte. Cuando por fin se reencontr¨® con ella, en 2015, en la ¨²ltima reuni¨®n de familias coreanas separadas acordada por Se¨²l y Pyongyang hasta el momento, ¡°encontr¨¦ a una anciana desgastada. Parec¨ªa que ten¨ªa mi edad, que era mi hermana y no mi hija. Tuve que preguntar, ?t¨² eres Chun-bok?¡±, cuenta esta pizpireta mujer, que aparenta muchos menos de sus 90 a?os.
Cuando el mes pasado Corea del Norte y Corea del Sur abrieron negociaciones en las que se acord¨® la participaci¨®n del Norte en las Olimpiadas que se inauguran este viernes en Pyeonchang, en el sur, e incluso la participaci¨®n conjunta en el desfile de apertura, la primera reacci¨®n de esta madre de cinco hijos residente en Se¨²l fue de entusiasmo. Era, pens¨®, un pasito hacia la reunificaci¨®n de ambos pa¨ªses. Y, quiz¨¢, una nueva oportunidad para las reuniones de familias separadas por la guerra. Pero ahora, sostiene, se encuentra ¡°decepcionada¡±.
Corea del Norte se ha convertido, ya antes de empezar, en la gran protagonista de los Juegos, que el Sur ha apodado ¡°Olimpiadas de la paz¡±. Su colaboraci¨®n es tan ins¨®lita como inesperada hasta hace muy poco: ha enviado atletas para competir, m¨²sicos para ofrecer conciertos y centenares de animadoras para alentar a los equipos. Tambi¨¦n ha designado a su jefe de Estado, Kim Yong-nam, para asistir a la ceremonia inaugural, el cargo m¨¢s alto jam¨¢s desplazado al sur.
Pero, con las fuertes tensiones sobre el programa nuclear norcoreano y un desfile militar planeado en Pyongyang para el jueves, numerosos ciudadanos en el sur ¡ªdonde una hipot¨¦tica reunificaci¨®n cuenta cada vez con menos apoyo¡ª se muestran esc¨¦pticos ante la participaci¨®n del Norte: un 72%, seg¨²n algunas encuestas, no ven con buenos ojos la presentaci¨®n conjunta.
Otros, como la se?ora Kim y muchos otros familiares separados, se sienten simplemente dolidos.
Aunque Se¨²l solicit¨®, como parte de las negociaciones, una reuni¨®n de las familias separadas, Pyongyang finalmente no accedi¨®. Impon¨ªa como condici¨®n para aceptar esas reuniones la entrega de 13 desertores norcoreanos. ¡°La actitud del Norte es muy insatisfactoria. Siempre impone condiciones y las cambia seg¨²n le conviene¡±, se lamenta Kim.
Menos de 60.000 surcoreanos figuran en el registro de familias separadas por la guerra, un n¨²mero r¨¢pidamente en descenso: son menos de la mitad de los 130.000 inscritos originalmente. Casi 4.000 fallecieron el a?o pasado, seg¨²n los datos del Ministerio de Unificaci¨®n. Un 62% tiene m¨¢s de 80 a?os.
¡°Para ellos la celebraci¨®n de reuniones es una cuesti¨®n urgente¡±, explica Kim Duck-soon, que ocupa el cargo de gobernador de una de las provincias del norte en el Gobierno del sur. ¡°A muchos no les queda mucho tiempo¡±.
Casos como el de la se?ora Kim, que s¨ª ha podido volver a ver a su hija, son los menos. Hasta el momento, y desde los a?os ochenta, solo se han celebrado 21 reuniones familiares intercoreanas, en las que han participado unas 20.000 personas. El resto de los registrados se ha quedado fuera.
Kim Jeong, de 87 a?os y originario de la provincia norte?a de Hamkyung, se ha presentado ¡°siete u ocho veces¡±. Nunca ha sido seleccionado en el sistema de loter¨ªa que emplea Corea del Sur para elegir a los participantes en esos encuentros gestionados por la Cruz Roja Internacional. Toda su familia ¡ªpadres, hermanos y hermanas¡ª se qued¨® en el Norte. ?l lleg¨® solo al Sur, a los 19 a?os. ¡°Durante a?os me dorm¨ªa llorando cada noche¡±, recuerda, ¡°siempre he querido volverles a ver, pero hasta ahora no ha ocurrido nunca. Y ya no s¨¦ si llegar¨¢ a pasar¡±.
La se?ora Kim logr¨® la reuni¨®n porque su nieta, en buena posici¨®n dentro del r¨¦gimen norcoreano, la solicit¨®. Seg¨²n cuenta, tras la sorpresa inicial sobre el aspecto de su hija se sucedi¨® una conversaci¨®n r¨ªgida, una circunstancia que han descrito otros participantes. Los temas de los que se puede hablar durante las doce horas de encuentro en un hotel del monte Kumgang, en el lado norcoreano de la frontera, est¨¢n fuertemente controladas y los di¨¢logos, supervisados. El dinero que los del sur pueden entregar a sus parientes del norte est¨¢ limitado. ¡°Y nuestro caso, hab¨ªa pasado demasiado tiempo sin contacto. ?ramos dos extra?as, no pod¨ªamos sentirnos como madre e hija¡±
Aun as¨ª, la anciana perdi¨® la voz de la emoci¨®n durante tres d¨ªas al regreso. Y aunque esta vez, al menos de momento, no vayan a celebrarse reuniones, asegura que no pierde la esperanza de volver a ver a la hija que, durante a?os, hizo que rezara por la reconciliaci¨®n, ¡°porque era la ¨²nica manera de recuperarla¡±. Esta vez no, dice, pero ¡°espero y deseo que en el futuro, alguna otra vez, s¨ª¡±.
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