Un horizonte de fosas clandestinas
Los trabajos de identificaci¨®n en el mayor cementerio clandestino de M¨¦xico ahondan en la incertidumbre de las familias, que prometen seguir buscando a sus desaparecidos
La noche transcurre entre cigarros y m¨¢s cigarros y pl¨¢ticas que no terminan porque no hay c¨®mo terminarlas, porque despu¨¦s de una idea se hace hueco la siguiente, despu¨¦s de un dolor aparecen m¨¢s: ?qu¨¦ le habr¨¢n hecho a mi hijo?, ?d¨®nde se lo llevaron?, ?qu¨¦ fue lo que pas¨®?, ?por qu¨¦? As¨ª pasan las horas en casa de Rosal¨ªa Castro, envueltas en volutas de humo y el rumor de una lluvia que inunda poco a poco las veredas. Diluvia en el Puerto de Veracruz, el calor es asfixiante. La se?ora Castro, de 63 a?os, una mujer hecha de orgullo y dignidad, saca su celular y muestras fotos de unas fosas, ya tapadas. Cada una tiene su n¨²mero: uno, dos, tres, as¨ª hasta 156. La pantalla de su tel¨¦fono parece un mosaico de fotos de pollitos, pero el color amarillo de las im¨¢genes es en realidad la pintura con que han escrito el n¨²mero de cada fosa sobre trozos de cemento. As¨ª es hoy Colinas de Santa Fe, un cementerio amarillo, vac¨ªo, rescatado del olvido.
En el listado de horrores que acumula M¨¦xico desde hace ya m¨¢s de una d¨¦cada, las fosas de Colinas ocupan un lugar destacado, quiz¨¢ cerca de la desaparici¨®n forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014 o las masacres de migrantes en Tamaulipas unos a?os antes. Colinas es el mayor cementerio clandestino jam¨¢s encontrado en M¨¦xico: 156 fosas, al menos 298 cuerpos -o identidades, porque el n¨²mero refiere en realidad a los cr¨¢neos hallados en las fosas- miles de fragmentos de hueso, ropa, basura... Un cementerio clandestino usado por criminales, a veces con uniforme y otras sin ¨¦l. En Veracruz, como en otros Estados de M¨¦xico, la l¨ªnea entre delincuentes y autoridades no es siempre clara. A veces colaboran, a veces se dejan hacer. Pocas veces se castiga a los responsables. El hecho es que la desaparici¨®n forzada de personas se ha convertido en uno de los dramas de un pa¨ªs que no ve fin a la escalada de violencia. Son decenas de miles y sus familias los buscan en todas partes, vivas o muertas, en fosas, en lagos, en desiertos. En humedales plagados de mosquitos como Colinas de Santa Fe.?
Repasado el terreno varias veces, en abril concluyeron las labores de b¨²squeda en Colinas. Todo lo que hubo all¨ª ya est¨¢ fuera. La semana pasada, familiares de personas desaparecidas del Colectivo Solecito instalaron un memorial en el predio, asistieron a una misa, cerraron una temporada de sus vidas. El Solecito ha sido clave estos a?os para las b¨²squedas. Han forzado a las autoridades a actuar, han sido ejemplo de constancia. Gracias al colectivo, algunos ya han encontrado a sus hijos, hermanos, esposos, aunque la mayor¨ªa no lo ha hecho. De los 298 cr¨¢neos desenterrados, las autoridades apenas han podido identificar a 22. Por un lado, faltan perfiles gen¨¦ticos de familiares de personas desaparecidas, gente que no se ha acercado a las autoridades a dejar muestras de ADN, por miedo o el motivo que sea. Por otro, seg¨²n Lucy D¨ªaz, cabeza visible del Solecito, falta "voluntad pol¨ªtica de la Fiscal¨ªa". Sea como sea, no es ning¨²n secreto que M¨¦xico sufre una crisis forense de enormes proporciones. Faltan medios, profesionales e inversi¨®n. Por eso en junio, el encargado de la oficina de derechos humanos de la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n, Alejandro Encinas, anunci¨® una inyecci¨®n de 20 millones de d¨®lares para construir centros forenses y contratar profesionales.
La situaci¨®n con los dem¨¢s cementerios clandestinos de Veracruz es la misma que en Colinas. En el resto del pa¨ªs, igual. La lentitud en las identificaciones dificulta procesos psicol¨®gicos ya de por s¨ª complicados, familias que un d¨ªa supieron que alguien se hab¨ªa llevado a los suyos. La impunidad en muchos de los casos es irritante. Las familias han pagado de sus bolsillos parte de las investigaciones para esclarecer lo ocurrido, correteando a los fiscales, exigi¨¦ndoles trabajo, haci¨¦ndoles de ch¨®fer, llevando y entregando oficios, buscando lomas, p¨¢ramos, desiertos donde buscar posibles fosas clandestinas. En el caso de Rosal¨ªa Castro, ella dice que al menos ha gastado un mill¨®n de pesos de su bolsillo, 50.000 d¨®lares.
?Y ahora? Ahora m¨¢s de lo mismo. El jueves pasado, la se?ora Castro dedic¨® la ma?ana a hacer "prospecciones", esto es, a localizar nuevos puntos de b¨²squeda cerca del Puerto, fijar los puntos en un mapa y mandar las coordenadas a la Fiscal¨ªa General de la Rep¨²blica. Entre los puntos que ya han visitado y los que tendr¨¢n que visitar son m¨¢s de 20.
"A m¨ª el miedo que me da es que me muera sin yo haber encontrado a Beto", dice. Roberto Carlos Casso, su hijo, que ahora debe tener 46 a?os, calcula la mujer, desaparecido junto a su novia, Cynthia Vicencio, el d¨ªa de Nochebuena de 2011, mientras conduc¨ªa del Puerto a Huatusco, su pueblo. "Este domingo me dio un ataque de ansiedad por primera vez", cuenta. Ella estaba justamente en Huatusco, en el bazar que puso para sacar algo de dinero y financiar las b¨²squedas. Lleg¨® un familiar, le habl¨® de una sobrina nieta que cumpl¨ªa a?os. Le mencion¨® el d¨ªa en que ella y Beto fueron a ver a la sobrina nieta cuando naci¨®, hace ocho a?os, que si se acordaba. Y c¨®mo no iba a acordarse, ?claro que lo recordaba! Solo que no evocaba esa imagen desde hac¨ªa mucho tiempo. Y aquel recuerdo, aquella visi¨®n inesperada de Beto le cay¨® de repente entre ceja y ceja y le quit¨® el aliento. Un ataque de p¨¢nico.
A casi ocho a?os de la desaparici¨®n de Beto no hay un solo detenido. Los fiscales han tenido pistas, pero ya sea por desidia, incapacidad, miedo o complicidad, no han hecho nada. Ha sido Castro quien ha investigado, quien pidi¨® los v¨ªdeos del banco del que sacaron dinero de la tarjeta de Cynthia el d¨ªa en que se los llevaron; quien recorri¨® todos lo dep¨®sitos vehiculares del Estado para encontrar el carro de Beto. Ha sido ella la que ha lidiado con el banco de su hijo, los pagos de su camioneta, de su casa; ella ha tenido que pedir el certificado de presunci¨®n de muerte de Beto, algo que le doli¨® en el alma, porque aunque sea exigua, guarda una peque?a esperanza de encontrarlo con vida. Pero lo pidi¨® para quedarse con las escrituras de la camioneta y la casa y as¨ª, en un tiempo, darle ambas cosas a su nieto, el hijo de Beto.
EL PA?S ha intentado entrevistar a Jorge Winckler, fiscal de Veracruz, para preguntarle por los avances en casos como el de la se?ora Castro, en la identificaci¨®n de restos, en las b¨²squedas y la localizaci¨®n de nuevos cementerios, pero no ha obtenido respuesta. Igualmente, este diario solicit¨® una entrevista con Patricia Trujillo, coordinadora de la divisi¨®n cient¨ªfica de la Polic¨ªa Federal, ahora en la Guardia Nacional, pero la Secretar¨ªa de Seguridad Ciudadana no ha dado permiso.
Corregir los errores del fiscal
Uno de los primeros cuerpos recuperados de Colinas fue el de Giovanni Palmeros. Desaparecido en enero de 2014 a manos de agentes de tr¨¢nsito de Boca del R¨ªo, municipio vecino del Puerto, el cuerpo de Giovanni apareci¨® en la fosa 21 de Colinas en octubre de 2016. Su padre, Ren¨¦, 61 a?os, explica que a¨²n tardaron un a?o en analizar los restos, identificarlos y avisarle. El 11 de octubre de 2017 le llamaron de Fiscal¨ªa. En noviembre le entregaron a su hijo.
La suerte que tuvo, dice el se?or Palmeros, es que Giovanni estaba solo en la fosa. Nada m¨¢s hab¨ªa un cr¨¢neo en la 21. Si hubiera habido m¨¢s de uno, piensa ¨¦l, quiz¨¢ habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil, se mezclan los ADN. Pero ¨¦l estaba solo.
El viernes pasado, en un caf¨¦ cerca de su casa, en un municipio cercano al Puerto, Palmero recordaba el d¨ªa en que fue a ver la dichosa fosa 21. Fue poco despu¨¦s de saber que hab¨ªan identificado los restos de Giovanni, durante una misa que ofrecieron en Colinas. Una misa para tomar fuerzas. "En esa ocasi¨®n nos afect¨® mucho", dice, "me asom¨¦ a la fosa, estuve ah¨ª encima".
El se?or Palmeros ha podido enterrar a su hijo, pero encara todav¨ªa una batalla judicial que se antoja largu¨ªsima. Ya se lo ha dicho el juez que lleva el caso: paciencia. Dos de los agentes est¨¢n presos, pero otros dos no. Hasta ahora se les imputaba un delito de desaparici¨®n forzada. Desde que apareci¨® el cuerpo de su hijo, tambi¨¦n de homicidio. El peso de la acusaci¨®n recae en buena parte sobre el trabajo que ¨¦l ha realizado estos a?os. De hecho el viernes por la ma?ana fue a ver al fiscal para repasar un escrito que este debe presentar ante el juez. Corregir los errores del fiscal.
Dice el soci¨®logo uruguayo Gabriel Gatti que "cuando alguien desaparece [cuando le desaparecen] todo significado se rompe. La desaparici¨®n de alguien quiebra el v¨ªnculo entre el nombre y el cuerpo, destruye su conexi¨®n con la comunidad y sus relaciones sociales. La intenci¨®n de las pol¨ªticas sobre la memoria es llenar el vac¨ªo con significado".
Visto en perspectiva, el escenario que enfrenta Ren¨¦ Palmeros es casi ideal. Ya encontr¨® a su hijo, se despidi¨®, ha podido cerrar esa parte. Pero en realidad, ¨¦l sabe que esto acabar¨¢ cuando se muera. Ya no es solo el proceso judicial, es la verdad. El derecho a saber la verdad, de llenar el vac¨ªo con significado. "?Qu¨¦ sucedi¨®?, ?qu¨¦ pas¨®?, ?por qu¨¦ se lo llevaron?, por qu¨¦ acab¨® en Colinas?", se pregunta.
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