El s¨ªndrome de Colombia (Macondo, costa Atl¨¢ntica)
Me temo que esta violencia ha sido engendrada por nuestra tradici¨®n religiosa
Ya han dicho tres papas que el infierno es ¡°un fuego interior¡±. Garc¨ªa M¨¢rquez dej¨® en claro, antes de irse a su cielo, que el polvoriento Macondo era ¡°un estado de ¨¢nimo¡±. Puede decirse sin ning¨²n temor a los clich¨¦s, pues, que Colombia no es una naci¨®n, sino una enfermedad mental: un s¨ªndrome. Si no es as¨ª, si las guerras degradadas de estas siete d¨¦cadas no han ido dejando una sociedad traumatizada e impune que a¨²n no ha tenido tiempo para la terapia, entonces ?por qu¨¦ esta violencia diagnosticada hasta la n¨¢usea sigue siendo una pandemia?, ?por qu¨¦ los abusos contra las mujeres crecen en todo el territorio seg¨²n las cifras de Medicina Legal?, ?por qu¨¦ un informe nuevo de la ONG Save the Children se?ala al pa¨ªs como el segundo del mundo con m¨¢s homicidios de ni?os?
?Por qu¨¦ ha podido empotrarse en este Gobierno una minor¨ªa capaz de violentar ¨Cen una misma semana¨C a los 193 pa¨ªses de la ONU, a The New York Times, a EL PA?S, al Banco de la Rep¨²blica, a las altas cortes colombianas, a todo aquel, en fin, que ejerza la tarea de la fiscalizaci¨®n?
Me temo que esta violencia ha sido engendrada por nuestra tradici¨®n religiosa. Colombia no fue educada, no, fue evangelizada hasta criar una cultura en la que se habla de ¡°la Violencia¡± como una bestia del mal para que no sea un problema de nosotros sino para nosotros; una cultura en la que se ve la necesidad de erradicar ¨Cen palabras del historiador Jorge Orlando Melo¨C ¡°las formas del pensamiento contrarias a la tradici¨®n cat¨®lica e hisp¨¢nica¡±, y se justifica la barbarie contra aquellos que no se han sumado a una Verdad que va tambi¨¦n con V may¨²scula porque vino de arriba. Nos han gustado los uniformes, de las sotanas a las camisetas de la selecci¨®n, porque durante siglos nos han ense?ado a prevalecer, porque nos han convencido de que, como la verdad religiosa, cualquier verdad tiene que ser la verdad para todos.
Quiz¨¢s, si la idea es acabar con la cultura de la dominaci¨®n, sea un giro importante que se revelen los abusos de los curas colombianos. Duele de la garganta al est¨®mago el informe del diario El Tiempo, de hace un par de semanas, sobre los procesos penales de pederastia contra 57 curas colombianos: ¡°Apenas 57¡¡±, se dice en el principio. Y duele, s¨ª, porque hay sacerdotes leales, porque se supone que la casa de Dios es un refugio, porque Colombia ha vuelto al catolicismo una y otra vez, a pesar de las evidencias y de los horrores humanos, como al alma de su cuerpo, como a la realidad de su naci¨®n. Y que haya ¡°apenas 57¡± procesos significa que el infierno se est¨¢ revelando hasta ahora, pero que ya puede decirse, me temo, que aqu¨ª hay demasiados esp¨ªritus torturados por curas traidores.
Repito ¡°me temo¡±, con voz de que querr¨ªa que fuera diferente, pues desde que tengo memoria llevo adentro plegarias e im¨¢genes del catolicismo, he visto a sacerdotes de verdad dar sus vidas por otras, y s¨¦ que gracias a monse?or Germ¨¢n Guzm¨¢n, que recorri¨® el pa¨ªs de 1958 a 1962 para describir sin eufemismos la org¨ªa de sangre y v¨ªsceras de la ¨¦poca de la Violencia bipartidista, sabemos que s¨®lo hemos sido capaces de ver la brutalidad ajena. Me temo que aquellos curas que se permitieron abusar sexualmente de aquellos ni?os, encubiertos por una cultura acostumbrada a la subyugaci¨®n, se dijeron a s¨ª mismos que violaci¨®n y tortura y barbarie y crueldad es lo que cometen los otros. Me temo que el tono condescendiente de ciertos sacerdotes, que creen en la tolerancia hasta que amenaza su poder, es el tono de ciertos pol¨ªticos inoculados en este Gobierno.
Y que su man¨ªa de callar a los cr¨ªticos sigue forz¨¢ndonos a ser un estado de la mente, un infierno o un coraje, que hace rato se gan¨® el derecho de ser un pa¨ªs.
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