?La historia rima? Lecciones de la Guerra de Invierno de 1939 de Rusia contra Finlandia
La invasi¨®n de Ucrania por parte de Putin recuerda los enfrentamientos del Ej¨¦rcito Rojo con las fuerzas finlandesas en el siglo pasado, en los que Helsinki no cedi¨® al autoritarismo de Stalin y logr¨® preservar su soberan¨ªa pese a perder el 10% de su territorio
La invasi¨®n rusa de Ucrania muestra una vez m¨¢s que la memoria puede convertirse en un arma de guerra. El recuerdo mitificado de la II Guerra Mundial por parte de la Rusia de Vlad¨ªmir Putin sirve de justificaci¨®n a su agresi¨®n: se tratar¨ªa de librar a sus hermanos eslavos de un Gobierno t¨ªtere de la OTAN y en manos de neonazis, que predica el revisionismo hist¨®rico y niega el inmenso sacrificio sovi¨¦tico de 1941-45, exaltando de paso a unos miles de colaboracionistas profascistas. Este mensaje encaja muy bien con la visi¨®n de la Gran Guerra Patri¨®tica que se propaga en la esfera p¨²blica rusa desde hace dos d¨¦cadas: una guerra justa, protagonizada por el pueblo ruso/sovi¨¦tico contra un agresor externo, con inicio el 22 de junio de 1941.
Es una narrativa con sombras y olvidos interesados. Entre ellos, que la URSS tambi¨¦n fue un poder agresor entre septiembre de 1939 y el 21 de junio de 1941, al amparo del pacto germano-sovi¨¦tico. Stalin ocup¨® primero Polonia oriental, que entonces comprend¨ªa territorios hoy pertenecientes a Bielorrusia y Ucrania occidental. Entre julio y agosto de 1940 ocup¨® las tres rep¨²blicas b¨¢lticas, tras imponerles un ultim¨¢tum. Los presidentes autoritarios de Estonia y Letonia fallecieron en cautiverio sovi¨¦tico, uno en un manicomio y otro deportado en Turkmenist¨¢n. Pero si la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de Polonia oriental cost¨® pocas bajas al Ej¨¦rcito Rojo, y ninguna las de los pa¨ªses b¨¢lticos, la historia en Finlandia fue muy distinta.
Finlandia, cuyos l¨ªderes han anunciado este jueves su disposici¨®n a romper su tradicional neutralidad y entrar en la OTAN, hab¨ªa sido un caso peculiar. Por razones a¨²n poco claras, Lenin decidi¨® otorgar la independencia al pa¨ªs poco despu¨¦s de que los bolcheviques tomasen el poder. Esperaba que los socialdem¨®cratas (probolcheviques) del hasta entonces aut¨®nomo Gran Ducado de Finlandia pudiesen as¨ª tomar el poder, aplicando una premisa estrat¨¦gica de los revolucionarios rusos: favorecer las reivindicaciones nacionalistas y situarse a su cabeza all¨ª donde pod¨ªan contribuir a destruir el Estado burgu¨¦s.
Sin embargo, tras una corta pero cruenta guerra civil (enero-mayo 1918), los rojos fueron derrotados por los blancos finlandeses, encabezados por un militar perteneciente a la minor¨ªa suecohablante del pa¨ªs, Carl G. E. Mannerheim. Este era un general de la contrarrevoluci¨®n, prozarista en su momento, que acept¨® ayuda alemana, pero se benefici¨® de la inhibici¨®n de los bolcheviques rusos, ocupados en otros frentes. Mannerheim, nombrado regente, podr¨ªa haberse convertido en un presidente autoritario, como su coet¨¢neo h¨²ngaro, el almirante Horthy. Empero, tras aprobarse la Constituci¨®n y perder las elecciones presidenciales, se retir¨® a un segundo plano. Era anticomunista y no hac¨ªa ascos al fascismo; pero no secund¨® a su conmilit¨®n Kurt Wallennius en el intento de golpe de Estado de 1932.
La democracia finlandesa adolec¨ªa de las divisiones entre blancos y rojos, conservadores y socialdem¨®cratas. Quiz¨¢ por ello, intuyendo que una parte de la poblaci¨®n del pa¨ªs les apoyar¨ªa, Stalin decidi¨® atacar Finlandia el 30 de noviembre de 1939. Su objetivo era anexionarse todo el pa¨ªs, con la excusa de reivindicar la anexi¨®n de la multi¨¦tnica y fronteriza Carelia, en cuya parte sovi¨¦tica su r¨¦gimen hab¨ªa reprimido en los a?os anteriores la cultura finlandesa. El plan real era apropiarse de ricos recursos mineros, y enmendar as¨ª el ¡°error¡± de Lenin.
El mundo esperaba una r¨¢pida victoria del Ej¨¦rcito Rojo. Pero la movilizaci¨®n militar de la sociedad finlandesa, bajo el mando del recuperado Mannerheim, se uni¨® a una inteligente estrategia defensiva, que aprovechaba el conocimiento del terreno. El Ej¨¦rcito Rojo demostr¨® graves deficiencias estructurales, premonitorias de lo que le ocurrir¨ªa a?o y medio despu¨¦s: falta de mandos experimentados por efecto de las masivas purgas estalinistas en el cuerpo de oficiales, intromisi¨®n de mandos pol¨ªticos que generaban confusi¨®n, y t¨¢cticas inadecuadas en un terreno boscoso frente a un enemigo motivado y certero, que atacaba con grupos de esquiadores y se retiraba. David sufr¨ªa, pero resist¨ªa ante Goliat.
La ola de solidaridad con el pa¨ªs agredido en buena parte del mundo fue considerable. Los c¨¦lebres atletas ol¨ªmpicos finlandeses fueron recibidos por multitudes en Nueva York, para pasmo de los exiliados republicanos espa?oles. Peque?os contingentes de voluntarios acudieron a Finlandia; hasta el SEU falangista quiso enviar combatientes. Y, con pocas excepciones, los partidos comunistas, atados por el pacto germano-sovi¨¦tico, callaban.
Una naci¨®n orgullosa que defend¨ªa su independencia
La Guerra de Invierno, concluida con el Tratado de Mosc¨² del 13 de marzo de 1940, se sald¨® con una derrota victoriosa para los agredidos. Finlandia perdi¨® m¨¢s de la d¨¦cima parte de su territorio. Toda Carelia y sus recursos fueron anexionadas por la URSS, pero el pa¨ªs preserv¨® su soberan¨ªa. Adem¨¢s, la movilizaci¨®n nacionalista contra el ¡°enemigo hereditario¡± ayud¨® a resta?ar muchas de las heridas de la guerra civil de 1918. Las representaciones de la guerra exaltaron en lo sucesivo la unidad entre voluntarios campesinos y obreros, antiguos rojos y blancos: una naci¨®n orgullosa que defend¨ªa su independencia con su sangre.
Ese recuerdo legitim¨® la posterior participaci¨®n en la guerra germano-sovi¨¦tica desde junio de 1941. Las tropas finlandesas, otra vez lideradas por Mannerheim, invadieron la URSS desde el norte, para recuperar el territorio perdido 15 meses antes. Se pararon, salvo en algunos lugares, en la antigua frontera. A pesar de las presiones de Hitler, el ya provecto mariscal finland¨¦s se neg¨® a penetrar m¨¢s en territorio sovi¨¦tico, o a tomar parte de manera m¨¢s activa en el cerco de Leningrado. Tras cuatro a?os de guerra est¨¢tica, la ofensiva sovi¨¦tica del verano de 1944 oblig¨® al Gobierno de Helsinki a firmar un armisticio con Stalin, a expulsar de su territorio a las tropas alemanas estacionadas en Laponia, y a entablar negociaciones que, dirigidas de nuevo por Mannerheim, posibilitaron la subsistencia de Finlandia como Estado independiente, aunque neutral, reducido a las fronteras estipuladas en marzo de 1940.
Finlandia fue el ¨²nico Estado democr¨¢tico que particip¨® del lado alem¨¢n en la guerra germano-sovi¨¦tica. Y tras 1945 tambi¨¦n fue el ¨²nico agresor que mantuvo un recuerdo oficial positivo de la contienda, vista como una segunda parte de la Guerra de Invierno. Los monumentos a los ca¨ªdos en la llamada Guerra de Continuaci¨®n se superponen a los de la Guerra de Invierno, a menudo con la inscripci¨®n ¡°1939-45¡å, que incluye los escasos combates contra los alemanes. Decenas de estatuas y cenotafios en memoria de los ca¨ªdos en las dos guerras presiden los cementerios del pa¨ªs. Obras como Soldados desconocidos (1954), del escritor V?in? Linna, y sus diversas versiones f¨ªlmicas, son referencias obligadas de la cultura popular finlandesa hasta la actualidad, como lo es la obra Guerra de invierno (1984), de Anti Tuuri. Con matices, esas y otras obras y pel¨ªculas reproducen una narrativa patri¨®tica y positiva de las guerras contra los sovi¨¦ticos. Mannerheim, fallecido en 1951, fue venerado por casi todos como un estadista y militar patriota. Su recuerdo adquiri¨® incluso formas triviales en la cultura popular juvenil.
La historia no se repite; pero rima. Un ej¨¦rcito confiado en su superioridad armament¨ªstica y num¨¦rica incapaz de superar una resistencia tenaz y motivada. Una agresi¨®n exterior que une m¨¢s que nunca un pa¨ªs dividido por las secuelas de una guerra civil. El Gobierno de Helsinki no cedi¨® a tentaciones autoritarias, y la fama anterior de Mannerheim como ¡°carnicero de Tampere¡±, la represi¨®n contra los rojos en esa ciudad en 1918, fue oscurecida, tambi¨¦n para la izquierda finlandesa, por su papel de defensor de la independencia del pa¨ªs. Un Mannerheim muy conservador, pero que no quiso ser aut¨®crata; exzarista y de lengua sueca, y que hablaba ruso mejor que finland¨¦s. Interesantes paradojas.
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