El ¨²ltimo helado de Silvio Berlusconi
El magnate pidi¨® visitar Milano Due, la urbanizaci¨®n que construy¨® a finales de los setenta y donde comenz¨® su imperio, para tomarse un polo de naranja contemplando su primera obra justo antes de ingresar por ¨²ltima vez en el hospital
Silvio Berlusconi iba camino del hospital de San Raffaelle el pasado viernes. Le dijeron que deb¨ªa someterse a controles rutinarios. Pura precauci¨®n. Pero Il Cavaliere pidi¨® al ch¨®fer que se desviase y que, antes de llevarlo al centro m¨¦dico, hiciera una parada en Milano Due, la enorme urbanizaci¨®n que construy¨® a finales de los a?os setenta y que le sirvi¨® como plataforma de un imperio empresarial y medi¨¢tico. Acompa?ado de su novia, la diputada de 33 a?os Marta Fascina, y de algunos miembros de su equipo, entr¨® en el bar Maximilian, en la placita del complejo. Pidi¨® un polo de naranja y se sent¨® en la mesa de la esquina, justo delante de la caja registradora y de la cristalera, desde la que ten¨ªa una panor¨¢mica completa del lago artificial que mand¨® construir en el lugar donde empez¨® todo. Pas¨® ah¨ª una hora, se fotografi¨® con algunos ni?os, repiti¨® otras dos veces el mismo helado y, luego, se lo llevaron al hospital. Tres d¨ªas despu¨¦s, el lunes, falleci¨®.
¡°Ser¨ªa bonito pensar que fue premeditado, claro. Imaginar que ¨¦l sab¨ªa que iba a morir y por eso vino aqu¨ª a despedirse del lugar desde el que construy¨® su imperio. Pero no lo s¨¦¡¡±, explica Omar Calveti, encargado del bar donde Berlusconi vio por ¨²ltima vez el exterior antes de ingresar en el hospital. Hoy aquella mesa est¨¢ vac¨ªa. Y la foto de aquel momento, publicada por los medios italianos, muestra a un anciano de 86 a?os, hinchado por la medicaci¨®n, lanzando una sonrisa infantil y casi bondadosa mientras se hace una foto con un ni?o que, probablemente, tambi¨¦n hab¨ªa ido a tomarse un polo al mismo bar. La imagen de Berlusconi sin Photoshop ni maquillaje.
El martes por la tarde, decenas de familias pasean por el gran complejo. Ladrillo, vegetaci¨®n, peque?os lagos, p¨¢jaros, centros comerciales y mucha tranquilidad. Si la clase media-alta se hubiera construido a trav¨¦s de alguna utop¨ªa, Milano Due ser¨ªa la representaci¨®n perfecta de ese sue?o aspiracional de millones de italianos. El espejo en el que quer¨ªa mirarse una generaci¨®n cansada del estancamiento econ¨®mico, de las r¨ªgidas costumbres cat¨®licas y de una manera de vivir que no cambiaba: por mucho que pasaran los gobiernos de la Democracia Cristiana y cayesen los primeros ministros. ¡°Vinimos aqu¨ª porque era un para¨ªso. Hab¨ªa actores, periodistas, buenos restaurantes. Todo funcionaba bien y estaba a dos pasos del centro de Mil¨¢n. Este lugar fue una revoluci¨®n¡±, explican Mattia y Teresa, una pareja que compr¨® casa a comienzos de los a?os noventa. Se la vendi¨® directamente Berlusconi. As¨ª era entonces.
Monumento del magnate
En el centro de la plaza hay un monumento dedicado al magnate, obra de su escultor de cabecera, Pietro Cascella (el mismo que dise?¨® el mausoleo de su mansi¨®n en Arcore). Hoy est¨¢ lleno de flores y escritos. Milano Due ten¨ªa que ser un barrio donde los coches no fueran protagonistas y los ni?os corriesen por ah¨ª de forma segura. Los primeros habitantes llegaron en 1971, pero el complejo se sigui¨® construyendo durante varios a?os m¨¢s. Aqu¨ª viven ahora unas 2.700 familias de clase media. Bloques aislados, construidos con tecnolog¨ªa de Siemens y Bticino, que rodean un espacio central con piscinas, pistas de tenis, colegios y un ¡°jard¨ªn de la agresividad¡± en el que los ni?os, tal como explicaban los anuncios, pod¨ªan aprender a pelearse como ¡°indios y vaqueros¡±. Pero la particular estructura, cosida a base de puentes para que no hubiese que cruzar pasos de cebra, tambi¨¦n fue el lugar que acogi¨® la sede de la primera televisi¨®n privada italiana, TeleMilano 58, que empez¨® a retransmitir en 1974.
Milano Due permite descifrar muchos elementos de la vida y la est¨¦tica de Berlusconi. Tambi¨¦n de su geograf¨ªa cultural y f¨ªsica ¡ª¨¦l mismo se pas¨® la vida atravesando el complejo para ir al hospital de San Raffaelle desde su mansi¨®n de Arcore¡ª y de aquella ¨¦poca pol¨ªtica en la que Forza Italia, su partido, supo conectar con un electorado harto del gatopardismo de los partidos italianos. Pero el lugar tambi¨¦n plantea interrogantes hist¨®ricos, como la procedencia real del dinero que utiliz¨® el magnate para construir una urbanizaci¨®n en un terreno de 712.000 metros cuadrados en el municipio de Segrate, colindante a Mil¨¢n. La versi¨®n oficial asegura que el capital se apoyaba en un pr¨¦stamo que le concedi¨® la banca Rasini, donde trabajaba el padre de Berlusconi, pero que era utilizada tambi¨¦n por distintas familias mafiosas. Las investigaciones de la magistratura siempre apuntaron a que pod¨ªa haber procedido de los v¨ªnculos que Berlusconi trab¨® con la Cosa Nostra. Nunca pudo demostrarse.
La idea arquitect¨®nica era la del paisaje impoluto. Y para evitar que las antenas de televisi¨®n enturbiasen la evocaci¨®n folk de aquel mundo artificial, Giancarlo Ragazzi y Giulio Possa, los arquitectos, decidieron instalar una red subterr¨¢nea. En 1974, Giacomo Properzj y Alceo Moretti se engancharon a la red y comenzaron a emitir todo tipo de programas amateur en los que participaban los vecinos de Milano Due. Nac¨ªa tambi¨¦n Tele Milano Cavo, y fue un ¨¦xito. Un a?o despu¨¦s, Berlusconi se hac¨ªa con la cadena y comenzaba as¨ª a organizar una constelaci¨®n de peque?as emisoras que burlaron la ley que imped¨ªa tener una licencia de radiotelevisi¨®n que compitiese de t¨² a t¨² con la Rai. La fusi¨®n de todos aquellos artefactos dio pie a Canale 5 y luego al imperio de Mediaset.
Milano Due, en suma, es la g¨¦nesis de un universo hu¨¦rfano desde el lunes, cuando Berlusconi muri¨® a los 86 a?os. El mapa de su ecosistema es peque?o y los puntos cardinales se encuentran muy cerca: Arcore, Mediaset, el hospital San Raffaelle, el estadio del AC Milan y luego el del Monza. Todos esos proyectos comenzaron y se desarrollaron a partir de este espacio residencial con un aroma tan artificial como posmoderno. Su primera creaci¨®n. Y eso es lo que Berlusconi, probablemente, ve¨ªa a trav¨¦s de la ventana del bar Maximilian mientras iba encadenando selfis con ni?os y polos de naranja. ¡°?No has tomado ya bastantes?¡±, le advirti¨® su pareja. Pero bastantes, en todo caso, nunca son suficientes cuando uno intuye que se acerca el final.
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