Por qu¨¦ las j¨®venes escapan de Arabia Saud¨ª
A pesar de las recientes reformas, el sistema de tutela sigue dando a los hombres el control sobre las vidas de las mujeres


La imagen de la joven parapetada en el hotel del aeropuerto de Bangkok result¨® muy poderosa. Con su precario ingl¨¦s, la saud¨ª Rahaf Mohammed imploraba ayuda a trav¨¦s de Twitter para que las autoridades no la entregaran a su padre y hermano, de quienes hab¨ªa escapado horas antes. ¡°Me matar¨¢n¡±, declaraba asustada pero firme. Rahaf no estaba huyendo ni de la guerra ni de la miseria, sino de los usos y normas que siguen lastrando la libertad de la mujer en Arabia Saud¨ª a pesar de las reformas anunciadas desde la llegada al poder del rey Salm¨¢n y su hijo Mohamed hace cuatro a?os.
Tras difundir su foto y la de su pasaporte, Rahaf contaba que estaba harta de las restricciones que le impon¨ªan en casa, que su madre la hab¨ªa mantenido encerrada en su habitaci¨®n durante seis meses por haberse cortado el pelo, que ya no quer¨ªa cubrirse con el hiyab, ni rezar, ni ser musulmana, pero que no ten¨ªa elecci¨®n. Por eso hab¨ªa aprovechado unas vacaciones familiares en Kuwait para escaparse con destino a Australia donde pensaba pedir asilo. Al percatarse de su ausencia, el padre, un hombre con conexiones, hab¨ªa logrado la ayuda de los diplom¨¢ticos saud¨ªes en Bangkok, donde Rahaf ten¨ªa que cambiar de avi¨®n, y le hab¨ªan retirado el pasaporte a la espera de devolverla en el siguiente vuelo. Todos obviaban que a sus 18 ya era mayor de edad.
La situaci¨®n de la joven desat¨® una movilizaci¨®n en las redes sociales de feministas, defensores de los derechos humanos y personas bienintencionadas de todo el mundo. Muchos recordaron el caso de Dina Ali, una maestra de 24 a?os que dos a?os antes, cuando trataba de alcanzar Australia en busca de refugio por razones similares a las de Rahaf, fue interceptada al hacer escala en Manila. Entonces, las autoridades filipinas la entregaron a dos hombres que se presentaron como sus t¨ªos, la embarcaron por la fuerza en un vuelo de regreso a Riad y nunca m¨¢s se volvi¨® a saber de ella. No pod¨ªa ocurrir lo mismo.
El revuelo internacional ha sacudido a Arabia Saud¨ª cuando a¨²n no se hab¨ªa repuesto del escrutinio que le granje¨® el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul, el pasado octubre. Medios y columnistas locales han cerrado filas denunciando el ¡°uso pol¨ªtico¡± del caso Rahaf. ¡°La atenci¨®n (¡) solo se ha debido a que la chica ten¨ªa nacionalidad saud¨ª¡±, escrib¨ªa Halima Muzaffar en el diario Al Madina.
Efectivamente, Rahaf no es la primera joven que huye de una familia opresiva; sucede en todos los pa¨ªses. Pero s¨®lo en Arabia Saud¨ª las mujeres est¨¢n constre?idas de por vida a la autoridad de los varones de su familia debido a un sistema de tutela (wilaya) que, a decir de los expertos, es el m¨¢s restrictivo del mundo isl¨¢mico y las reduce a eternas menores. Adem¨¢s, desde la llegada al trono del rey Salm¨¢n en 2015 y la progresiva asunci¨®n del poder por su hijo y heredero, el pr¨ªncipe Mohamed Bin Salm¨¢n, el propio Reino del Desierto se ha puesto bajo los focos con el anuncio de ambiciosas reformas que incluyen la participaci¨®n de las saud¨ªes en la vida p¨²blica.
¡°El caso de Rahaf es un s¨ªntoma de la situaci¨®n de las mujeres en Arabia Saud¨ª y del pa¨ªs en general. A pesar de las reformas sobre todo sociales y econ¨®micas, las saud¨ªes siguen estando inadecuadamente protegidas debido al sistema de tutela. Eso hace que todav¨ªa haya muchas que luchan para ejercer sus derechos b¨¢sicos¡±, explica a EL PA?S Dana Ahmed, investigadora de Amnist¨ªa Internacional.
Los cambios son reales. M¨¢s all¨¢ del muy celebrado levantamiento de la prohibici¨®n de conducir, la monarqu¨ªa ha restringido las actividades de la polic¨ªa religiosa (cuyos desmanes afectaban desproporcionadamente a las mujeres), ha relajado la segregaci¨®n por sexo y dictado la primera ley contra el acoso sexual (un problema que afectaba al 80% de las mujeres entre 18-48 a?os, seg¨²n un estudio de 2014). Tambi¨¦n se han eliminado trabas para el acceso de las saud¨ªes al trabajo, e incluso se les han abierto las puertas de eventos deportivos y conciertos.
Sin embargo, ¡°las reformas no han tocado la estructura de poder que mantiene a las saud¨ªes como ciudadanas de segunda¡±, advierte la acad¨¦mica y activista de los derechos humanos saud¨ª Hala Aldosari, desde EEUU donde vive. ¡°S¨®lo buscan convertirlas en buenas trabajadoras y consumidoras de ocio¡±, a?ade. El mayor productor y exportador de petr¨®leo del mundo ocupa el puesto 141 entre 149 pa¨ªses, en el ¨²ltimo Informe sobre Disparidad de G¨¦nero del Foro Econ¨®mico Mundial.
Como en otros pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana, la legislaci¨®n basada en la ley isl¨¢mica (Shar¨ªa) discrimina a las mujeres. Su testimonio vale la mitad que el de un hombre, s¨®lo reciben la mitad de la herencia que sus hermanos y tienen mucho m¨¢s dif¨ªcil la obtenci¨®n del divorcio y la custodia de los hijos (aunque tras un reciente decreto ya no se les quita de forma autom¨¢tica). Pero es sobre todo el sistema que las hace depender del var¨®n lo que marca la diferencia.
La acad¨¦mica y activista Hala Aldosari opina que ¡°las reformas solo benefician a las ¨¦lites¡±
La tutela no es tanto una norma codificada como una serie usos sociales y burocr¨¢ticos, basados en una estricta interpretaci¨®n de la Shar¨ªa, que conceden al cabeza de familia (padre o marido o, en ausencia de ¨¦stos, un hermano, un hijo u otro var¨®n de la rama paterna) autoridad sobre decisiones vitales del d¨ªa a d¨ªa de las mujeres: desde permiso para salir de casa o c¨®mo vestirse, hasta autorizaci¨®n para casarse. ¡°Es una de las principales causas de opresi¨®n de la mujer y est¨¢ muy muy arraigada en la sociedad, que la ve aceptable¡±, se?ala Ahmed.
¡°A m¨ª no me molesta. No afecta a mi vida en absoluto. Mi padre muri¨® y mi tutela la tiene mi hermano mayor, pero nunca he tenido ning¨²n problema. Mi padre era la persona m¨¢s amorosa del mundo y siempre trat¨® a igual a su chica que a sus chicos. Con mis hermanos, lo mismo. De hecho, vivo con uno de ellos¡±, cuenta Hanan Aljohani por tel¨¦fono desde Riad.
A sus 28 a?os, esta joven que estudi¨® en EEUU y trabaja para el Centro de Comunicaci¨®n Internacional del Gobierno saud¨ª, est¨¢ entusiasmada con los cambios promovidos por el heredero. ¡°Ahora las cosas son m¨¢s f¨¢ciles de lo que sol¨ªan. A mi regreso, trabajar no fue un problema. Nadie me pidi¨® el permiso del tutor. Incluso si quiero alquilar un apartamento, como pens¨¦ cuando se cas¨® mi hermano mayor con quien viv¨ªa, puedo hacerlo. Nadie te pide nada¡±, asegura.
¡°Es m¨¢s, empec¨¦ a trabajar en un campo [los informativos de una cadena de televisi¨®n] que no era especialmente femenino como la educaci¨®n y la sanidad, y en turno de noche donde era la ¨²nica mujer en el puesto de editora. Pero ahora no hay l¨ªmites. Hay mujeres en ventas, en seguridad, medios de comunicaci¨®n, tecnolog¨ªa, turismo¡ el mundo laboral se ha abierto a las mujeres y [las autoridades] empujan para que las saud¨ªes entren en sectores que antes les estaban vedados¡±, detalla.
N. Y. tampoco tuvo problemas para que su padre la autorizara a estudiar medicina en el Reino Unido. Ni despu¨¦s de casada los ha tenido para acudir a aquellos congresos de su especialidad en los que le interesaba participar. ¡°Mi marido firm¨® desde el principio un documento que me permite salir del pa¨ªs sin tener que pedirle permiso cada viaje¡±, contaba recientemente a esta corresponsal. Ambos coincid¨ªan sin embargo en que es absurdo que una profesional de su nivel, que a diario tiene en sus manos las vidas de numerosos pacientes, necesite un tutor legal.
Adem¨¢s, en una sociedad conservadora y patriarcal, no es infrecuente que algunos de ellos abusen del sistema. A¨²n son habituales desde matrimonios impuestos hasta restricciones de movimiento que violan los derechos m¨¢s elementales. ¡°Hay chicas a las que ni siquiera dejan tener tel¨¦fonos libres; les dan terminales que s¨®lo tienen acceso a n¨²meros preseleccionados¡±, confiaba a EL PA?S una activista hace apenas un a?o. Sin llegar a ese extremo, son numerosas quienes como D. S., una enfermera en la treintena que trabaja en un hospital de Yeddah, no pueden salir de casa sin permiso de su padre. De ah¨ª las narrativas contrapuestas que los saud¨ªes tienen al respecto.
¡°La tutela masculina sobre las mujeres en Arabia Saud¨ª, o en cualquier parte del mundo, es un error y discriminatoria; todas las formas de esta pr¨¢ctica obsoleta deben ser abolidas¡±, ha escrito el director del diario Arab News, Faisal J. Abbas, en uno de los escasos art¨ªculos que ha abordado sin tapujos el problema. Abbas defiende que esa figura legal ¡°es simplemente incompatible con los objetivos del proyecto Visi¨®n 2030¡± lanzado por la corona.
Otros analistas, como Najah al Otaibi, de la Arabia Foundation (un centro de estudios de Washington pr¨®ximo al entorno del heredero saud¨ª), se muestran convencidos de que ¡°la monarqu¨ªa ha empezado a desmantelar ese sistema¡±. Citan como ejemplo el decreto que en 2017 dio acceso a las mujeres a los servicios del Gobierno sin necesidad de consentimiento legal. El paso result¨® claramente insuficiente para las feministas saud¨ªes que llevan moviliz¨¢ndose contra la tutela desde hace tres d¨¦cadas y siguieron insistiendo en la necesidad de su completa abolici¨®n. Varias de ellas acabaron en la c¨¢rcel el pasado mayo, justo en v¨ªsperas de que se les permitiera conducir.

Resulta significativo que las autoridades tuvieran que precisar que las mujeres no necesitaban el visto bueno del tutor para sacar el carn¨¦. Sin embargo, siguen necesit¨¢ndolo para obtener un pasaporte, casarse o ser liberadas en caso de que hayan sido detenidas o encarceladas. De ah¨ª la dificultad de denunciar a un padre o un marido abusivo sin cuya custodia el horizonte m¨¢s probable es una casa de acogida¡ de por vida. Desobedecer al guardi¨¢n sigue siendo motivo de detenci¨®n, lo que explica que en el caso de Rahaf, como antes de Dina y otras muchas que intentaron huir, las autoridades movilizaran incluso a sus diplom¨¢ticos para devolverlas a casa.
¡°La mayor¨ªa de las que se escapan vienen de familias tradicionales muy controladoras y no tienen la posibilidad de beneficiarse de las nuevas libertades, as¨ª que los cambios no les son de mucha ayuda¡±, se?ala Aldosari en conversaci¨®n telef¨®nica. En su opini¨®n, ¡°las reformas s¨®lo benefician a las ¨¦lites¡±, entre las que es m¨¢s infrecuente que las mujeres se vean restringidas por sus tutores.
El propio pr¨ªncipe Mohamed ha admitido impl¨ªcitamente esa situaci¨®n. Al ser preguntado en una entrevista el a?o pasado si iba a abolir la tutela, contest¨®: ¡°Si respondo que s¨ª, significa que estoy creando problemas a las familias que no quieren dar m¨¢s libertades a sus hijas¡±. Pero la ¡°identidad saud¨ª¡± con la que asoci¨® esa actitud choca cada d¨ªa m¨¢s con las aspiraciones de las nuevas generaciones. Antes incluso de su proyecto de apertura, el creciente acceso de las saud¨ªes a la universidad (al menos el 58% de los matriculados son chicas) as¨ª como las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n ya hab¨ªan ahondado la brecha entre la realidad y sus expectativas.
Arabia Saud¨ª, con el 60% de sus 21 millones de nacionales por debajo de los 30 a?os, est¨¢ entre los mayores usuarios de redes sociales del mundo. Internet ha abierto una ventana al exterior que ayuda, sobre todo a las mujeres, a saltarse las restricciones culturales o familiares. ¡°Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil para los padres controlar con qui¨¦n se comunican sus hijas y a trav¨¦s de las redes encuentran modelos alternativos y las experiencias de otras chicas que han decidido tomar las riendas de su vida¡±, apunta Aldosari.
La acad¨¦mica se muestra convencida de que los casos que salen a la luz son la punta del iceberg. ¡°La mayor¨ªa de quienes se hallan en una situaci¨®n de abuso ni siquiera tienen acceso a un pasaporte o unas vacaciones familiares que les sirvan para escaparse¡±, se?ala.
¡°La tutela no afecta a mi vida en absoluto¡±, afirma Hanan Aljohani
Un art¨ªculo publicado en la Saudi Gazette en mayo de 2017 afirmaaba que el fen¨®meno de las ¡°chicas fugadas¡± iba en aumento y citaba estimaciones de soci¨®logos locales de que hasta un millar de ellas abandonaba el reino cada a?o. Significativamente, el texto ha desaparecido de la web del peri¨®dico.
Un dato parece confirmar que las restricciones empujan a abandonar Arabia Saud¨ª: el n¨²mero de sus nacionales que han pedido asilo ha pasado de 575 en 2015, el a?o que el pr¨ªncipe Mohamed empez¨® su ascenso al poder, a 1.256 en 2017, seg¨²n la ONU. Pero esas cifras se refieren a activistas de derechos humanos, intelectuales, acad¨¦micos y periodistas, no exclusivamente mujeres, que est¨¢n dejando el pa¨ªs en silencio y de los que no o¨ªmos hablar.
¡°Las redes sociales han ayudado a elevar la concienciaci¨®n de las saud¨ªes¡±, admite Ahmed quien sin embargo precisa que ¡°normalmente s¨®lo trascienden los casos de mujeres que encuentran dificultades y piden ayuda en internet, porque quienes lo consiguen no lo publicitan¡±. A menudo, ¡°est¨¢n demasiado traumatizadas para hablar o tienen miedo de que sus familias las localicen¡±, explica una activista ¨¢rabe que ha atendido a varias de ellas en Europa. Otras simplemente se escudan en sus estudios en universidades occidentales para retrasar indefinidamente el regreso, o se van sin hacer ruido con alg¨²n pretexto.
Es el caso de A. Y. que en 2014 se traslad¨® a vivir a Dubai sin romper con su familia, que en general ha acomodado sus ansias de libertad. ¡°Lo hice por mi hija; no quer¨ªa que creciera en una sociedad tan hip¨®crita y con todas las limitaciones que yo tuve¡±, relata en la terraza de una cafeter¨ªa a nivel de calle, un espacio que en Arabia Saud¨ª a¨²n est¨¢ vetado a las mujeres. Su pelo cort¨ªsimo y sus numerosos piercings dan testimonio de una rebeld¨ªa apenas contenida. Ni rastro de la abaya, el say¨®n que la sociedad saud¨ª impone a sus mujeres. ¡°Poder conducir no resuelve nuestros problemas. Es una cuesti¨®n de dignidad, de poder expresarte; y eso nos afecta a todos los saud¨ªes, hombres y mujeres¡±, manifiesta.
Pero A. Y. rechaza tomar partido. ¡°No me gusta la polarizaci¨®n a la que hemos llegado: los medios internacionales nos pintan como un infierno, y los saud¨ªes pretenden que estamos en el para¨ªso. No me identifico ni con unos ni con otros. Tenemos un problema de mentalidad. Las cosas siguen as¨ª porque a menudo nos resulta m¨¢s c¨®modo¡±, reflexiona a modo de autocr¨ªtica.
Mientras, la odisea de Rahaf ha terminado bien, al menos para ella. Canad¨¢ le ha concedido asilo pol¨ªtico, formalmente porque renunci¨® al islam y eso es algo penado con la muerte en Arabia Saud¨ª. En un principio, sin embargo, las autoridades tailandesas dijeron que hu¨ªa de un matrimonio forzado. Sea cual sea el motivo, Rahaf, que no ha respondido a la solicitud de entrevista de este diario, no confi¨® en que las instituciones de su pa¨ªs fueran a protegerla de la ira de su padre. Su caso, como otros que le han precedido, muestra que las saud¨ªes necesitan algo m¨¢s que conducir o poder asistir a cines y conciertos, que se reconozca su mayor¨ªa de edad.
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