¡°Vamos a arriesgarnos a ir a Estados Unidos, no podemos volver atr¨¢s¡±
La separaci¨®n de familias en la frontera de Estados Unidos no funciona a¨²n como disuasi¨®n para aquellos que huyen de la violencia y la miseria
Hace falta algo m¨¢s que Donald Trump para meterle miedo a Rafael Castillo. El pasado 2 de mayo, a la hora de comer, termin¨® su jornada cortando limones en un campo de Apatzing¨¢n, Michoac¨¢n. Despu¨¦s de saludar a sus padres, se dirig¨ªa a su casa cuando recibi¨® una llamada: ¡°Acaban de matar a tus hermanos¡±. Unos pistoleros hab¨ªan acribillado a dos de sus hermanos delante de sus padres. Rafael hab¨ªa salido de all¨ª 10 minutos antes. Los velaron y enterraron esa misma tarde. Por la noche, le esperaban camionetas con hombres armados en su casa. Una amiga de su esposa les compr¨® inmediatamente billetes de avi¨®n a Tijuana para ellos y sus tres hijos, a donde llegaron con lo puesto el 3 de mayo.
Castillo, de 44 a?os, contaba su historia este lunes acompa?ado de esposa, Georgina Ayala, y sus hijos en el refugio Juventud 2000, uno de los que acogen en Tijuana migrantes que esperan a pasar al otro lado. Ellos huyen de la violencia en Michoac¨¢n, otros de las pandillas de El Salvador, otros simplemente de la miseria. En m¨¢s de 50 tiendas de campa?a en una nave con techo de aluminio, 107 personas el lunes aguardan su turno para presentarse en el puerto de entrada de San Ysidro, California, y pedir a Estados Unidos que les d¨¦ una oportunidad. Vienen familias completas. Hay decenas de ni?os.
Estas familias llegan a la frontera con Estados Unidos en un momento en que el pa¨ªs trata de disuadir la inmigraci¨®n atacando a los ni?os. El Gobierno de Donald Trump, a trav¨¦s del fiscal general, Jeff Sessions, ha ordenado que a todo el que trate de cruzar ilegalmente se le impute un delito (hasta ahora eran procesados por v¨ªa administrativa). A esto se le llama ¡°tolerancia cero¡±.
La consecuencia es que los migrantes son enviados a prisi¨®n antes de ser deportados y, como cualquier adulto en prisi¨®n preventiva, no pueden estar con sus hijos, que pasan a custodia de los servicios sociales del Gobierno. En la pr¨¢ctica, el Gobierno de EE UU est¨¢ separando a las familias para disuadir la llegada de inmigrantes, seg¨²n confesi¨®n propia. El pa¨ªs se encuentra sumido en una grave pol¨¦mica, al m¨¢s alto nivel pol¨ªtico, sobre los derechos humanos de los inmigrantes.
Es pronto para saber si la disuasi¨®n est¨¢ funcionando. Pero en Tijuana, el lunes, no. ¡°Vamos a correr el riesgo. Regresar hacia atr¨¢s a Michoac¨¢n no podemos. Vamos a ver qu¨¦ pasa¡±, dec¨ªa Castillo. ¡°Regresar es entregarse¡± a los asesinos, a?ad¨ªa Ochoa. En teor¨ªa, estas familias van a hacer lo que el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, dice que tiene que hacer todo el que quiera entrar en el pa¨ªs. Presentarse en un puerto de entrada y exponer su caso para pedir asilo. Ni se plantean cruzar ilegalmente, dec¨ªan el lunes. Sin embargo, algunos abogados de inmigrantes indican que no tienen en absoluto garantizado seguir juntos al otro lado, ni ser deportados juntos.
Por este mismo refugio de Tijuana pas¨® a principios de mayo parte de la llamada caravana migrante, un grupo de 400 personas que llegaron juntas desde Centroam¨¦rica. Hicieron lo mismo que cientos de personas cada d¨ªa, exponer su caso en la garita y pedir asilo. Alex Mensing, asesor legal y coordinador de aquel grupo de migrantes, asegura que en seis casos los ni?os fueron separados de sus padres sin explicaci¨®n por parte de la polic¨ªa de inmigraci¨®n. Una de las razones para esto puede ser que la polic¨ªa no crea que sean una familia real (un protocolo para descubrir coyotes que est¨¢n traficando con ni?os). ¡°Todos llevaban partidas de nacimiento de los ni?os y declaraciones juradas¡±, asegura Mensing. La cantidad de familias separadas tras entrar legalmente es inusual, asegura.
El margen de interpretaci¨®n de las leyes de asilo y de inmigraci¨®n es muy amplio, y el Gobierno de Estados Unidos est¨¢ decidido a reducir esta discrecionalidad obligando a aplicar siempre la posibilidad m¨¢s restrictiva. ¡°No hay ninguna garant¨ªa de que a esas familias de Tijuana no las vayan a separar¡±, dice Alex Mensing, a pesar de entrar en el pa¨ªs exactamente como les ha pedido Jeff Sessions que lo hagan.
Incluso aunque la separaci¨®n no sea definitiva y eventualmente la familia se re¨²na, deben saber que los adultos pueden estar ¡°hasta 8 o 10 meses¡± en detenci¨®n esperando una decisi¨®n mientras los ni?os est¨¢n por separado bajo custodia de los servicios sociales. Hay quien no lo soporta y pide que le deporten, asegura. De aquella caravana, que entr¨® el 5 de mayo, unos 50 adultos siguen hoy detenidos separados de sus hijos.
Las historias de los migrantes revelan al menos dos factores que hacen que la disuasi¨®n no funcione. Primero, que algunos s¨ª pasan con sus hijos y se quedan. Y mandan fotos al otro lado que llenan de esperanza a los dem¨¢s. La otra, que todo lo que hay hacia atr¨¢s es peor. Carmen, que lleva en brazos a su hija Amber, de 10 meses, huy¨® de su barrio de San Salvador porque un miembro de la Mara 18 se encaprich¨® con ella y la amenaz¨® de muerte si no se iba con ¨¦l. Est¨¢ en Tijuana con su marido, Josu¨¦, y sus tres hijos para pedir asilo. Ha o¨ªdo de la pol¨ªtica de Trump. ¡°No me hace cambiar de opini¨®n. Si mis hijos se quedan all¨ª (y a ella la deportan) tengo la esperanza de volverlos a ver. En mi pa¨ªs solo me espera la muerte¡±.
"La gran mayor¨ªa est¨¢n enterados", de la separaci¨®n de familias, dice Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Lara, director de este albergue. "A pesar de ello, tienen la intenci¨®n de cruzar". Incluso los que saben que su caso no califica para ninguna protecci¨®n y se van a muchos kil¨®metros de Tijuana para tratar de entrar ilegalmente. "Les importa m¨¢s la necesidad de seguridad que tienen que lo que les pueda pasar. Yo me resign¨¦. Es as¨ª. Imagina que tu familia estuviera en riesgo, esta ser¨ªa la forma l¨®gica de pensar de cualquiera".
Como dice Alex Mensing, la disuasi¨®n ¡°funcionar¨ªa si pudi¨¦ramos hacerles cosas que fueran peores que aquello de lo que huyen. Pero entonces, ?qu¨¦ queremos ser? ?Peores que las maras?¡±.
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