El Chapo, final de temporada
En su juicio nada se dijo sobre la droga que pasa por la frontera que debe recorrer ilegalmente miles de millas para llegar a Nueva York o Chicago por v¨ªas controladas por las supuestamente eficaces e incorruptibles autoridades de EE UU
El melodrama compiti¨® con la trama judicial hasta el ¨²ltimo momento. A decir de las cr¨®nicas, m¨¢s rom¨¢nticas que judiciales, El Chapo parec¨ªa menos interesado en la resoluci¨®n del jurado que seguir con la mirada a su esposa y asegurarle con un gesto rom¨¢ntico su amor eterno. As¨ª concluy¨® el juicio del narco m¨¢s famoso de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, un show convertido en temporada medi¨¢tica, a pesar de que todos d¨¢bamos por descontado el final: veredicto de culpabilidad y muy probable sentencia a cadena perpetua.
Es un show que, por desgracia, confirma todos los clich¨¦s tan convenientes y acomodaticios para las buenas conciencias norteamericanas en el tema de las drogas: en efecto, las pruebas y testimonios muestran que los narcos mexicanos son sanguinarios, astutos, maestros en el arte de corromper autoridades, hombres todopoderosos que dominan a Gobiernos endebles. Pero sobre todo, confirma lo que las series de televisi¨®n han mostrado una y otra vez: los capos latinoamericanos son responsables del tr¨¢fico de drogas que victimiza a tantos estadounidenses.
Como todos los clich¨¦s, este tambi¨¦n pone en evidencia tanto como lo que esconde. Porque, es cierto, resulta imposible negar despu¨¦s de dos fugas de la prisi¨®n (tambi¨¦n cinematogr¨¢ficas) y una vigencia de 25 a?os, que la justicia mexicana simple y sencillamente no pod¨ªa en contra del l¨ªder del cartel de Sinaloa. O para decirlo r¨¢pido, que no puede en contra del crimen organizado.
Todo ello es cierto, pero solo es una parte del fen¨®meno. El clich¨¦ convierte a los capos en origen y explicaci¨®n del tr¨¢fico de drogas, cuando en realidad no son m¨¢s que el instrumento al que recurre la realidad para satisfacer una necesidad, el consumo, expresado en una derrama descomunal cifrada entre 20.000 y 40.000 millones anuales de d¨®lares, seg¨²n la fuente que se utilice.
La narrativa con la que se justifica el juicio en contra de El Chapo en Nueva York, al margen de su correlato jur¨ªdico, se centra en los cr¨ªmenes cometidos en contra de los ciudadanos de aquel pa¨ªs. Como si se tratase de una fuerza sat¨¢nica, prohijada en tierras sin ley ni Dios, que asciende a la superficie, cruza la frontera y llega al mundo pr¨ªstino y civilizado a pervertir a sus habitantes.
Para muchos mexicanos, el fen¨®meno opera justamente al rev¨¦s. La ley nunca ha campeado en estos reinos, es cierto, pero fue el enorme flujo econ¨®mico procedente del norte y su terrible capacidad corruptiva lo que infiltr¨® a las polic¨ªas y puso de rodillas al sistema de justicia. Son las armas autom¨¢ticas introducidas clandestinamente por la frontera las que otorgan el poder de fuerza imbatible a los sicarios de los carteles. En suma, el verdadero combustible del tr¨¢fico de las drogas son las armas, el dinero y la adicci¨®n made in USA.
La realidad seguramente se encuentra en alg¨²n punto entre estas dos versiones. Cualquiera de ellas, por s¨ª misma, caricaturiza un fen¨®meno complejo que victimiza a unos y a otros. Por desgracia, lo que vimos durante el juicio de El Chapo fue justamente una sola de estas versiones.
Nada se dijo sobre el hecho de que la droga que pasa por la frontera debe recorrer ilegalmente miles de millas para llegar a Nueva York o Chicago por v¨ªas de comunicaci¨®n controladas por las supuestamente eficaces e incorruptibles autoridades estadounidenses. Se habla de la porosidad de la frontera mexicana que permite el trasiego desaforado de la coca¨ªna o la pasta para la hero¨ªna, pero no se dice nada sobre la frontera estadounidense que permite el paso de armas y bultos de dinero, m¨¢s voluminosos que la droga misma.
Pero los fiscales neoyorquinos estaban el negocio de ver la paja en ojo ajeno, no la viga en el propio. La revelaci¨®n en varios cap¨ªtulos del tri¨¢ngulo amoroso entre El Chapo, su amante y su esposa, ofreci¨® a los medios de comunicaci¨®n la vertiente melodram¨¢tica para sostener la atenci¨®n y los ratings imprescindibles. Pero sobre todo permiti¨® mantener el inter¨¦s en una historia que ten¨ªa como protagonista a un hombrecillo que en el fondo result¨® muy inferior a su leyenda. Cruel y rapaz, enamoradizo, provinciano y sentimental, pero sin m¨¢s profundidad que su tozudez para deshacerse del rival en turno y para fornicar con la mujer que se pusiera en su camino.
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