Econom¨ªa del exterminio
Quienes ordenan los asesinatos de l¨ªderes sociales en Colombia buscan destruir las ideas, el conocimiento, la experiencia y el futuro de las comunidades
168 l¨ªderes sociales fueron asesinados en Colombia en 2018, seg¨²n inform¨® la Defensor¨ªa del Pueblo. Y en apenas diez d¨ªas de 2019 ya han sido asesinados Gilberto Valencia, Wilmer Miranda, Antonio Guti¨¦rrez, Wilson P¨¦rez, Maritza Quiroz y Jos¨¦ Solano. Un desesperante goteo de nombres y cifras que se van acumulando y pronto desaparecen en una nebulosa de conjeturas, verdades a medias, silencios burocr¨¢ticos, chismes y hasta hip¨®tesis grotescas como la del ministro de Defensa, quien declar¨® hace unos meses que a los l¨ªderes sociales los estaban asesinando por ¡°l¨ªos de faldas¡±.
En las calles de las ciudades de Colombia, un pa¨ªs predominantemente urbano, casi nadie sabe con exactitud qu¨¦ son o qu¨¦ hacen los l¨ªderes sociales en las regiones y mucho menos por qu¨¦ los est¨¢n matando. La calculada dispersi¨®n narrativa y las dudas que el propio discurso oficial arroja sobre estas personas no son precisamente el mejor est¨ªmulo para la solidaridad y la acci¨®n colectiva. Y es as¨ª como, d¨ªa tras d¨ªa, se va normalizando el horror. Ma?ana matar¨¢n a Pedro, pasado ma?ana a Fermina, el viernes a otro Wilson, el domingo a otro Pedro.
Hay algo tristemente ir¨®nico en el hecho de que muchas de las fotograf¨ªas difundidas tras los asesinatos muestran a estas personas en situaciones de alegr¨ªa cotidiana. A Maritza Quiroz la vemos alimentando a sus ovejas, aferrada a un ramillete de hierbas medicinales o desgranando una mazorca, siempre con los ojos cansados del que ha visto demasiado y, sin embargo, le sonr¨ªe al futuro. ?Qui¨¦n querr¨ªa asesinar a una mujer indefensa de sesenta a?os, desplazada por la violencia paramilitar, l¨ªder de las mujeres afrodescendientes y reclamante de tierras?
?Qu¨¦ clase de amenaza representaba Maritza Quiroz para quienes dieron la orden de matarla en su parcela, delante de amigos y vecinos?
Parte de la respuesta se encuentra en la denominaci¨®n de l¨ªder social, o mejor, en lo que ese opaco sintagma no deja ver con claridad y es que los l¨ªderes sociales son en realidad creadores o sanadores de los territorios. Esa palabra, territorio, debe entenderse como una construcci¨®n intelectual, ecol¨®gica, pol¨ªtica, cultural, donde las alternativas econ¨®micas est¨¢n ligadas a unos usos responsables de la tierra y los recursos.
El concepto de territorio que, con sus diversas pr¨¢cticas, han elaborado las comunidades campesinas, afrocolombianas o ind¨ªgenas a lo largo y ancho de la geograf¨ªa nacional es la principal amenaza para los intereses de una serie de actores tradicionalmente violentos: disidencias de las Farc, miner¨ªa ilegal, clanes del narco, paramilitares y el viejo latifundio semiproductivo, que cuenta con una nutrida y poderosa representaci¨®n en el gobierno actual. M¨¢s all¨¢ del intrincado relato de complicidades, conflictos, recelos o pugnas que puedan surgir entre estos actores, todos ellos comparten el rechazo a la noci¨®n popular y plebeya de territorio, hecha desde abajo por gente como Maritza Quiroz o Jos¨¦ Solano, que, seg¨²n recuerda la ec¨®loga ?rsula Jaramillo Villa en su cuenta de Facebook, ¡°ten¨ªa en la cabeza el registro de todos los proyectos que se han hecho en la regi¨®n, y recordaba minuciosamente por qu¨¦ hab¨ªan tenido ¨¦xito o fracaso. Ten¨ªa absolutamente claro el efecto catastr¨®fico que la miner¨ªa ilegal ha tenido sobre su comunidad, devast¨¢ndola particularmente a trav¨¦s de los j¨®venes que son seducidos con dinero f¨¢cil y prostituci¨®n.¡±
Quienes ordenan estos asesinatos buscan destruir las ideas, el conocimiento, la experiencia, en definitiva, el futuro de las comunidades, pues consideran que la misma noci¨®n de territorio y sus usos plebeyos representan un obst¨¢culo que debe ser eliminado.
Para todos estos actores violentos, las comunidades no son m¨¢s que un gran banco de cuerpos, asimilable solo como mano de obra barata, brazos armados desechables o a trav¨¦s de la explotaci¨®n sexual; capital humano forzoso para un contexto econ¨®mico y pol¨ªtico que el antrop¨®logo Jos¨¦ Antonio Figueroa ha descrito como un capitalismo lumpen, basado en la administraci¨®n de la muerte y donde el predominio de la acumulaci¨®n primitiva y el despojo cancela cualquier horizonte modernizador y sustentable. Eso por no hablar de la cat¨¢strofe medioambiental.
Tampoco es casual que muchos de los l¨ªderes asesinados hayan participado de una u otra forma en los procesos locales derivados de los Acuerdos de Paz firmados entre el anterior gobierno y la guerrilla de las Farc: las comunidades rurales de todo el pa¨ªs saben que la implementaci¨®n de esos acuerdos significar¨ªa un impulso para la consolidaci¨®n de sus proyectos territoriales.
Por su parte, el gobierno de Iv¨¢n Duque no parece tener una idea clara sobre lo que debe hacer con los Acuerdos. Obligado por los compromisos internacionales, ha anunciado que seguir¨¢ adelante con la implementaci¨®n, mientras la presi¨®n interna, en especial la que proviene del gran latifundio ganadero y el ala dura del uribismo, que no ha ocultado su deseo de ¡°hacer trizas¡± los Acuerdos, tiende a paralizar todas las iniciativas institucionales emprendidas por la administraci¨®n anterior para llevar la paz ¨Ces decir, una presencia estatal integral- a todas las regiones.
Por desgracia, tras el atentado a la Escuela de Cadetes y la consecuente ruptura de negociaciones con el ELN, el escenario de la implementaci¨®n es a¨²n m¨¢s incierto. Con sus recientes alocuciones, Iv¨¢n Duque, hasta ahora insustancial y err¨¢tico en cada amague de hacer cre¨ªble su rol presidencial, reactiv¨® en pocas horas la vieja l¨®gica del enemigo interno y la amenaza terrorista, algo que en Colombia suele venir acompa?ado de una escalada de violencia estatal y paraestatal, como se puede comprobar sin esfuerzo en los informes elaborados por el Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica.
Todo hace prever que la ambig¨¹edad del discurso oficial seguir¨¢ siendo c¨®mplice del capitalismo lumpen y su macabra econom¨ªa de exterminio.
En definitiva, el peor de los mundos para ser un l¨ªder territorial.
Juan C¨¢rdenas es escritor colombiano
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