Dos sistemas y un dolor de cabeza
La tensi¨®n entre China y Taiw¨¢n se encuentra en niveles m¨¢ximos tras varias incursiones de los aviones de Pek¨ªn en las cercan¨ªas de la isla
En la arena, a la distancia justa del agua para no mojarse, parejas de novios en traje de boda que fotograf¨ªan su gran d¨ªa; familias enteras se mojan los pies, sin querer adentrarse m¨¢s entre las olas; grupos de ni?os juegan a construir castillos. Ondean banderas nacionales rojas de estrellas amarillas: acaba de celebrarse el D¨ªa Nacional. Esta playa de la ciudad de Xiamen es como tantas otras a lo largo de la costa china, pero su nombre, proclamado desde la calle en ideogramas rojos de varios metros de altura, env¨ªa un mensaje inequ¨ªvoco: ¡°Un Pa¨ªs, Dos Sistemas, Una Sola China¡±. El destinatario es un grupo de islas al otro lado de la bah¨ªa, las Kinmen, rodeadas de barricadas antidesembarco y sobre las que ondea la bandera de Taiw¨¢n, roja, azul y de sol blanco. Entre ambos territorios hay una distancia m¨ªnima, apenas dos kil¨®metros. Entre ambas banderas, un potencial m¨¢ximo de conflicto. Y estas semanas, el riesgo se ha vuelto a disparar.
La separaci¨®n entre Xiamen, de 3,7 millones de habitantes, y Kinmen, de 130.000 residentes, es una de esas anomal¨ªas dejadas por la Historia: cuando la guerra civil china se sald¨® con la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular y la huida del ej¨¦rcito del nacionalista Kuomintang a Taiw¨¢n, las tropas comunistas nunca tomaron esas islas, conocidas entonces en Occidente como Quemoy y que durante los a?os cincuenta y sesenta fueron constantemente bombardeadas desde el continente.
Los a?os de acercamiento entre ambos lados del estrecho durante el mandato del presidente Ma Ying-jeou, del Kuomintang, en Taiw¨¢n, multiplicaron los lazos entre esas islas diminutas y el continente. Kinmen recibe decenas de miles de turistas chinos al a?o; desde 2018, el continente le suministra el 30% de su agua corriente. Hasta que la pandemia interrumpi¨® el transporte entre ambas, Xiamen y su vecina se comunicaban por ferry 44 veces diarias.
¡°Por supuesto, alg¨²n d¨ªa estaremos completamente unificados. Eso est¨¢ muy claro¡±, asiente el se?or Xu, vendedor de gafas de sol en la playa de Xiamen que, quiz¨¢ sin darse cuenta, repite las declaraciones oficiales de Pek¨ªn acerca de que la unificaci¨®n es ¡°inevitable¡±. Unos metros m¨¢s all¨¢, un hombre en mono azul pasea con un altavoz entre los grupos de turistas, anim¨¢ndoles a mirar a Kinmen (?"Taiw¨¢n, vean Taiw¨¢n de cerca"!) a trav¨¦s de un catalejo, al m¨®dico precio de 10 yuanes (1,2 euros) por cinco minutos.
China considera a Taiw¨¢n parte inalienable de su territorio, y nunca ha renunciado a la fuerza para conseguirlo. Durante el mandato de Ma apost¨® por la v¨ªa de la seducci¨®n. Un aumento de los intercambios econ¨®micos y tur¨ªsticos que con el tiempo -razonaba- har¨ªa que la poblaci¨®n y la clase pol¨ªtica apoyasen la unificaci¨®n bajo la f¨®rmula ¡°Un Pa¨ªs, Dos Sistemas¡± que ya aplicaba para Hong Kong. Hoy, la relaci¨®n comercial supera los 150.000 millones de d¨®lares; en 2018, m¨¢s de 2,66 millones de turistas chinos visitaron Taiw¨¢n. La estrategia parece haberle dado resultado en Kinmen: sus residentes se cuentan entre los habitantes de Taiw¨¢n con una visi¨®n m¨¢s favorable de China. All¨ª, el Kuomintang, partidario de lazos m¨¢s intensos con Pek¨ªn, gana sistem¨¢ticamente cada convocatoria electoral. En el resto del territorio, los resultados son mucho m¨¢s cuestionables; el rechazo a ¡°Un Pa¨ªs, Dos Sistemas¡± es tajante, especialmente a la luz de c¨®mo se ha desmoronado ese principio en Hong Kong.
El triunfo de la presidenta Tsai Ing-wen, del Partido Dem¨®crata Progresista, en 2016 y, sobre todo, su aplastante reelecci¨®n el pasado mes de enero con la promesa de mantener las distancias con Pek¨ªn han cambiado las tornas. La isla alardea de sus credenciales democr¨¢ticas y su poblaci¨®n consolida su distanciamiento hacia China: m¨¢s de un 80% declara sentirse taiwan¨¦s y no chino. Las relaciones entre Pek¨ªn y Taip¨¦i han ido cada vez a peor, al tiempo que se han ido deteriorando los lazos entre Pek¨ªn y Washington. Mientras Estados Unidos y Taiw¨¢n se gui?an el ojo cada vez con m¨¢s arrobo -la Casa Blanca est¨¢ barajando nuevas ventas de armas, y una cincuentena de legisladores defiende la firma de un acuerdo comercial-, el Gobierno de Xi Jinping teme que el de Tsai quiera declarar formalmente la independencia, el mayor de los anatemas para China.
Y China saca cada vez m¨¢s a relucir su creciente poder¨ªo militar, mientras aumenta la presencia en la zona y en el mar del Sur de China de buques estadounidenses. Ha intensificado sus maniobras militares en las cercan¨ªas de la isla, admitiendo por primera vez que est¨¢n dirigidas contra posibles veleidades independentistas en Taiw¨¢n. En septiembre, a ra¨ªz de la visita de un alto funcionario del Departamento de Estado de EEUU, sus aviones han efectuado continuas incursiones en lo que Taip¨¦i considera su espacio a¨¦reo. Despu¨¦s de que sus cazas la cruzaran, Pek¨ªn ha declarado inexistente la mediana sobre el estrecho, la l¨ªnea que marca de manera oficiosa la frontera y que ambos ej¨¦rcitos han respetado t¨¢citamente. Una acci¨®n m¨¢s tajante -quiz¨¢ la toma de los distantes islotes Pratas, al sur de Taiw¨¢n- ya no es totalmente inimaginable, conjeturan los expertos.
El ministro de Exteriores taiwan¨¦s, Joseph Wu, ha asegurado al Yuan Legislativo, el Parlamento de la isla, que Taiw¨¢n es el pr¨®ximo objetivo de China, y las incursiones representan una ¡°grave amenaza¡± para la paz y la estabilidad en el estrecho. En Pek¨ªn, el viceministro Wang Yang sostiene que en Taiw¨¢n el independentismo ¡°es un camino a ninguna parte¡±.
Para China, y para su Partido Comunista, el ¡°problema taiwan¨¦s¡± es una cuesti¨®n existencial. ¡°Representa el asunto no resuelto de la guerra civil, y por tanto implica la legitimidad y la supervivencia del Partido¡±, ha escrito en The National Interest Paul Heer, antiguo alto funcionario para Asia Oriental de la inteligencia estadounidense. La unificaci¨®n -por la v¨ªa que sea- antes de que en 2049 se cumpla el primer centenario de la Rep¨²blica Popular supondr¨ªa, a ojos de Pek¨ªn, la recuperaci¨®n del ¨²ltimo territorio perdido durante su ¡°siglo de humillaci¨®n¡± a manos occidentales.
Adem¨¢s del orgullo nacional, Taiw¨¢n representa una pieza clave en el tablero geoestrat¨¦gico de Asia. El ¡°portaaviones insumergible¡±, como la describi¨® el general Douglas McArthur, guarda la llave de la salida al mar de China: es el cerrojo de la primera cadena de islas -gobernadas por capitales afines a Estados Unidos- que se interpone en el acceso de la flota china al Pac¨ªfico. Y viceversa: un Taiw¨¢n del lado de Pek¨ªn podr¨ªa impedir el paso a los portaaviones estadounidenses, interrumpir las rutas mar¨ªtimas japonesas o emplearse como base para lanzar ataques contra posiciones enemigas.
Los analistas consideran que, de momento, es improbable que China opte por la v¨ªa militar para desatar un conflicto con Taiw¨¢n que arrastrar¨ªa a Estados Unidos: el coste militar, humano y en sus relaciones internacionales ser¨ªa demasiado alto. El propio Ministerio de Defensa en la isla reconoce que, de momento, no hay se?ales de movilizaci¨®n a la vista. Estados Unidos, obligado por ley a acudir en asistencia de su aliado, tampoco tiene apetito por desatar un conflicto abierto. M¨¢s probable -y no poco peligroso, a ojos de Taipei- es un ciberataque masivo, que podr¨ªa tener consecuencias catastr¨®ficas para una econom¨ªa tan dependiente de la tecnolog¨ªa como la taiwanesa, hogar de fabricantes como Asus o Acer. ¡°Pero con el aumento de la actividad del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n (PLA) existe el riesgo de que la situaci¨®n pudiera escalar, y poner a prueba tanto al Gobierno de Taiw¨¢n como a la nueva Administraci¨®n estadounidense¡±, opinaba Philippe Le Corre, de la Fondation pour la Recherche Estrategique (FRI) en Par¨ªs, en una videoconferencia esta semana.
Dado lo que est¨¢ en juego, la tensi¨®n va a continuar, al menos, hasta las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Y, dado que la creciente hostilidad hacia China es algo que comparten republicanos y dem¨®cratas, probablemente m¨¢s all¨¢. La presidenta Tsai tiene por delante a¨²n casi cuatro a?os de mandato.
¡°China cuenta con opciones reales, un r¨¦cord de riesgo calculado durante el mandato de Xi Jinping, una preocupaci¨®n profunda sobre el futuro rumbo de las relaciones entre Estados Unidos y Taiw¨¢n, y una escasez de alternativas realistas m¨¢s amables para ¡®seducir¡¯, dado el rechazo del ¡®Un pa¨ªs, Dos sistemas¡¯, en Taiw¨¢n. Esta combinaci¨®n ¨²nica de factores hace una escalada probable, aunque no segura¡±, ha escrito Mathieu D?chatel, director para Asia del Instituto Montaigne, en un an¨¢lisis.
Frente a Kinmen, en la playa, las familias aprovechaban la semana de fiesta por el D¨ªa Nacional y un d¨ªa sin nubes. El hombre de mono azul continuaba, infatigable, sus paseos de promoci¨®n del catalejo: ¡°?Taiw¨¢n, vean Taiw¨¢n, vean Taiw¨¢n de cerca!¡±.
Desequilibrio militar
Las incursiones militares de China en las cercan¨ªas de Taiw¨¢n no solo representan una advertencia. Tambi¨¦n permiten al Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n chino obtener valiosos datos sobre las fuerzas taiwanesas, incluida su velocidad y capacidad de reacci¨®n. ¡°Las operaciones, destinadas a recabar datos de inteligencia, sobre las fuerzas de Taiw¨¢n, EE UU y Jap¨®n, incluidas sus actividades submarinas, el despliegue de sus tropas y las localizaciones de sus instalaciones militares, preparar¨¢n al Ej¨¦rcito para una posible batalla en el futuro¡±, admit¨ªa el peri¨®dico Global Times, propiedad del Partido Comunista. Las misiones tienen tambi¨¦n un objetivo de desgaste: cada vez que los aviones chinos rebasan la mediana sobre el estrecho, los cazas taiwaneses deben salir a interceptarlos, algo que conlleva un fuerte coste econ¨®mico, consume vida ¨²til de los aviones y cansa a sus pilotos, constantemente en alerta. ¡°Cada vez que los aviones comunistas hostigan a Taiw¨¢n, nuestra fuerza a¨¦rea debe sobrevolar el cielo, y es algo extremadamente costoso¡±, se ha lamentado el primer ministro de la isla, Su Tseng-chang.
Protegida por el poder¨ªo estadounidense y sus armas ¡ªen la ¨²ltima d¨¦cada, Washington le ha vendido cerca de 20.000 millones de euros en equipos de defensa¡ª, Taiw¨¢n cuenta con una fuerza muy inferior a la de China, el segundo pa¨ªs del mundo por gasto militar. La isla apenas tiene de 23 millones de habitantes suma cerca de 290.000 soldados, una d¨¦cima parte de los 2,1 millones de efectivos del Ej¨¦rcito chino.
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