Lula y Cristina
Brasil y la Argentina se miran como en un espejo. Los dos asisten a un escandaloso espect¨¢culo de corrupci¨®n asociado a esos gobiernos
Brasil y la Argentina se miran como en un espejo. Las econom¨ªas de ambos pa¨ªses enfrentan ajustes despu¨¦s de una d¨¦cada de expansi¨®n, asociada al boom de las materias primas. Esa etapa fue liderada en Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y Dilma Rousseff. En la Argentina, est¨¢ asociada a N¨¦stor y Cristina Kirchner. Brasile?os y argentinos asisten desde hace varios a?os a un escandaloso espect¨¢culo de corrupci¨®n asociado a esos gobiernos. En Brasil la Justicia lleva adelante el proceso Lava Jato. En la Argentina se investiga la obtenci¨®n de contratos de obra p¨²blica mediante sobornos. Esa historia policial adquiri¨® una dimensi¨®n nunca imaginada por la aparici¨®n de los cuadernos de Oscar Centeno, un chofer obsesivo, que tom¨® nota a lo largo de una d¨¦cada de las indecentes andanzas de su jefe, Roberto Baratta, un funcionario clave en la gesti¨®n de la infraestructura durante el kirchnerismo. En Brasil, igual que en la Argentina, las causas judiciales alcanzan a los pol¨ªticos pero tambi¨¦n a numerosos hombres de negocios vinculados al Estado. La epidemia se expande porque en el derecho procesal de los dos pa¨ªses se incorpor¨® la figura del arrepentido. Los acusados pueden negociar la pena que les corresponde a cambio de informaci¨®n que permita esclarecer la trama del delito.
La similitud de estas experiencias se proyecta tambi¨¦n sobre la carrera electoral. Lula da Silva aparece como la cabeza del sistema de corrupci¨®n montado alrededor de Petrobras y sus contratistas, sobre todo Odebrecht. Cristina Kirchner y su esposo N¨¦stor, que falleci¨® en 2010, son se?alados por sus antiguos subordinados como los destinatarios finales del dinero negro recaudado entre los empresarios.
Lula registra en las encuestas 39% de intenci¨®n de voto para las elecciones presidenciales del pr¨®ximo 7 de octubre. ?l pretende competir. Pero es dif¨ªcil que los jueces se lo permitan. En Brasil, nadie que haya sido condenado en segunda instancia puede postularse. Es el caso del ex presidente, penado con 12 a?os de prisi¨®n por dejarse sobornar por una constructora contratista de Petrobras.
La justicia electoral tiene hasta el 17 de septiembre para contestar los reclamos de Lula. Si lo hiciera a ¨²ltimo momento, ¨¦l podr¨ªa hacer campa?a televisiva durante m¨¢s de dos semanas desde su celda de Curitiba.
Lula intentar¨¢ transferir sus adhesiones a Fernando Hadad, el ex alcalde de San Pablo, que milita en su partido. Ausente el l¨ªder del PT, el candidato que encabeza los sondeos es el h¨ªper reaccionario Jair Bolsonaro. La apuesta de Lula es que, respaldado por ¨¦l, Hadad pase a segunda vuelta y, aprovechando el rechazo que despierta Bolsonaro, se consagre presidente.
En la Argentina, Cristina Kirchner est¨¢ en el foco de un esc¨¢ndalo que investigan los tribunales federales. Es probable que sea procesada y que un juez vuelva a pedir su prisi¨®n preventiva. Hasta ahora ha logrado evitarla debido a que es senadora y, por lo tanto, est¨¢ protegida por los fueros parlamentarios.
Como Lula, la ex presidenta conserva la lealtad de buena parte de su base electoral. No lidera las encuestas, pero exhibe alrededor de 30% de intenci¨®n de voto. La elecciones por la sucesi¨®n de Mauricio Macri se decide en octubre del a?o pr¨®ximo.
A diferencia de lo que sucede con Lula y el PT, en el peronismo el liderazgo de la se?ora de Kirchner est¨¢ en discusi¨®n. Un sector importante del partido compite con ella, que constituy¨® su propia fuerza. Esa fracci¨®n cuenta con varios candidatos a la presidencia: Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto, entre otros. Para estos aspirantes la principal dificultad es que su antigua jefa bloquea, con su capital electoral, cualquier proyecto peronista alternativo. Esta din¨¢mica opositora beneficia las aspiraciones de Macri para conseguir la reelecci¨®n.
Lula y Cristina Kirchner son la encarnaci¨®n de dos disociaciones. Una es la de las sociedades brasile?a y argentina, que est¨¢n fracturadas en su escala de valores. Una franja se indigna frente a la corrupci¨®n y reclama sanciones. La otra parece blindada a los esc¨¢ndalos y sigue fiel a sus l¨ªderes, m¨¢s all¨¢ de cualquier fechor¨ªa.
Una segunda disociaci¨®n es la que afecta a la izquierda populista, que se ha desentendido de la ¨¦tica como criterio de la acci¨®n pol¨ªtica. Lula y Cristina Kirchner coinciden en un esfuerzo com¨²n de simplificaci¨®n. Las inobjetables pruebas judiciales de los delitos cometidos son, para ellos, parte de una conspiraci¨®n universal orquestada por quienes quieren volver atr¨¢s con sus reformas igualitarias. A la cabeza de ese complot est¨¢n, como siempre, los Estados Unidos.
Esta versi¨®n persecutoria tal vez tranquilice a quienes la postulan y a sus seguidores, ya que los releva de revisar cualquier contradicci¨®n. Pero inquieta a quienes tienen una preocupaci¨®n por el destino de la democracia en Am¨¦rica Latina. Los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n est¨¢n minando la credibilidad del sistema pol¨ªtico. Hay pa¨ªses, como Colombia, donde el domingo pasado se realiz¨® un interesante plebiscito, un sector de la dirigencia busca una receta institucional para producir una regeneraci¨®n. En otros, como Brasil, donde esa reacci¨®n es mucho m¨¢s difusa, aparecen fantas¨ªas regresivas, que explican el encanto del autoritario Bolsonaro.
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