Idlib se prepara para el asalto final
Ciudadanos y milicias del enclave rebelde afrontan la inminente ofensiva de las fuerzas de El Asad y Rusia
El miedo y la incertidumbre llaman de nuevo a las puertas de los entre 2,5 y 3 millones de personas que habitan Idlib, la ¨²ltima de las 14 provincias sirias que, junto con su capital hom¨®nima, escapa ¨ªntegramente al control del r¨¦gimen de Bachar el Asad. El destino de estas gentes depende de lo que tres hombres decidan este viernes en Teher¨¢n (Ir¨¢n). All¨ª est¨¢ previsto que se re¨²nan los responsables de exteriores de Ir¨¢n, Turqu¨ªa y Rusia en un desesperado intento para frenar la ofensiva militar que las tropas leales a El Asad vaticinan desde hace semanas. ¡°Para serle sincera, la vida prosigue con normalidad¡±, dice desde la ciudad de Idlib y en entrecortadas llamadas de WhatsApp Fateh, profesora de primaria y madre de cuatro hijos. Es la voz de una mujer curtida en el arte de la supervivencia entre frentes y experta en empacar en escasos segundos un hatillo con lo imprescindible. Se trata de una experiencia acumulada durante dos a?os de huidas y m¨¢s de siete en una contienda que ya arrastra alrededor de medio mill¨®n de muertos.
Al sur y este de Idlib se agolpan los refuerzos de las tropas regulares sirias. Al oeste se yergue la frontera con Turqu¨ªa, hoy sellada a cal y canto al tr¨¢nsito de personas despu¨¦s de que tres millones de sirios la hayan traspasado en busca de refugio. M¨¢s al oeste, en aguas del Mediterr¨¢neo, patrullan 10 buques de guerra y dos submarinos rusos. Washington y Ankara se han sumado a la advertencia de la ONU que calcula en hasta 800.000 las personas que podr¨ªan ser desplazadas por la ofensiva de Damasco.
Los afectados, los habitantes de Idlib, han optado por proseguir con su anormal rutina, enviando a sus hijos al colegio por las ma?anas y acudiendo al mercado cada tarde. Entre las carretas, abastecidas diariamente con productos llegados de Turqu¨ªa, la posible ofensiva monopoliza los temas de conversaci¨®n. ¡°Cada cual tiene una teor¨ªa de hacia d¨®nde tirar en caso de ataque¡±, asevera Fateh.
¡°Unas 100 familias han huido de los poblados del sur donde los cazas sirios han reiniciado los bombardeos. Han montado tiendas en los campos circundantes a los puestos militares turcos¡±, asegura tambi¨¦n desde Idlib capital el joven activista sirio Abu Alaa. Como el resto, considera que no habr¨¢ ofensiva final en su regi¨®n mientras est¨¦n presentes las tropas turcas, aunque puedan producirse operaciones puntuales.
Les reconforta pensar que no ser¨¢n bombardeados porque la vida de los soldados turcos que usan como escudos se cotiza a mejor precio que la de los sirios en la escala de una contienda altamente internacionalizada. Ankara ha desplegado a 400 uniformados en 12 puestos de observaci¨®n desde que en 2017 se estableciera una zona de distensi¨®n en Idlib.
Nueva entente insurrecta
Desde que en 2015 una ef¨ªmera uni¨®n entre fuerzas insurgentes lograra arrebatar Idlib al Ej¨¦rcito regular sirio, en esta provincia que cuenta con el 10% del territorio nacional se han congregado a golpe de cercos y rendiciones numerosas bolsas de heterog¨¦neos grupos armados respaldados por saud¨ªes, catar¨ªes o emirat¨ªes y de civiles procedentes de los cuatro rincones del pa¨ªs. Se ha convertido en la versi¨®n insurrecta de Damasco, capital leal y refugio para aquellos que han sido evacuados de los asedios insurgentes.
En el d¨ªa a d¨ªa de los civiles de Idlib, los matices en el bando insurrecto cuentan. No es lo mismo estar expuestos a los rebeldes que a los yihadistas. En Idlib capital, Tahrir al Sham impone las reglas de vestimenta y acosa a quienes fuman los narguiles o pipas de agua. ¡°No puedo salir de la ciudad sin la compa?¨ªa de un var¨®n de la familia¡±, se lamenta la profesora Fateh.
Este paraguas liderado por la rama local de Al Qaeda controla el 60% de la provincia y cuenta con un tercio de los 30.000 combatientes insurrectos que los expertos contabilizan en Idlib. Tambi¨¦n se ha hecho con el estrat¨¦gico paso de Bab al Hawa con Turqu¨ªa por donde entra gran parte de la ayuda humanitaria internacional. Tan solo un pu?ado de poblaciones de esta agr¨ªcola comarca han quedado bajo el yugo de dos grupos extremistas escindidos de Al Qaeda: Jaras el Din y el Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s), seg¨²n cuentan los vecinos.
A siete kil¨®metros al noreste de la ciudad de Idlib, en el poblado de Binnish, son los salafistas de Ahrar Al Sham quienes imponen las normas. All¨ª, los civiles se dicen menos constre?idos en la vida privada, sin que por ello se haya establecido en tres a?os una administraci¨®n insurrecta funcional. ¡°Hace dos semanas que los consejos locales no pagan los sueldos para la recogida de deshechos que se amontonan en las calles¡±, protesta al tel¨¦fono Omar, conductor de Binnish. Los sueldos no alcanzan los 85 euros mensuales. Los alquileres no bajan de ese mismo importe. El agua y los generadores se pagan a precio de oro por escasas horas diarias. Con las manos ajadas, las madres de familia admiten seguir so?ando desde hace a?os con lavadoras autom¨¢ticas.
Presionados por Turqu¨ªa, la mir¨ªada de facciones insurrectas se ha unido en el reci¨¦n creado Frente Nacional para la Liberaci¨®n (FNL, y al que pertenece Ahrar el Sham) evocando la ef¨ªmera alianza de 2015. ¡°Han formado una sala de operaciones conjunta para coordinar lo militar, pero siguen divididos ideol¨®gicamente. Cada cual responde a las agendas de los pa¨ªses regionales que pagan sus sueldos¡±, opina Omar. Y ello, en una coyuntura derrotista para el bando insurgente donde la guerra parece tocar fin conforme el Ej¨¦rcito regular sirio recupera el pa¨ªs impulsado en el cielo por las alas rusas y en tierra por las botas pro iran¨ªes. Damasco sigue reclamando la expulsi¨®n de "los terroristas" de Idlib, aunque admite que es posible la reconciliaci¨®n con algunos de los grupos armados que se rindan.?
En la llamada batalla final de lo que en 2011 comenzara como una guerra civil entre insurrectos y leales sirios, docenas de miles de civiles como la maestra Fateh o el conductor Omar han jurado no retornar a zona gubernamental. Esta vez no les queda m¨¢s alternativa en su constante huida, excepto tal vez, la norte?a regi¨®n kurda parcialmente invadida por tropas turcas.
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