Las afganas temen una paz que las devuelva al ¡®burka¡¯
Las mujeres desconf¨ªan de cualquier acuerdo que no garantice los derechos logrados desde 2001


M¨¢s a¨²n que los hombres, las afganas comparten la satisfacci¨®n generalizada de su pa¨ªs ante la posibilidad de que la tregua de la semana pasada se transforme en un alto el fuego definitivo. Son tambi¨¦n las m¨¢s precavidas ante un acuerdo de paz que supone el regreso de los talibanes. Durante los cinco a?os que estuvieron en el poder, prohibieron la presencia de las mujeres en el espacio p¨²blico, priv¨¢ndolas del derecho a la educaci¨®n, al trabajo e incluso a la risa. Nadie puede garantizarles que no habr¨¢ un retroceso en los avances que, a pesar de todo, han logrado desde que Estados Unidos derrib¨® al r¨¦gimen talib¨¢n en 2001.
Algunos grupos de mujeres activistas han organizado reuniones expresando su apoyo a la tregua y a una paz duradera. Aun celebrando ese paso, otras consideran que una reducci¨®n de violencia no es suficiente. Temen que los fr¨¢giles avances conseguidos bajo la Constituci¨®n democr¨¢tica de 2004, que por primera vez garantiz¨® la igualdad de derechos para las afganas, se sacrifiquen en aras de intereses pol¨ªticos ajenos.
¡°No me preocupa que se viole la actual tregua parcial. No me preocupan los siete d¨ªas. Lo que me preocupa son los pr¨®ximos siete meses y los pr¨®ximos siete a?os. A medida que las tropas estadounidenses comiencen su probable retirada de Afganist¨¢n, muchos afganos esperan que 2020 no se parezca al comienzo de la d¨¦cada de 1990, cuando la guerra civil y las fuerzas extremistas llegaron a dominar nuestra pol¨ªtica y nuestras vidas¡±, escrib¨ªa recientemente Wazhma Frogh, directora de la Organizaci¨®n de Estudios sobre Mujer y Paz de Kabul, en un art¨ªculo de opini¨®n para la web de la CNN.
De hecho, Estados Unidos ha dejado la negociaci¨®n de los derechos de las mujeres al di¨¢logo interafgano que debe iniciarse a partir de ahora. Los antecedentes no son halag¨¹e?os. Durante las reuniones que los extremistas han tenido con representantes de la sociedad civil a lo largo del ¨²ltimo a?o, dijeron que respetaban el derecho de las afganas a la educaci¨®n, el trabajo y la salud, pero solo ¡°dentro de los l¨ªmites de la ley isl¨¢mica y de la cultura afgana¡±.
Para muchas activistas eso resulta demasiado ambiguo. ¡°He o¨ªdo diferentes puntos de vista sobre las ense?anzas isl¨¢micas a diferentes acad¨¦micos. Los talibanes siguen interpretaciones extremas del Cor¨¢n¡±, ha declarado a la BBC la diputada Fawzia Koofi, una de las dos mujeres que participaron en esas conversaciones con representantes del grupo. La versi¨®n talib¨¢n de la ley isl¨¢mica (Shar¨ªa) inclu¨ªa la flagelaci¨®n, las amputaciones y la pena de muerte por lapidaci¨®n, castigos que ponen los pelos de punta no solo a las feministas, sino a todos los defensores de los derechos humanos.
Maestras
Significativamente, en las zonas de Afganist¨¢n controladas por los talibanes (casi la mitad del pa¨ªs, aunque no las ¨¢reas m¨¢s pobladas), las mujeres siguen privadas de sus derechos b¨¢sicos y en cuanto las ni?as llegan a la pubertad (entre los 9 y los 12 a?os), dejan de acudir a la escuela. En el informe La vida bajo el Gobierno talib¨¢n en la sombra, la investigadora Ashley Jackson no pudo encontrar una sola escuela de secundaria para chicas en ninguna de las comarcas bajo influencia o control talib¨¢n. Tambi¨¦n constat¨® que a las ni?as se les pide que no acudan a clase con uniforme, sino cubiertas con un burka o un chador, que no lleven tel¨¦fonos m¨®viles o que se eduquen en escuelas cor¨¢nicas en vez de centros oficiales. Pero el mayor problema es disponer de maestras, ya que pocas ense?antes quieren ejercer bajo la f¨¦rula de los talibanes, quienes siguen empe?ados en que las mujeres no vayan solas al mercado.
¡°?C¨®mo van a hacer los talibanes, con sus normas obsoletas y retr¨®gradas, para reconciliar sus creencias con el Afganist¨¢n actual?¡±, se preguntaba Frogh, la activista antes citada.
Un 70% de los 38 millones de afganos tiene menos de 30 a?os, lo que significa que carece de una memoria directa de lo que supuso el Emirato Isl¨¢mico de Afganist¨¢n, como los talibanes denominaron su r¨¦gimen. Las nuevas generaciones de afganos, chicas y chicos, han crecido en un ambiente muy distinto a pesar de la violencia. El acceso a la educaci¨®n ha sido clave. Pero tambi¨¦n la televisi¨®n (prohibida durante el Gobierno de los extremistas), los tel¨¦fonos m¨®viles e Internet, que han acabado con el aislamiento de los j¨®venes incluso en las zonas rurales, donde a¨²n viven dos tercios de la poblaci¨®n.
Las afganas han dejado claro que quieren la paz. Pero no a cualquier precio. ¡°No queremos ser v¨ªctimas de la paz¡±, declaraba Koofi a EL PA?S el a?o pasado, cuando empez¨® a hablarse del acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes. Para ella, como para el resto, la paz ¡°significa vivir con dignidad, justicia y libertad¡±.
El portavoz talib¨¢n en Doha, Sohail Shaheen, ha dicho este s¨¢bado que ¡°quienes est¨¢n contra la paz est¨¢n usando los derechos de las mujeres para hacer fracasar las negociaciones¡±. No est¨¢ claro hasta qu¨¦ punto ellos est¨¢n dispuestos a respetarlos una vez que se incorporen a la vida pol¨ªtica.
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