Federico I, un nieto de exiliado republicano en el ¡®trono¡¯ de la Patagonia
La memoria del aventurero franc¨¦s Or¨¦lie-Antoine, autoproclamado rey en 1860, y la defensa de los derechos de los mapuches gu¨ªa la acci¨®n de esta extra?a monarqu¨ªa simb¨®lica
Algunos le llaman ¡°alteza¡± y otros, ¡°monse?or¡±. ?l firma sus correos como Fr¨¦d¨¦ric Luz d¡¯Araucanie. Por tel¨¦fono, desde Graulhet, el pueblo de 12.000 habitantes en el sur de Francia donde reside, cerca de Toulouse, Fr¨¦d¨¦ric Luz explica que prefiere que le llamen por su nombre, y que no se acaba de sentir c¨®modo con los oropeles que rodean el trono virtual de Patagonia y Araucan¨ªa.
Luz ¡ªun heraldista de 54 a?os, mon¨¢rquico de izquierdas en su juventud y nieto de un espa?ol exiliado en Francia para escapar del franquismo¡ª fue entronizado en marzo, en una ceremonia en Par¨ªs, como octavo soberano de Patagonia y Araucan¨ªa, cargo no reconocido por ning¨²n Estado para un reino inexistente. Federico I sucede a Antonio IV, que falleci¨® en diciembre a los 74 a?os.
Ambos son los continuadores de una casa real fundada en 1860 por Or¨¦lie-Antoine de Tounens, un mas¨®n de la regi¨®n francesa del P¨¦rigord que se aventur¨® hasta el extremo sur del cono sur y acab¨® creando un reino en las regiones habitadas por ind¨ªgenas. El reino de?Or¨¦lie-Antoine I dur¨® dos a?os, y acab¨® detenido por las autoridades chilenas y expulsado a Francia. Muri¨® en 1878, a los 53 a?os. Desde entonces, su historia ha alimentado la imaginaci¨®n de viajeros y escritores. Su aventura fue el mito fundador de un grupo de activistas de la causa de Araucan¨ªa y Patagonia que tiene en Federico I su ¨²ltimo eslab¨®n.
¡°No se trata de jugar a ser una monarqu¨ªa, ni de hacer una parodia¡±, dice Fr¨¦d¨¦ric Luz desde Graulhet. El objetivo de esta monarqu¨ªa sui generis ¡ª¡°el rey del fin del mundo¡±, resumi¨® Le Monde¡ª es la defensa de los derechos de los mapuches, el pueblo ind¨ªgena que vive desde tiempos ancestrales en el sur de Argentina y Chile. El otro es mantener viva la memoria de su fundador. ¡°La diferencia con una simple oeneg¨¦¡±, explica Federico I, ¡°es la historia de Or¨¦lie-Antoine¡±.
No todos se han tomado tan en serio a Or¨¦lie-Antoine. El escritor argentino Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, en un reportaje publicado en 2003 en EL PA?S, le describ¨ªa como ¡°un franc¨¦s enloquecido, el m¨¢s extravagante viajero de la Patagonia¡±.
La epopeya del Indiana Jones del P¨¦rigord merece un cap¨ªtulo en la cr¨®nica de viajes En Patagonia, del brit¨¢nico Bruce Chatwin, publicada en 1977. El libro relata su llegada a la regi¨®n, la profec¨ªa de un l¨ªder ind¨ªgena sobre la llegada de un extranjero blanco con barbas largas, la proclamaci¨®n de una monarqu¨ªa constitucional, la anexi¨®n ¡ªsobre el papel¡ª de toda Sudam¨¦rica desde el paralelo 42 hacia el sur, su detenci¨®n y su repatriaci¨®n. ¡°Exiliado en Par¨ªs, su cabello creci¨® y ennegreci¨®, y sus ambiciones de liderazgo aumentaron en proporciones megalomaniacas¡±, escribe Chatwin. ¡°La historia posterior del reino de Araucan¨ªa y Patagonia pertenece m¨¢s bien a las obsesiones de la Francia burguesa que a la pol¨ªtica de Sudam¨¦rica¡±, concluye.
En 1981, el escritor Jean Raspail lo retrat¨® en su novela Yo, Antoine de Tounens, rey de Patagonia como un rey desdichado, sin trono ni s¨²bditos, un Quijote que pas¨® su vida construyendo castillos en el aire y que acab¨® sus d¨ªas como un pelele del que se burlaban ni?os y mayores en Tourtoirac, el pueblo donde acab¨® sus d¨ªas. Raspail, autor de relatos de viajes y aventuras y pr¨®ximo a la ultraderecha mon¨¢rquica, incluy¨® ese comentario en el ep¨ªlogo: ¡°Este reino es eterno. Por los tiempos que corren y por los tiempos que vienen, me honro en declararme patag¨®n¡±. Y acaba anunciando que ha recibido las credenciales como ¡°c¨®nsul general de Patagonia¡±.
Fr¨¦d¨¦ric Luz, que en su programa incluye la puesta en marcha de ¡°un gobierno en el exilio eficaz y operativo¡± y ¡°fomentar la creaci¨®n de un equipo nacional de f¨²tbol mapuche¡±, desecha la novela de Raspail como una ficci¨®n sin rigor hist¨®rico. Y subraya que, pese al folclore mon¨¢rquico, lo esencial es la causa mapuche. ¡°Dicho esto, yo ya s¨¦ que no soy ni el rey de Espa?a ni la reina de Inglaterra¡±.
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