La modernizaci¨®n espiritual
?A d¨®nde va un pa¨ªs que identifica el origen de la injusticia, de la pobreza y de la insalubridad y se resigna rezando para ganarse supuestamente una paz eterna?
Mientras el mundo evoluciona a la luz deslumbrante de la tecnolog¨ªa, la geopol¨ªtica impone nuevas reglas de convivencia en el contexto de una globalizaci¨®n sin precedentes y el avance de la ciencia supera con mucho los l¨ªmites de la imaginaci¨®n de los novelistas, la Iglesia cat¨®lica, la instituci¨®n tradicionalmente m¨¢s retardataria de nuestra sociedad se niega a actualizarse de acuerdo a la evoluci¨®n natural de toda comunidad. Se impone una revoluci¨®n eclesi¨¢stica orientada, entre otros objetivos, a la generaci¨®n de riqueza sin que el ¡°cambio¡± contin¨²e siendo el demonio en la edad media.
Los siguientes enunciados religiosos proponen, en su esencia, el desplome de la din¨¢mica nacional: ¡°Bienaventurados los pobres de esp¨ªritu porque de ellos ser¨¢ el reino de los cielos¡±. ¡°Bienaventurados los mansos, porque ellos heredar¨¢n la tierra¡±. ¡°Bienaventurados sean los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos ser¨¢n saciados¡±. ?Cu¨¢ndo? ?D¨®nde?
El consuelo espiritual de la Iglesia cat¨®lica y el paternalismo oficial invitaron hist¨®ricamente a la inacci¨®n, a la indolencia, a la pereza y por supuesto a la corrupci¨®n en Am¨¦rica Latina. ?Que nadie venga a consolarnos! Queremos trabajo, bienes y sobre todo educaci¨®n en todos los estratos. Educaci¨®n, la gran panacea... Una nueva educaci¨®n con un perfil liberal y moderno de la vida material. Una concepci¨®n existencial contempor¨¢nea que no desprecie los mismos bienes terrenales a los que la Iglesia cat¨®lica ha sido siempre tan proclive. Una nueva versi¨®n que nos permita analizar los problemas de la propiedad y de los contratos con ¡°otros¡± filtros teol¨®gicos. Una nueva ¨®ptica que le d¨¦ cabida sincera a la importancia del dinero. Una nueva filosof¨ªa de la vida material que acepte las ventajas de la captaci¨®n de ganancias, de utilidades, de rendimientos y de riqueza, la misma que se necesita para construir los pa¨ªses que todos nos merecemos. ?C¨®mo repartir una riqueza que no hemos sabido crear por vivir sometidos a la contaminaci¨®n marxista o a la creencia de que es m¨¢s f¨¢cil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos?
?Cu¨¢ntos padres nuestros debe rezar el evasor de impuestos o el comerciante que vende kilos de 800 gramos? El esp¨ªritu capitalista no significa renunciar a los escr¨²pulos morales con tal de obtener una utilidad. No propongo una apolog¨ªa del hombre rico ni sugerir¨ªa como modelo existencial la frivolidad en la que generalmente vegetan ni mucho menos acepto el agio ni la usura ni la contemplaci¨®n de la vida a trav¨¦s de la especulaci¨®n mercantil en cualquier coyuntura social y humana. No, por supuesto que no, pero tampoco es de aceptarse que se siga prometiendo un m¨¢s all¨¢, una eternidad feliz y reconfortante al pobre, al analfabeta y al resignado que no aporta nada al incremento de la renta nacional ni se esfuerza por salir de las miserables condiciones de hacinamiento, promiscuidad e insalubridad en espera de una recompensa celestial que en nada se parece al mundo de perros al que proyecta a los suyos y a su pa¨ªs gracias a la doctrina perniciosa aprendida en las homil¨ªas dominicales. ?En la resignaci¨®n encontraremos la energ¨ªa social imprescindible para construir nuestro destino?
La riqueza generada por una comunidad se traduce en un mayor nivel de gasto social por parte del Gobierno. Este gasto no se dar¨ªa sin la generaci¨®n de utilidades empresariales, las cuales debe auspiciar la Iglesia como uno de los veh¨ªculos de salvaci¨®n al igual que la creaci¨®n de empleos, previa la debida interpretaci¨®n de los enunciados evang¨¦licos.
?A d¨®nde va un pa¨ªs que identifica el origen de la injusticia, de la pobreza y de la insalubridad y se resigna rezando para ganarse supuestamente una paz eterna? Es imperativo despertar de este sue?o narcotizado y convencernos de las infamias del conformismo. Si el ocio fuera un pecado capital, si la miseria fuera una causa de excomuni¨®n, dejar¨ªamos de ser un continente rico con gente pobre.
Si el clero cat¨®lico sostuviera dentro de una tesis de modernidad, que quien muera en la miseria se condenar¨¢ en el infierno por la eternidad, el ingreso per c¨¢pita en Am¨¦rica Latina observar¨ªa un incremento nunca antes visto...
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