Tres escenarios electorales para las presidenciales en Colombia
El resultado ajustado que poco a poco se ha abierto paso como posibilidad real
Cuando el recuento de votos de la primera vuelta estaba lo suficientemente avanzado como para confirmar que Petro y Duque se enfrentar¨ªan este domingo, una hip¨®tesis clara se instal¨® en la mente de una mayor¨ªa de colombianos: el candidato uribista lo tiene hecho. Petro est¨¢ demasiado a la izquierda, no cuenta con ning¨²n apoyo en el establecimiento, y ya parte con una desventaja de casi tres millones de votos. Las cifras que bailaban en la mente y en los teclados quedaban, por lo general, por encima del 60% y alrededor del 35%.
Las encuestas tardaron en llegar, pero cuando lo hicieron s¨®lo confirmaron la mitad de la intuici¨®n. Mientras que en los primeros sondeos Petro se encontraba efectivamente bien por debajo del 40%, Duque no se acercaba al so?ado 60%. Al mismo tiempo, el voto en blanco se manten¨ªa en niveles ins¨®litos: por encima del 10%. Poco despu¨¦s llegaron otras (Datexco, C&C) a¨²n m¨¢s llamativas: en ellas, Petro s¨ª alcanzaba la barrera de los cuarenta puntos. Duque, sin embargo, ni siquiera alcanzaba el 50%. La foto fija nos dej¨® al final de la semana pasada con la sensaci¨®n de que Duque iba a ganar, pero no por mucho.
Comenzaba la veda de encuestas, y con ella la sensaci¨®n de que habr¨ªamos necesitado m¨¢s datos. Pero a¨²n sin disponer de ellos, la verdad era que el aparente consenso predictivo se parti¨® y dio lugar a un nuevo escenario alternativo. En ¨¦l, Duque obtiene una victoria relativamente apretada, y sin alcanzar la mitad m¨¢s uno de los votos contando los sufragios en blanco. La negativa del candidato en cabeza a exponerse a un debate electoral, el perfil seguro y conservador de su campa?a, reforzaba esta nueva intuici¨®n, que tra¨ªa la posibilidad de un resultado tan llamativo como significativo. Lo ser¨ªa por al menos tres razones.
Primero, porque le quitar¨ªa al uribismo la mayor¨ªa absoluta, dej¨¢ndole en el mismo punto o incluso rebaj¨¢ndole respecto a la segunda vuelta de 2014 y al plebiscito de 2016. El s¨®lido resultado de Duque, que le meti¨® diez puntos a la votaci¨®n de Zuluaga en la primera vuelta de 2014, auguraba una mayor potencia de fuego. Pero quiz¨¢s el nombre de Uribe se est¨¢ convirtiendo en un lastre, al menos para construir coaliciones significativamente mayoritarias.
Segundo, y a¨²n m¨¢s importante en t¨¦rminos hist¨®ricos, si Petro supera el 40% querr¨¢ decir que la izquierda est¨¢ en disposici¨®n de ganar unas elecciones presidenciales en Colombia. Una novedad de dos siglos, que ha necesitado de un contexto de extrema polarizaci¨®n discursiva combinada con el fin del conflicto central en el pa¨ªs.
Por ¨²ltimo, un resultado de este estilo s¨®lo se dar¨¢ con un elevad¨ªsimo porcentaje de voto en blanco, o en ¨²ltimas de lo que podr¨ªamos llamar abstenci¨®n con signo ideol¨®gico. Muchos de los 4.5 millones de votantes de Fajardo en primera vuelta se sintieron hu¨¦rfanos al elegir entre dos extremos. Otros, tras dudarlo, escogieron su candidato. Una parte probablemente mayoritaria se fue con Petro, sobre todo tras escuchar a Antanas Mockus y a Claudia L¨®pez consignar su apoyo al candidato de izquierda a cambio de una serie de compromisos institucionales. Pero el propio Fajardo, y muchos con ¨¦l, se mantuvo en el ¡°ni-ni¡±. Si no hay mayor¨ªa absoluta de ning¨²n candidato gracias al voto en blanco, o si la hay pero la participaci¨®n es baja, el mensaje impl¨ªcito ser¨¢ que aunque Colombia est¨¦ polarizada, un centro descontento a¨²n puede inclinar balanzas si as¨ª lo decide.
Ma?ana, Colombia caminar¨¢ hacia las urnas haciendo equilibrios entre estos dos escenarios: la victoria holgada de Duque que todos pronosticaban hace tres semanas, y el resultado ajustado que poco a poco se ha abierto paso como posibilidad real, y que dejar¨ªa las tres fuerzas del pa¨ªs (uribismo, izquierda y centro) con mucho que decir en el futuro del mismo.
Y mientras se camine por esa cuerda floja, siempre cabe una tercera opci¨®n, m¨¢s remota pero no imposible: que Gustavo Petro, en una cabriola inusitada, consiga una movilizaci¨®n lo suficientemente grande como para rozar o incluso sobrepasar la mitad m¨¢s uno de los votos a una candidatura que marca la Constituci¨®n de Colombia como barrera a superar para obtener la presidencia. Para ello, Petro deber¨ªa lograr que esta segunda vuelta se pareciese al m¨¢ximo a la de 2014, lo cual implica no s¨®lo convencer centristas de estratos altos, sino tambi¨¦n y sobre todo hacer suyos los votantes de regiones costeras donde las maquinarias suelen dictar el ritmo de la victoria.
Quiz¨¢s, probablemente, esta opci¨®n quede demasiado lejos este domingo. Pero si el escenario de victoria apretada se cumple, las elecciones de 2018 habr¨¢n servido como exitoso ensayo general para la verdadera batalla de Gustavo Petro, que no es sino la de lograr el control de la oposici¨®n durante los cuatro a?os que vienen desde un Senado donde contar¨¢ con una tribuna que sabe emplear como pocos. Y con un nuevo objetivo en mente, ahora s¨ª plausible y presente en la mente de todos los colombianos: llegar a la casa de Nari?o en agosto de 2022.
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