El Papa reclama unidad a su Curia en plena batalla ideol¨®gica con el sector m¨¢s conservador de la Iglesia
Francisco pide a los miembros del Gobierno del Vaticano en su discurso navide?o que eviten crear ¡°divisiones, facciones y enemigos¡± y critica el tradicionalismo
El Papa suele utilizar su tradicional discurso navide?o a la Curia para llamar al orden a su ej¨¦rcito. Esta ocasi¨®n en la que felicita las fiestas a los miembros del Gobierno de la Iglesia sirve para dar un repaso de los males que aquejan a la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Este a?o, el noveno de su pontificado, Bergoglio ha llamado a la unidad en sus filas y ha pedido que se evite caer en ¡°divisiones, facciones y enemigos¡±. De fondo est¨¢ la guerra ideol¨®gica que atraviesa la instituci¨®n religiosa entre las distintas corrientes y especialmente la del sector ultraconservador contra Francisco. ¡°Si el Evangelio proclama la justicia, nosotros debemos ser los primeros en intentar vivir con transparencia, sin favoritismos ni grupos de influencia¡±, se?al¨® el pont¨ªfice el jueves en su alocuci¨®n en el Aula de las Bendiciones.
El Papa argentino soporta una de las luchas internas m¨¢s violentas de las ¨²ltimas d¨¦cadas en el catolicismo. El sector m¨¢s conservador, sobre todo de Europa y Am¨¦rica del Norte, ha cuestionado abiertamente sus reformas, parte de su magisterio, la profundidad de su pensamiento teol¨®gico o el di¨¢logo con otras confesiones. Ha tratado, en definitiva, de bloquear cualquier apertura en la Iglesia. La tensi¨®n ha llegado en ocasiones a tales cotas que los detractores del pontificado, especialmente los de derechas, incluso han evocado un cisma por la feroz oposici¨®n a los cambios que Francisco est¨¢ intentando introducir.
El Pont¨ªfice propuso en su discurso la dualidad entre complicidad y colaboraci¨®n: ¡°La complicidad crea divisiones, facciones y enemigos; la colaboraci¨®n exige la grandeza de aceptar la propia parcialidad y la apertura al trabajo en equipo, incluso con aquellos que no piensan como nosotros¡±, apunt¨®. E inst¨® tambi¨¦n a los responsables de la Iglesia a ¡°construir relaciones que vayan m¨¢s all¨¢ del mero trabajo y fortalezcan los v¨ªnculos de bien ayud¨¢ndonos mutuamente¡±, ya que ¡°sin esto, corremos el riesgo de ser solo extra?os que trabajan juntos, rivales que intentan posicionarse mejor o, peor a¨²n, all¨ª donde se crean relaciones, estas parecer¨ªan tomar el aspecto de la complicidad por intereses personales, olvidando la causa com¨²n que nos mantiene unidos¡±.
Francisco siempre ha aprovechado este discurso navide?o tambi¨¦n para mandar un recado a la Curia y denunciar las resistencias que ha encontrado a sus esfuerzos por reformar y revitalizar los ¨®rganos de Gobierno y la Iglesia cat¨®lica en general. En esta ocasi¨®n ha repetido su llamamiento a los cl¨¦rigos de mentalidad tradicional para que dejen de vivir en el pasado, alegando que su obstinaci¨®n con la vieja doctrina y la liturgia antigua ocultan una ¡°mundanidad espiritual¡± que est¨¢ corrompiendo la instituci¨®n y que ¡°a diferencia de todas las otras tentaciones es dif¨ªcil de desenmascarar¡±. ¡°Est¨¢ cubierta de todo lo que normalmente nos da seguridad: nuestro cargo, la liturgia, la doctrina, la religiosidad¡±, ha a?adido. Adem¨¢s, ha agregado Francisco, ¡°las seguridades son el fruto m¨¢s perverso de la mundanidad espiritual, que revelan la falta de fe, esperanza y caridad, y se convierten en incapacidad de saber discernir la verdad de las cosas¡±.
El Papa ha dado este a?o un gran paso para poner cerco al ala tradicionalista de la Iglesia, con la limitaci¨®n de la celebraci¨®n de las misas antiguas en lat¨ªn, seg¨²n el rito anterior al Concilio Vaticano II, que hasta ahora segu¨ªan realizando grupos conservadores y del sector ultraderechista. Este movimiento, con enorme calado doctrinal e ideol¨®gico, ha generado un aluvi¨®n de interpelaciones de obispos de todo el mundo. La semana pasada, en respuesta, el Papa intensific¨® las restricciones con un nuevo conjunto de normas pr¨¢cticas que proh¨ªben incluso la publicaci¨®n de los horarios de la misa tridentina en los boletines parroquiales.
Francisco se ha revuelto contra la idea preestablecida de que los llamados tradicionalistas son los guardianes de las esencias de la Iglesia aut¨¦ntica. Para el Papa, la ¨²nica forma de custodiar la tradici¨®n pasa por la unidad y ¨¦l ve en este tipo de ritos antiguos una amenaza que genera divisiones.
En su discurso navide?o Francisco ha insistido: ¡°Recordar no es repetir, sino atesorar, reavivar. Para que recordar no se convierta en una prisi¨®n del pasado, necesitamos otro verbo: generar¡±. Y ha advertido: ¡°Estamos llamados a recordar y a generar, estamos llamados a volver a encontrar la relaci¨®n justa con las ra¨ªces y con las ramas; sin ellas estamos enfermos y destinados a desaparecer¡±.
Tambi¨¦n ha se?alado que los orgullosos que se quedan anclados en el pasado, ¡°encerrados en su peque?o mundo, no tienen m¨¢s pasado ni futuro, no tienen m¨¢s ra¨ªces ni ramas y viven con el sabor amargo de la tristeza est¨¦ril que se adue?a del coraz¨®n como el m¨¢s preciado de los elixires del demonio¡±. Y ha agregado: ¡°El humilde genera, invita y empuja hacia aquello que no se conoce; el soberbio, en cambio, repite, se endurece y se encierra en su repetici¨®n, se siente seguro de lo que conoce y teme a lo nuevo porque no puede controlarlo, lo hace sentir desestabilizado, porque ha perdido la memoria¡±. Adem¨¢s, ha puntualizado el Pont¨ªfice, ¡°el que est¨¢ replegado en s¨ª mismo no aprende de sus pecados ni est¨¢ aut¨¦nticamente abierto al perd¨®n. Es una tremenda corrupci¨®n con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de s¨ª¡±.
Francisco ha instado a los cardenales, obispos y bur¨®cratas del Vaticano a abrazar la humildad y ha alegado que el orgullo, el inter¨¦s propio y el ¡°brillo de nuestra armadura¡± est¨¢ pervirtiendo sus vidas espirituales y corrompiendo la misi¨®n de la iglesia. Y ha llamado la atenci¨®n a los cl¨¦rigos llenos de orgullo que se esconden detr¨¢s de las tradiciones cat¨®licas en lugar de buscar a los m¨¢s necesitados con humildad.
El Papa les ha reclamado que dejaran de esconderse detr¨¢s de la ¡°armadura¡± de sus t¨ªtulos y que reconocieran que ellos, al igual que el personaje b¨ªblico de Naam¨¢n, un general rico y condecorado, eran leprosos que necesitaban curarse. ¡°Uno no puede pasar la vida escondi¨¦ndose detr¨¢s de una armadura, de un rol, de un reconocimiento social. Llega un momento, en la existencia de cada uno, en el que se siente el deseo de no vivir m¨¢s detr¨¢s del revestimiento de la gloria de este mundo, sino en la plenitud de una vida sincera, sin m¨¢s necesidad de armaduras y de m¨¢scaras¡±, ha lanzado el Pont¨ªfice.
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