El inicio de la renovaci¨®n
El papa Francisco suscita oposici¨®n aunque en menor medida que sus predecesores y su aceptaci¨®n entre los no cat¨®licos es alt¨ªsima
Hace cinco a?os advertimos de inmediato que el nuevo papa era verdaderamente un papa nuevo. Al decidirse por Jorge Mar¨ªa Bergoglio, los cardenales hab¨ªan elegido por primera vez a un americano (despu¨¦s de trece siglos, un no europeo), un jesuita, el obispo de una megal¨®polis como Buenos Aires caracterizada por sus llamativos contrastes sociales, y un Francisco. En definitiva, un pont¨ªfice que pod¨ªa presentarse como elegido ¡°casi en el fin del mundo¡±, es decir, en las ant¨ªpodas de Roma. Una sorpresa igual a la de la elecci¨®n del polaco Karol Wojtyla, que, tras casi medio milenio de papas italianos, llegaba ¡°de un pa¨ªs lejano¡±. Y, del mismo modo que Juan Pablo II hab¨ªa contribuido al derrocamiento del Muro entre este y oeste, se intu¨ªa que el papa argentino pod¨ªa empezar a hacer que cayera el que se alza entre el norte y el sur del mundo.
Sin embargo, al comienzo del sexto a?o de pontificado, ?qu¨¦ queda de aquella novedad? A estas alturas, la opini¨®n p¨²blica est¨¢ acostumbrada a consumirlo todo cada vez m¨¢s deprisa, y no cabe duda de que la figura de Bergoglio tambi¨¦n se resiente de la exposici¨®n excesiva de los primeros a?os y resulta menos novedosa. Hay que a?adir que Francisco suscita oposici¨®n, aunque, ciertamente, en menor medida que sus predecesores, y que su aceptaci¨®n entre los no cat¨®licos es alt¨ªsima. El momento de crisis caracterizado por los esc¨¢ndalos en la curia romana hab¨ªa cargado de expectativas la elecci¨®n del Papa y amplificado la espera de un reformador que salvase a la Iglesia de su desplome, igual que el santo de As¨ªs visto en sue?os por Inocencio III y pintado por Giotto. Y, efectivamente, el papa ha comenzado la renovaci¨®n. Un mes despu¨¦s de la elecci¨®n, nombr¨® un consejo de cardenales para que lo ayudasen a gobernar el catolicismo y a reformar la curia romana.
El momento de crisis caracterizado por los esc¨¢ndalos en la curia? hab¨ªa cargado de expectativas la elecci¨®n del Papa
Los resultados a¨²n son parciales en el frente de la crisis m¨¢s grave, la de los abusos sexuales en los que se han visto implicados miembros del clero en varios pa¨ªses, y tambi¨¦n en lo que respecta a las finanzas y las estructuras vaticanas. Pero el propio papa ha reconocido los errores y se ha reafirmado en su firme voluntad de seguir adelante con el proceso reformista. Una din¨¢mica que debe involucrar a la Iglesia desde la ra¨ªz y empujarla en su totalidad. El punto de referencia es la renovaci¨®n del concilio Vaticano II, que llevar¨¢ tiempo. Por edad, Bergoglio es el primer papa que no ha tomado parte en el concilio, pero es y se siente hijo del Vaticano II, inspirado por un predecesor olvidado como Pablo VI y arraigado en la mejor tradici¨®n jesuita, acostumbrada a hacer examen de s¨ª misma y de la realidad puesta frente al Evangelio, como ocurri¨® en los s¨ªnodos de la familia seguidos por discusiones y diferencias de opini¨®n.
Con Francisco, la Iglesia de Roma, que ha confirmado que es la m¨¢s interesada en buscar el di¨¢logo con otros cristianos y con fieles de otras religiones, conoce tambi¨¦n una nueva proyecci¨®n mundial gracias a los viajes a pa¨ªses olvidados por la informaci¨®n internacional, a la creaci¨®n de cardenales cada vez m¨¢s representativos de la universalidad cat¨®lica, a la atenci¨®n a los pobres, a la paz, o al medioambiente, tema social tratado en una enc¨ªclica que ha tenido eco mundial. Y la diplomacia de la Santa Sede desarrolla una gran actividad, aunque discreta, en los escenarios de crisis, favoreciendo el multiculturalismo.?
Las primeras palabras y los primeros gestos del papa han llamado enseguida la atenci¨®n por su inmediatez, multiplic¨¢ndose en estos cinco a?os y llegando a entornos lejanos. En efecto, Francisco es un misionero que quiere anunciar el Evangelio, que es esencialmente el mensaje de la cercan¨ªa y la amistad de Dios, a todas las mujeres y a todos los hombres. Por eso el papa empuja a la Iglesia a salir de s¨ª misma, a purificarse y a alejarse de cualquier inter¨¦s. Una tarea nada f¨¢cil, pero que sigue adelante.
Giovanni Maria Vian es el director de L'Osservatore romano
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