Mukwege: el disidente que decidi¨® rechazar la violencia
El ginec¨®logo congole?o ha sido galardonado junto a la yazid¨ª Nadia Murad con el Nobel de la Paz 2018
El ginec¨®logo congole?o Denis Mukwege, nacido en el este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, ha trabajado en su tierra desde el inicio de la guerra operando a las mujeres v¨ªctimas de violencia sexual, convirti¨¦ndose en uno de los mayores especialistas en tortura genital. Con el bistur¨ª, salvando miles de vidas, y levantando la voz contra la impunidad, Mukwege se ha negado a ¡°normalizar¡± la violencia de una de las guerras m¨¢s cruentas del mundo.
Las bellas colinas que rodean el lago Kivu no siempre han estado rociadas de milicianos, soldados, refugiados, muertos y abusos aberrantes. Que Malika, con 15 a?os, tenga que convivir con su violador como vecino ¡ªsu violador, el que pas¨® una sola noche en la c¨¢rcel¡ª; que 40 ni?as menores ¡ªincluidos algunos beb¨¦s¡ª?sean violadas durante tres a?os en una peque?a localidad, Kavumu, por una secta liderada por un diputado provincial; o que el equipo de un solo doctor como Mukwege haya tenido que operar a m¨¢s de 50.000 mujeres desgarradas por la violencia sexual; no siempre fue as¨ª.?
Cuando el joven de Bukavu, Denis Mukwege, decidi¨® especializarse en ginecolog¨ªa tras sus estudios de Medicina en Burundi, la guerra no hab¨ªa aterrizado a¨²n en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. A?Mukwege le impresionaron las malas condiciones y los riesgos que asum¨ªan las madres al dar a luz, y por eso se fue a estudiar a Francia y se convirti¨® en ginec¨®logo. A eso se dedicaba hasta que lleg¨® la guerra. Para Mukwege, para miles de mujeres, para todos los ciudadanos del este del pa¨ªs todo cambi¨®.
Mukwege se top¨® de frente con la guerra con una masacre, el mismo a?o que empez¨® el conflicto. Era 1996, ¨¦l dirig¨ªa el Hospital de Lemera y un d¨ªa, mientras estaba fuera evacuando a un paciente, un grupo armado entr¨® en el hospital y masacr¨® a los enfermos en su cama. 35 pacientes fueron asesinados. Seg¨²n Mukwege, en Lemera empez¨® la impunidad. El doctor denunci¨® la atrocidad a Naciones Unidas, el crimen fue registrado, pero no pas¨® nada y ¨¦l entendi¨® que, si esto hab¨ªa sido posible, ¡°ya todo estaba permitido¡±. Mukwege tuvo que huir a Bukavu, pero sigue ocup¨¢ndose de las madres y, en el dif¨ªcil contexto del conflicto y tras haber vivido de cerca el sinsentido de la guerra, no abandona su objetivo. En 1999 fund¨® el Hospital Panzi.
Cuando la primera paciente afectada por una violaci¨®n colectiva le cont¨® que le hab¨ªan disparado en los genitales, el doctor, muy afectado, crey¨® que hab¨ªa sido una atrocidad aislada. Pero llegaron m¨¢s. Los casos se multiplicaron, las historias se repitieron y se a?adieron detalles cada vez m¨¢s abominables, y, sin entender la dimensi¨®n de lo que estaba pasando, Mukwege se lanz¨® con su equipo a responder a las heridas de las mujeres que le llegaban a veces al borde de la muerte. Sin previo aviso, respondiendo al ritmo absurdo y fren¨¦tico de la guerra, el cirujano aprendi¨® a operar heridas que no hubiera podido imaginar que existieran. Y mientras la guerra iba adentr¨¢ndose en los pueblos y ciudades, desgarrando la sociedad que ¨¦l conoci¨® y el mal de las violaciones se propagaba ¡°como la met¨¢stasis de un c¨¢ncer¡±, Mukwege operaba, operaba y operaba. Lleg¨® a hacer m¨¢s de 10 cirug¨ªas al d¨ªa. Form¨® a personal m¨¦dico y cre¨® nuevas unidades para acercar las curas a los domicilios.?
Pero adem¨¢s de operar denunci¨®. Denunci¨® la absurda impunidad que ha hecho que una de cada cinco mujeres haya sido violada durante la guerra. Vincul¨® este cruento conflicto a la extracci¨®n de recursos minerales?y se neg¨® ¡°a banalizar la violencia¡±. No se acostumbr¨® a ella. 19 a?os despu¨¦s de que Mukwege recibiera el primer caso, su equipo ha tratado a 50.000 v¨ªctimas de violencia sexual, sin descuidar a otras 85.000 mujeres afectadas por lesiones ginecol¨®gicas graves.
En las bellas colinas que rodean el lago Kivu, la guerra sigue. Ali?ada, adem¨¢s, por la inestabilidad pol¨ªtica y unas delicadas elecciones a la vuelta de la esquina, previstas para el pr¨®ximo diciembre. Es en estas bellas colinas, muy cerca de una de las vueltas del r¨ªo Rusizi ¡ªesa frontera natural con Ruanda¡ª que un cirujano congole?o se convirti¨® en disidente por rechazar la violencia, y se convirti¨® en Nobel de la Paz.
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