¡°A Kennedy le sale sangre por los o¨ªdos¡±
El hombre que tom¨® la foto hist¨®rica de Robert F. Kennedy agonizando recuerda la noche que acab¨® con las esperanzas de la izquierda de Estados Unidos en 1968
Durante meses, tan solo unas decenas de personas supieron realmente lo que le hab¨ªa pasado a John F. Kennedy. Apenas los que estaban delante cuando le reventaron la cabeza. Solo un peque?o grupo de colaboradores vio morir a Martin Luther King de un disparo lejano, cinco a?os despu¨¦s. Hay un par de fotos de King en el suelo. Pero en el asesinato del senador Robert Kennedy, el 5 de junio de 1968, en el tercer gran magnicidio de los a?os 60 en Estados Unidos, hubo cientos de testigos, televisi¨®n en directo y decenas de fot¨®grafos. Boris Yaro era uno de ellos, y uno de los tres que estaban delante de Kennedy en el momento de su muerte. La fotograf¨ªa que tom¨® es parte de la historia de Estados Unidos y su relato, un viaje a la noche que enterr¨® el idealismo del 68 norteamericano.
Los aniversarios no son agradables para Yaro. Tiene 80 a?os y sufre las secuelas de un ictus. Asegura que nunca le ha gustado mucho hablar de aquella noche en la que ni siquiera ten¨ªa que estar all¨ª. Junto a una reproducci¨®n enmarcada de aquella foto, habla con dificultad en su casa del norte de Los ?ngeles. Pero poco a poco revela que hay cosas que no se olvidan nunca.
El martes 4 de junio de 1968 se celebraban las primarias dem¨®cratas de California, en las que Kennedy deb¨ªa ganar a lo grande para poder disputar la nominaci¨®n a presidente. En solo tres meses, hab¨ªa montado una campa?a a la izquierda del ala tradicionalista del partido, hablando a los pobres, a las minor¨ªas y a los j¨®venes que clamaban contra Vietnam, una guerra del presidente dem¨®crata Lyndon Johnson que se iba a llevar por delante al partido. Esa noche, en el hotel Ambassador de Los ?ngeles, sus seguidores se preparaban para una fiesta.
La jornada electoral hab¨ªa terminado. Yaro llam¨® a la redacci¨®n de Los Angeles Times y le dijeron que se fuera a casa. ¡°Hoy ya no vas a meter nada en el peri¨®dico¡±, le dijeron. Eran las 9 de la noche, el primer cierre era a las 10 y ya solo quedaban por hacer historias secundarias. ?l viv¨ªa en la Universidad del Sur de California, no lejos del hotel Ambassador. Decidi¨® acercarse a la fiesta de Kennedy para hacer fotos. ¡°Para m¨ª¡±. Aspiraba a llevarse una foto de recuerdo del discurso de victoria.
Cuando el resultado estuvo claro, justo despu¨¦s de medianoche, Kennedy baj¨® de su habitaci¨®n al sal¨®n donde le esperaban. Entr¨® por la cocina. Yaro estaba sentado sobre un frigor¨ªfico junto a un amigo del Pasadena Star News llamado Richard Drew. Kennedy pas¨® rodeado de gente. Yaro ten¨ªa la c¨¢mara en los ojos y no lo vio. ¡°Y de pronto Richard me dice: ¡®Boris, te lo has perdido¡±. Kennedy hab¨ªa pasado por delante de ellos y se hab¨ªa quedado sin foto.
Despu¨¦s, el senador dio el discurso de victoria en un podio del sal¨®n de fiestas. Hab¨ªa ganado en California y se iba a presentar en la convenci¨®n de Chicago dispuesto a voltear la convenci¨®n dem¨®crata. Cuando baj¨®, volvi¨® a la cocina por donde hab¨ªa venido. Yaro, que estaba delante del atril, fue tras ¨¦l y lleg¨® a tiempo de ponerse delante al entrar en la despensa. En ese momento, Kennedy se par¨® a saludar a trabajadores. Hab¨ªa decenas de personas a su alrededor. ¡°La gente que estaba en la zona de la despensa quer¨ªa darle la mano, as¨ª que se par¨®¡±. De pronto, ¡°el ruido¡±. ¡°?Pero qu¨¦ es esto? ?Petardos?¡±. Yaro todav¨ªa se agita interpretando el momento.
Sirhan Sirhan, un inmigrante palestino de 24 a?os, dispar¨® ocho tiros de un rev¨®lver Iver-Johnson calibre 22. Cuatro disparos impactaron en Kennedy. Otras cuatro personas fueron heridas. La investigaci¨®n determin¨® que Sirhan era una especie de d¨¦bil mental, obsesionado con matar a Kennedy y con el apoyo de Estados Unidos a Israel, de donde su familia hab¨ªa huido como refugiados (Sirhan cumple cadena perpetua en una c¨¢rcel de California y asegura que no recuerda nada de aquella noche).
¡°Me di cuenta de que alguien le estaba disparando cuando vi la pistola. ?l levant¨® las manos para protegerse¡±. La gente se apart¨® y en cierto modo dej¨® un pasillo para Sirhan, que se iba acercando mientras disparaba, seg¨²n lo reinterpreta hoy Yaro. Los primeros disparos los hizo desde unos tres metros y el ¨²ltimo a menos de un metro del senador. Para entonces, Kennedy estaba ya cayendo, con las manos protegi¨¦ndose la cabeza.¡°Sirhan dispar¨® hacia abajo¡±, gesticula Yaro, como si hubiera sido un tiro de remate.
La gente se ech¨® sobre Sirhan en ese momento. Lo estamparon contra una mesa y la pistola cay¨® de su mano, delante de Yaro. Asegura que la agarr¨®. ¡°El mango estaba caliente, de haberla llevado en la mano mucho tiempo¡±. Dice que entonces se la quit¨® de la mano el jugador de f¨²tbol americano Rosey Grier, que estaba all¨ª como seguridad de los Kennedy. ¡°No lo vi venir, estaba mirando el rev¨®lver y pensando qu¨¦ iba a hacer con ¨¦l¡±. Grier cont¨® despu¨¦s que ¨¦l desarm¨® a Sirhan. Yaro se reafirma en su versi¨®n.
¡°En ese momento, Kennedy empez¨® a caer al suelo lentamente. La gente gritaba. Yo intent¨¦ abstraerme del ruido y concentrarme en la foto. Me acerqu¨¦ con la c¨¢mara¡±. Era una Nikon F con un objetivo gran angular de 24 mil¨ªmetros. La pel¨ªcula era Kodak Tri-X en blanco y negro, de sensibilidad 400, forzada a 650. Deb¨ªa ser suficiente para confiar en la luz del sal¨®n de fiestas y dejarse en flash en el coche. ¡°Quer¨ªa luz natural. En los sesenta eso era muy importante¡±.
Hizo tres fotos en las que se ve a Kennedy de cuerpo entero en el suelo, con un chico al lado vestido con el uniforme del hotel. Despu¨¦s se acerc¨® e hizo otras tres de la cara de Kennedy. El chico que aparece en la foto se llama Juan Romero. Ten¨ªa 17 a?os. Era un inmigrante mexicano que trabajaba de chico de los recados del hotel Ambassador. Sujet¨® la cabeza del senador con su mano derecha y trat¨® de ponerle un rosario en la mano. Antes de perder el conocimiento, Kennedy le pregunt¨®: ¡°?Est¨¢n todos bien?¡±.
Yaro estaba a cent¨ªmetros de esta escena cuando not¨® que le tiraban de la manga. ¡°Una se?ora me agarr¨® del brazo y empez¨® a decir: ¡®?No haga fotos!¡¯. Me cabre¨¦ y le dije: ¡®?Maldita sea, se?ora, esto es historia!¡¯. Me qued¨¦ asombrado¡±. Sali¨® de all¨ª porque ten¨ªa que buscar un tel¨¦fono y porque la se?ora gritando le dej¨® intranquilo. Hab¨ªa estado en muchos tiroteos de la polic¨ªa y no quer¨ªa que empezaran a requisar c¨¢maras.
Lleg¨® a la sala de prensa, donde los tel¨¦fonos no funcionaban. No hab¨ªa operadoras al otro lado. Finalmente, de camino al aparcamiento vio una cabina y desde all¨ª llam¨® a la redacci¨®n central de Los Angeles Times. Contest¨® al tel¨¦fono Bill Thomas, jefe de local.
- Han disparado a Kennedy.
- Lo sabemos. Le han dado en la pierna.
- No, no. Le sale sangre de los o¨ªdos. Tengo fotos.
- Ven inmediatamente.
¡°No recuerdo haber parado en ning¨²n sem¨¢foro¡±. En la sede del peri¨®dico, subi¨® al tercer piso y le entreg¨® el rollo a un fot¨®grafo del laboratorio llamado Bill Murphy, que sali¨® del laboratorio sujetando copias de las dos versiones, una en cada mano. Luego, Yaro habl¨® con un reportero para contarle lo que hab¨ªa visto. ¡°Entonces me met¨ª en el cuarto oscuro del laboratorio y me ech¨¦ a llorar¡±. Se fue a casa a las tres y media de la ma?ana.
En medio siglo no ha contactado con ninguno de los otros testigos o supervivientes de aquella noche. ¡°He intentado alejarme de aquello. No es agradable¡±. Esa ma?ana, Yaro hab¨ªa votado por Kennedy en las primarias dem¨®cratas. Por la noche, presenci¨® su ejecuci¨®n a bocajarro. Todav¨ªa se incomoda y suelta un insulto cuando se le menciona a Richard Nixon, que acabar¨ªa ganando aquellas elecciones y del que tambi¨¦n tiene una foto en la pared de su casa, una especie de museo de las noticias del sur de California.
El pasado domingo, en Los Angeles Times, Juan Romero contaba que ¨¦l acab¨® de hablar con la polic¨ªa a las 6:30 de la ma?ana del 5 de junio. Volvi¨® a su casa en autob¨²s, a¨²n con las manos manchadas de la sangre que le sal¨ªa a Kennedy por el o¨ªdo derecho, perfectamente visible en la fotograf¨ªa de Yaro. Una se?ora delante de ¨¦l estaba leyendo el peri¨®dico, le reconoci¨® y le pregunt¨® si ¨¦l era el de la foto. ¡°Esa es la primera vez que vi la foto. Y nunca quise volver a verla¡±.
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