Carlos Dada, director de ¡®El Faro¡¯: ¡°Mudarnos a Costa Rica implica salvar al peri¨®dico, alejarlo de las garras de Bukele¡±
El periodista, uno de los m¨¢s respetados de Latinoam¨¦rica, analiza en entrevista con EL PA?S la situaci¨®n del periodismo y la p¨¦rdida de garant¨ªas en El Salvador
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El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, intenta apagar la luz de El Faro, uno de los diarios digitales m¨¢s prominentes de Iberoam¨¦rica. Los periodistas y el director de la publicaci¨®n, Carlos Dada, lo saben muy bien y por eso en abril decidieron mudar su operaci¨®n administrativa a Costa Rica. El traslado no significa que El Faro y sus reporteros dejen o vayan a dejar de estar y escribir sobre El Salvador, a pesar de haber sido v¨ªctimas de espionaje con el software Pegasus, de una propaganda difamatoria, del acoso de Hacienda y se?alamientos de todo tipo de delitos. En los ¨²ltimos meses, en cambio, han destapado casos de corrupci¨®n y la respuesta del oficialismo ha sido la ¨²nica que dan quienes no pueden refutar los hechos probados por el buen periodismo: el silencio y la descalificaci¨®n por cuenta de sus voceros oficiosos.
En esta entrevista con EL PA?S, Dada, uno de los periodistas m¨¢s respetados y experimentados de la regi¨®n, ahonda en los ataques que ha sufrido el periodismo por parte de la Administraci¨®n de Bukele. Advierte, adem¨¢s, sobre la dilapidaci¨®n de la poca democracia que queda en su pa¨ªs ante la eventual reelecci¨®n del popular presidente, un af¨¢n que viola la Constituci¨®n salvadore?a y que se afianza sobre el llamado r¨¦gimen de excepci¨®n, una estrategia de ¡°mano dura¡± que ha logrado ¡°desarticular¡± la violencia de las maras.
Pregunta. Seg¨²n el Gobierno, el r¨¦gimen de excepci¨®n ha tenido efectividad e incluso El Faro, en su momento, habl¨® de desarticulaci¨®n de pandillas, algo que ha sido bienvenido por los salvadore?os. ?Cree que sea el ant¨ªdoto final para la violencia de las maras?
Respuesta. No.
P. ?Por qu¨¦?
R. Las pandillas no bajaron de una nave espacial. Son la expresi¨®n m¨¢s violenta de una sociedad podrida. Voy a citar a monse?or Romero: ¡°Mientras no se solucionen las causas estructurales de la violencia, la violencia no ser¨¢ solucionada¡±. Esta declaraci¨®n de Romero, que es del contexto de la guerra civil, es de aplicaci¨®n universal. Lo que nosotros publicamos en El Faro es una fotograf¨ªa del momento. Ahora mismo, el r¨¦gimen de excepci¨®n ha desarticulado las pandillas. Pero, de nuevo, es una foto del momento. No sabemos si esto es una nueva realidad, porque el Estado a¨²n no ha llenado el vac¨ªo que dejan las pandillas. Tampoco ha atendido las graves causas econ¨®micas y sociales que les dieron origen. Por otro lado, el Gobierno de Bukele ha utilizado dos estrategias distintas para lidiar con las pandillas. Una, durante los tres primeros a?os, que fue negociar con ellas para bajar la tasa de homicidios y darle r¨¦ditos electorales a su partido, a cambio de beneficios para los l¨ªderes en las c¨¢rceles. Por ejemplo, negar su extradici¨®n a Estados Unidos e incluso liberar a algunos, como sucedi¨®. La siguiente, cuando esa negociaci¨®n se rompi¨®, ha sido la estrategia represiva. Ambas ya las vimos con Gobiernos anteriores: la negociaci¨®n y la represiva. En todos los casos nos dijeron que este era el fin de las pandillas. Sin embargo, lo que vimos fue exactamente lo contrario.
P. La otra cara del r¨¦gimen de excepci¨®n son las violaciones a los derechos humanos que se han denunciado, pero por ahora, al menos para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, eso pareciera no importar. ?Ve alg¨²n riesgo en ello?
R. ?Por supuesto! Bukele es un populista muy popular por lo siguiente: hay una buena parte de la poblaci¨®n salvadore?a que lleva a?os viviendo con una pistola en la cabeza que se la han puesto las pandillas. La mayor preocupaci¨®n de toda esa gente ha sido quitarse esa pistola de la cabeza. Es decir, que le dejen de cobrar extorsi¨®n, que no maten a sus hijos, que no violen a sus hijas... Todo lo dem¨¢s es secundario. El respeto a los derechos humanos, la democracia, todo eso es absolutamente secundario para la gente que vive en ese nivel de desesperaci¨®n. Y es normal. Es lo natural. Bukele es un maestro como no hay, creo yo, ning¨²n otro pol¨ªtico en Am¨¦rica Latina: conecta directamente con las emociones y los temores de los salvadore?os y se presenta como la soluci¨®n. Hay tremendas violaciones a los derechos humanos y tambi¨¦n una estrategia de represi¨®n que ha cancelado todos los derechos de los salvadore?os. Ha permitido la concentraci¨®n del poder en una sola persona que, adem¨¢s, est¨¢ al frente de un Gobierno muy corrupto. No es la receta m¨¢s saludable.
P. El pasado 3 de mayo, la Asociaci¨®n de Periodistas de El Salvador (APES) denunci¨® una ¡°creciente y sistem¨¢tica represi¨®n¡± contra la libertad de prensa y el periodismo en El Salvador. ?C¨®mo describir¨ªa el quehacer diario del oficio en estos momentos?
R. Nosotros tenemos muchos a?os cubriendo el crimen organizado, violencia y la corrupci¨®n. Nunca antes hab¨ªa sido tan complicado hacer periodismo ante el acoso y la persecuci¨®n de un r¨¦gimen que necesita silenciarnos. Lo necesita porque una parte fundamental de su estrategia pol¨ªtica es imponer una sola narrativa. Necesita silenciar todas las narrativas que escapan de su control. Las campa?as de linchamiento p¨²blico aumentan los riesgos de reportear en la calle. Las intervenciones con Pegasus ahuyentaron a todas nuestras fuentes. El acoso fiscal nos ha obligado a sacar el peri¨®dico legalmente de El Salvador, y sobre todo nos ha obligado a dedicar un mont¨®n de horas en defendernos o denunciar los ataques contra nosotros. Y son horas que deber¨ªamos estar invirtiendo en investigar a la Administraci¨®n p¨²blica.
P. El Faro es uno de los medios m¨¢s prominentes de Iberoam¨¦rica y han decidido mudarse administrativamente a Costa Rica. Aparte de estos ataques, ?qu¨¦ otras causas que no son tan visibles los obligan a tomar esta decisi¨®n?
R. El acoso o los ataques contra el periodismo en El Salvador por parte del r¨¦gimen vienen desde hace bastante tiempo. A nosotros nos han acusado de lavado de dinero, nos han acusado de delitos sexuales, nos han acusado de evasi¨®n deliberada de impuestos. En las auditor¨ªas de Hacienda nos han pedido los datos personales de nuestros suscriptores. Estamos apelando a todo eso, pero lo estamos haciendo en un sistema judicial que no ofrece ninguna garant¨ªa, que est¨¢ absolutamente controlado por el r¨¦gimen¡ Por tanto, no podemos esperar justicia en El Salvador en esas condiciones. Mudarnos a Costa Rica implica salvar al peri¨®dico, alejarlo de las garras de un r¨¦gimen que ha demostrado toda su voluntad para paralizarnos y silenciarnos. Registrarnos en Costa Rica ya impide avanzar contra El Faro. Nosotros, desde El Salvador, seguiremos afrontando y dando curso a los procesos que inici¨® el Estado contra nosotros, pero el peri¨®dico ya est¨¢ fuera de su alcance.
P. Es un panorama que ya se parece mucho al de Nicaragua: APES habla de 11 periodistas que tuvieron que salir como medida preventiva del pa¨ªs, es decir, de la antesala del exilio. ?Cu¨¢l es tu situaci¨®n y c¨®mo se lidia con ello?
R. Varios periodistas de El Faro hemos salido preventivamente. Algunos regresaron, otros nos hemos quedado m¨¢s tiempo fuera. Adem¨¢s, este acoso va acompa?ado de otra serie de medidas, como por ejemplo la aprobaci¨®n de una ley antipandillas que prev¨¦ hasta 15 a?os de prisi¨®n para periodistas y para representantes legales de los medios en los que se publiquen frases o s¨ªmbolos pandilleros... O cualquier cosa, dice la ley, que ponga en zozobra a la poblaci¨®n, con una ambig¨¹edad que les permite aplicarla a discreci¨®n. Esta ley est¨¢ hecha en la pr¨¢ctica para evitar que nosotros sigamos publicando los pormenores de las negociaciones del Gobierno de Bukele con las pandillas. Quieren evitar que sigamos publicando que funcionarios del Gobierno liberaron a l¨ªderes pandilleros y para evitar que se conozca la podredumbre que hay adentro del Gobierno con respecto a la negociaci¨®n con las pandillas. Nosotros hemos tomado una decisi¨®n: no vamos a dejar de publicar, porque esto es de sumo inter¨¦s p¨²blico y es parte de nuestra obligaci¨®n. Por tanto, esto nos ha obligado a tener que tomar otra serie de medidas para poderlo hacer. Entre ellas, las salidas temporales de algunos de nuestros periodistas. Este es el problema de tratar de hacer periodismo en un pa¨ªs donde ya no hay acceso a la justicia y donde hemos perdido todas nuestras garant¨ªas constitucionales.
P. ?Estos ataques sistem¨¢ticos que est¨¢n sufriendo tienen parang¨®n en comparaci¨®n a las administraciones pasadas de ARENA y el FMLN?
R. ?No! No tienen paralelo. Y te voy a decir por qu¨¦: no necesariamente es que los anteriores no tuvieran tanta mala fe. No es esa la raz¨®n. La raz¨®n es que ten¨ªan contrapesos y este Gobierno ya no los tiene. La prueba m¨¢s fehaciente, que no tiene que ver con el periodismo, es que en febrero el se?or Bukele se va a reelegir a pesar de que la Constituci¨®n lo proh¨ªbe expresamente en siete art¨ªculos y no es su primera violaci¨®n constitucional. Le dio un golpe de Estado a la Corte Suprema de Justicia y no tuvo ninguna consecuencia porque ya no hab¨ªa contrapeso constitucional. Cuando ¨¦l decide o el r¨¦gimen decide atacar a la prensa, pues ya no tiene ning¨²n l¨ªmite al ejercicio de ese poder. Por eso es que los ataques contra nosotros no tienen antecedentes en esta dimensi¨®n.
P. Y hay una inquina bien marcada contra El Faro...
R. Yo creo que al presidente le incomoda que, a pesar de su tremenda popularidad, fuera del Salvador El Faro siga gozando de un gran prestigio y credibilidad. ?l nos acusa de haber sido los art¨ªfices del deterioro de sus relaciones diplom¨¢ticas con otros Estados. Pero aqu¨ª hay algo importante: ?Por qu¨¦ seguimos manteniendo, creo yo, prestigio y credibilidad? Porque no hemos cedido a las tentaciones de rebajar el discurso p¨²blico al nivel al que los funcionarios lo quieren llevar. Al contrario, hemos intentado como reacci¨®n a esto volver m¨¢s rigurosos nuestros procesos editoriales, ser m¨¢s exigentes period¨ªsticamente. Yo creo que es la ¨²nica manera para el periodismo de responder ante este tipo de embates: m¨¢s rigurosidad editorial.
P. ?El r¨¦gimen de excepci¨®n es el combustible ideal para que Bukele se reelija?
R. S¨ª. El r¨¦gimen de excepci¨®n sirve no solo para reelegirse, sino que est¨¢ cimentando su figura como un referente pol¨ªtico latinoamericano. No solo es un populista, sino que adem¨¢s es popular. Y este es el sue?o de todos estos populistas aut¨®cratas que abundan tanto en Am¨¦rica Latina. Esto va a dejar una huella muy dolorosa en el pa¨ªs. Las dimensiones de lo que ha pasado en estos 14 meses son de este tama?o: se ha detenido a 70.000 ciudadanos salvadore?os. Eso dice el Gobierno, en realidad no sabemos porque ya no hay acceso a la informaci¨®n p¨²blica. Eso es m¨¢s que las cifras oficiales del n¨²mero de pandilleros en El Salvador. El Gobierno inaugur¨®, y esa imagen le dio la vuelta al mundo, una nueva c¨¢rcel. Dicen ellos, la m¨¢s grande del mundo. Tiene capacidad para 40.000 prisioneros, que no llegan ni siquiera al 66% de los salvadore?os capturados en un a?o. Est¨¢n siendo sometidos a juicios sumarios, hay gente muerta en las c¨¢rceles. Estamos documentando torturas sistem¨¢ticas en las prisiones a partir de los testimonios de algunos de los sobrevivientes. Toda persona que ha logrado salir de esas c¨¢rceles habla de personas que han muerto a partir de golpizas, ya sea de polic¨ªas o de pandilleros. Afuera de las c¨¢rceles hay filas de madres a las que no les han dejado ver a sus hijos en meses. Sin una sola prueba, ya no se necesita una orden de un juez para detener a un salvadore?o. Basta que un polic¨ªa o un soldado te vean sospechoso.
P. Y en materia cercenamiento de libertades, ?c¨®mo ri?e con ellas el r¨¦gimen de excepci¨®n?
R. Coarta todas nuestras libertades pol¨ªticas y civiles y nos deja disfrutarlas en la medida en que el Gobierno tenga la voluntad de permitirlo. En cualquier momento un polic¨ªa puede capturar a cualquiera en las calles. Esta arbitrariedad no se llama justicia, se llama venganza. Es decir, si el presidente Bukele de verdad quisiera combatir a las pandillas, no hubiera negociado con ellas. Las convirti¨® en sus socios pol¨ªticos al hacer pactos con las pandillas para favorecer a su partido en la elecci¨®n legislativa. Eso est¨¢ demostrado. Busca venganza porque las pandillas rompieron el acuerdo hace 14 meses y tiraron 87 cad¨¢veres a las calles. Y va a tratar de maniobrar para mantenerse en la ola hasta ser reelegido. La historia nos demuestra que esta popularidad es imposible de mantener para siempre, sobre todo cuando hay crisis econ¨®micas o cuando la gente empieza a exigir nuevamente que le devuelvan sus derechos pol¨ªticos.
P. Pero ya reelecto va a ser bien dif¨ªcil detenerlo, ?no le parece?
R. S¨ª, por supuesto. Yo creo que tambi¨¦n se est¨¢n preparando para ello. Bukele prometi¨® hace dos a?os duplicar el n¨²mero de oficiales del Ej¨¦rcito. Han logrado cerrar filas tanto en el Ej¨¦rcito como en la polic¨ªa, de tal manera que le han jurado lealtad al presidente por encima de la Constituci¨®n. Lamentablemente, cuando la popularidad disminuya, empezar¨¢ la v¨ªa represiva.
P. ?Cu¨¢l es su valoraci¨®n del momento que atraviesa Centroam¨¦rica en materia de libertades? ?Tiene alguna esperanza?
R. La historia nos da motivos para tener esperanzas. Estos periodos terminan. Mi esperanza no solo es que terminen estos periodos, sino que el periodismo centroamericano, que hoy est¨¢ demostrando pasar por su mejor momento, llegue igual de robusto, pero con muchas m¨¢s garant¨ªas al final de estos periodos. La situaci¨®n en Centroam¨¦rica es terrible, entre otras cosas porque la democracia es un concepto absolutamente abstracto para las poblaciones m¨¢s necesitadas o con mayores urgencias. Este es el momento dorado para los aut¨®cratas y los corruptos. Ni siquiera hay un proyecto pol¨ªtico, no hay una utop¨ªa pol¨ªtica en ning¨²n pa¨ªs. En Nicaragua hace mucho que el matrimonio Ortega-Murillo no tiene una utop¨ªa pol¨ªtica; lo que tiene es una ambici¨®n y una necesidad de seguir acumulando poder. Es el mismo caso de Bukele, en Guatemala y en Honduras. Con la salida de Juan Orlando Hern¨¢ndez estamos esperando que la presidenta Xiomara Castro cumpla con sus promesas. Lamentablemente los mensajes que est¨¢n saliendo de Tegucigalpa vienen en sentido contrario. Las democracias van en retroceso en Centroam¨¦rica y el populismo va hacia arriba. Pero eso tambi¨¦n va a terminar.
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