El autoritarismo de Nayib Bukele contagia la pol¨ªtica latinoamericana
El modelo del presidente de El Salvador ha logrado contener a las pandillas a costa de un profundo deterioro de las libertades y las garant¨ªas democr¨¢ticas. La fascinaci¨®n que despierta en algunos sectores abre una nueva confrontaci¨®n pol¨ªtica en la regi¨®n
Miedo y alivio. Mencionar a Nayib Bukele en El Salvador significa evocar un modelo de seguridad que ha acorralado a las maras, las principales organizaciones criminales del pa¨ªs centroamericano, y al mismo tiempo el terror que la guerra sin cuartel contra las pandillas ha despertado en parte de la sociedad. El ¨¦xito del llamado r¨¦gimen de excepci¨®n se construye sobre las cenizas de derechos y libertades. Muchos lo justifican y lo aplauden, a tenor de la popularidad del presidente. El coste es un retroceso de las garant¨ªas y del Estado de derecho.
A salvadore?os como don Caba?a, sin embargo, parece no importarles. ¡°Vaya a saber a cu¨¢ntas familias mataron, a cu¨¢ntas j¨®venes violaron, ?y ahora que est¨¢n en la c¨¢rcel est¨¢n pidiendo perd¨®n, llorando?¡±. A este hombre de 60 a?os se le amarga el humor cuando se acuerda de c¨®mo era antes vivir en Las Margaritas, su hogar, y lo a gusto que estaba viendo el partido en la cancha del barrio. ¡°Aqu¨ª, desde temprano, no se pod¨ªa salir de la casa. Aqu¨ª, donde estamos platicando, se juntaban y no se iban¡±. ?Qui¨¦nes? ¡°Los de las letras¡±, dice en un susurro. La MS, pues. La Mara Salvatrucha 13. Los j¨®venes de esta colonia de San Salvador juegan a f¨²tbol aprovechando los ¨²ltimos momentos de luz de la tarde. Cuando oscurece, se encienden unas farolas y ahora son ellos los que no se van. Se quedan ah¨ª mismo y se ponen a platicar, se r¨ªen entre ellos.
Tras 25 a?os viviendo en este lugar, don Caba?a ¡ªel nombre es ficticio, por seguridad¡ª nunca hab¨ªa visto una escena como la que tiene enfrente. Viste una playera con el nombre del popular presidente salvadore?o, Nayib Bukele. ¡°Mi esposa y yo las mandamos a hacer¡±, cuenta. Habla con orgullo. ¡°Lo que est¨¢ haciendo el se?or presidente est¨¢ muy bien. El hombre tiene mucha mente y mucha fuerza para encaminar al pa¨ªs¡±, dice. Ca¨ªda la noche, por las calles de la colonia aflora la vida. Si a un reci¨¦n llegado le dijeran que en este pa¨ªs no existieron las maras, lo creer¨ªa.
En El Salvador, un pa¨ªs con menos de 6,5 millones de habitantes, el Gobierno ha detenido a 71.000 personas a las que acusa de haber cometido delitos como integrantes de la MS-13 o del grupo antag¨®nico, Barrio 18. Las ¡°manchas¡± (pintadas) de las pandillas han desaparecido de las calles. Los militares han instalado puntos de revisi¨®n en las carreteras con tanquetas, y la Polic¨ªa Nacional recorre las calles exhibiendo armas. Las escenas de personas capturadas en las comisar¨ªas son frecuentes, lo mismo que las de familias haciendo guardia afuera de los centros de detenci¨®n en busca de sus parientes.
La otra cara de la moneda de la llamada guerra contra las maras es un palpable deterioro de las garant¨ªas democr¨¢ticas, seg¨²n las denuncias de Naciones Unidas, as¨ª como de diversos organismos internacionales dedicados a la defensa de los derechos humanos como Human Rights Watch. La celebraci¨®n de juicios masivos, la construcci¨®n de megac¨¢rceles, el hacinamiento, los abusos policiales y la exhibici¨®n de los detenidos a trav¨¦s de videos de propaganda gubernamental han hecho saltar las alarmas de buena parte de la comunidad internacional, pero tambi¨¦n han incubado una suerte de efecto contagio en algunos pa¨ªses de Latinoam¨¦rica. La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, impuls¨® en junio una ofensiva similar contra las pandillas. Ecuador, asfixiado por el crimen organizado, decret¨® el estado de excepci¨®n la semana pasada tras el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en plena campa?a. Y en Colombia o Chile el modelo de Bukele impregna el debate pol¨ªtico.
El r¨¦gimen de excepci¨®n
Ese es el sistema que ha modificado radicalmente la geograf¨ªa cultural del pa¨ªs centroamericano a lo largo de los ¨²ltimos 17 meses, tiempo en que el presidente ha impuesto el r¨¦gimen de excepci¨®n como pol¨ªtica contra las maras. Antes, por aqu¨ª no se pod¨ªa caminar; antes, no se pod¨ªa estar en la calle a esta hora; antes, no se pod¨ªa entrar a la colonia de enfrente¡ Los salvadore?os hablan en pasado, como de una ¨¦poca remota. ¡°Ahora, ya podemos descansar un poco de eso, ya se puede dormir en las noches¡±, afirma la se?ora Tere, de 67 a?os, mientras atiende su negocio de prendas en Cimas de San Bartolo, sede del cuartel general de ¡°los del n¨²mero¡± ¡ªla mara Barrio 18¡ª. Los comerciantes de esta colonia eran extorsionados; el monto a pagar depend¨ªa del tama?o o la prosperidad del negocio. A algunos habitantes la pandilla les arrebat¨® sus casas para ponerlas en renta, y a otros les cobraban una cuota por la tenencia de sus veh¨ªculos. En uno de los pasajes de esta colonia la pandilla hab¨ªa erigido un homenaje a su soberbia, una pared que rezaba: ¡°Bienvenidos al coraz¨®n de Barrio 18¡å. La pintada ya ha sido cubierta con un grafiti alusivo a la Navidad.
El estado de excepci¨®n se impuso luego de que se rompiera la tregua secreta entre el Gobierno de Bukele y las pandillas, en marzo de 2022. La pol¨ªtica de mano dura ha desplomado la tasa de homicidios de 103 a 2 por cada 100.000 habitantes, seg¨²n datos oficiales, y ha convertido al que hace unos a?os fuera el pa¨ªs m¨¢s letal de Am¨¦rica en uno de los m¨¢s pac¨ªficos, de acuerdo con las estad¨ªsticas. Este es el argumento por el que algunos pol¨ªticos de la regi¨®n se han visto tentados por el modelo de Bukele, y el mandatario, que usa las redes sociales para su campa?a permanente y para burlarse de las cr¨ªticas, quiere ser visto como ejemplo a seguir.
Esta semana, por ejemplo, tras la victoria de Javier Milei en las primarias de Argentina, los asesores del presidente salvadore?o comenzaron a divulgar la idea de que el triunfo del aspirante ultra hab¨ªa sido un ¨¦xito del bukelismo. Consultado hace semanas por EL PA?S, Milei afirm¨® que un colaborador suyo, el diputado Nahuel Sotelo, viaj¨® a San Salvador para estudiar el fen¨®meno. ¡°Lo estamos estudiando porque fue sumamente exitoso¡±, respondi¨®.
Bukele, de 42 a?os, ha hecho de la seguridad y de la pol¨ªtica que varios analistas califican de ¡°populismo punitivo¡± el resorte de su intento de reelecci¨®n en 2024. Una maniobra ampliamente cuestionada, pues la repetici¨®n en el cargo en per¨ªodos consecutivos est¨¢ prohibida por la Constituci¨®n. En parte de la poblaci¨®n, que seg¨²n la firma CID Gallup le otorga una aprobaci¨®n del 90%, se ha instalado la convicci¨®n de que solo Bukele puede garantizar que los pandilleros se queden en la c¨¢rcel. ¡°Si ¨¦l no se reelige, ?c¨®mo va a estar el pa¨ªs despu¨¦s? Van a sacar a todos los pandilleros y va a ser peor la matanza, no queremos volver a los tiempos de antes¡±, afirma Guille, que tiene un puesto en el mercado de la plaza La Libertad, en el centro de San Salvador. Hace seis a?os, cuenta, su hija atend¨ªa el negocio y qued¨® atrapada en el fuego cruzado entre polic¨ªas y las maras. Una bala le atraves¨® el cr¨¢neo y le revent¨® un ojo. La hija vive, ¡°a Dios gracias¡±, reza ella. Guille vende ahora jers¨¦is y gorras con la figura del presidente y una leyenda que dice: ¡°Vamos por la reelecci¨®n¡±.
El miedo cambia de rostro
Las personas entrevistadas no quieren que se conozca su identidad. La sensaci¨®n de seguridad de los salvadore?os es porosa, fr¨¢gil. Se filtra el recelo. Y el miedo tambi¨¦n ha cambiado de rostro. Cuentan que en las c¨¢rceles no est¨¢n todos los pandilleros, y muchos de los que est¨¢n all¨ª con la acusaci¨®n de serlo no ten¨ªan relaci¨®n alguna con los grupos criminales. Asociaciones de la sociedad civil se?alan que el Gobierno ha usado el r¨¦gimen de excepci¨®n como excusa para capturar a personas inocentes y para aplastar cualquier disidencia. Durante este periodo, han sido detenidos 21 l¨ªderes sindicales y cinco activistas opositores a proyectos mineros. ¡°El r¨¦gimen de excepci¨®n se ha vuelto una carta libre para violar derechos¡±, afirma Abraham Abrego, abogado de la organizaci¨®n Cristosal.
Los salvadore?os hablan de ¡°el r¨¦gimen¡± como si se tratara de un ser que se rige por sus reglas, que decide qui¨¦n es culpable o inocente, qui¨¦n queda libre o va preso, que siempre tiene hambre y pide m¨¢s. Cristosal ha recibido en conjunto 3.500 denuncias de detenciones arbitrarias. Socorro Jur¨ªdico ¡ªotra agrupaci¨®n de defensa de derechos humanos¡ª ha documentado 180 muertes de personas que estaban detenidas; es decir, bajo la responsabilidad del Gobierno salvadore?o. El 50% corresponde a muertes violentas, por golpes o estrangulamiento; el 30% por falta de tratamiento m¨¦dico; el resto, por causas desconocidas. Ingrid Escobar, directora de Socorro, sostiene que el 92% de esos muertos eran personas inocentes, seg¨²n los an¨¢lisis de los abogados de la organizaci¨®n. ¡°No es cierto que esta pol¨ªtica de seguridad, improvisada e irresponsable, se enfoque solo en los delincuentes¡±, resume.
En un pa¨ªs donde la Fiscal¨ªa no es aut¨®noma y en el Poder Judicial han sido impuestos jueces fieles al oficialismo, los salvadore?os han aprendido que, si a una persona la detienen por error, dif¨ªcilmente podr¨¢ demostrar su inocencia y salir con vida. Quienes tienen a familiares detenidos ven denegada la posibilidad de hablar con ellos. Muchos no tienen siquiera la certeza de que su pariente est¨¦ vivo.
Las detenciones arbitrarias han aumentado al amparo de una reforma que permite a las autoridades imputar el delito de ¡°asociaci¨®n delictuosa¡±. A la esposa de Javier, un profesor universitario, se la llev¨® la polic¨ªa en agosto de 2022. Irrumpieron en su casa, la encontraron dando pecho a su hijo de un a?o, la apartaron de ¨¦l y se la llevaron presa al penal de Ilopango. Todo, gracias a una denuncia an¨®nima. ?Ha hablado con ella, ha sabido de ella? ¡°No, nada¡±, afirma el esposo. ¡°Me dijeron los polic¨ªas que ella ya no ver¨ªa la luz del sol¡±.
Los casos se replican. Al hermano de Amanda lo detuvieron en junio de 2022 cuando transportaba mercanc¨ªas en su auto al negocio de su madre. No han podido contactar con ¨¦l. Al hijo de Rosa lo recapturaron mientras trabajaba en un autolavado. En el pasado, perteneci¨® a la MS-13, cuenta ella, pero cumpli¨® su condena, entr¨® en una fase de rehabilitaci¨®n, consigui¨® empleo y volvi¨® a la escuela. Igual se lo llev¨® la polic¨ªa y lo devolvi¨® a un mundo que hab¨ªa dejado, en la nueva prisi¨®n de m¨¢xima seguridad creada por Bukele, el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). ¡°Aqu¨ª se vive con miedo, ya no de las pandillas, sino de la autoridad¡±, dice esta madre que tampoco ha tenido noticias de su hijo preso. Para muchos en El Salvador, el miedo cambi¨® de rostro; ahora viste de uniforme.
Confrontaci¨®n pol¨ªtica
La falta de garant¨ªas b¨¢sicas que ilustran estos casos es el principal motivo de recelo hacia el modelo de Bukele en los Gobiernos de pa¨ªses como Colombia y Chile. Ambos afrontan, por razones distintas, una crisis de seguridad. Pero los presidentes Gustavo Petro y Gabriel Boric, de posiciones progresistas, no solo se ubican en las ant¨ªpodas ideol¨®gicas de su hom¨®logo salvadore?o, sino que rechazan la aplicaci¨®n de un modelo similar. Sin embargo, la oposici¨®n de derecha, especialmente los sectores m¨¢s radicales, ha hecho de la mano dura una bandera y un eje de confrontaci¨®n pol¨ªtica. Y en Ecuador, donde este domingo se celebran elecciones presidenciales, el candidato Jan Topic ¨Dexsoldado de la Legi¨®n Extranjera, conocido como ¡°Rambo ecuatoriano¡±, y hoy empresario millonario¨D quiere emular abiertamente a Bukele.
El analista Mauricio Morales, acad¨¦mico de la Universidad de Talca (Chile), recuerda que la principal preocupaci¨®n para las personas es la delincuencia, seg¨²n todos los estudios de opini¨®n p¨²blica. En ese cuadro, dice, ¡°el fen¨®meno Bukele ha impactado de tres formas¡±: ¡°Primero, con una mayor demanda por ley y orden. Segundo, con una preferencia por candidatos de derecha radical. Tercero, con evaluaci¨®n particularmente cr¨ªtica a los Gobiernos de izquierda por la renuencia a implementar mano dura contra el delito¡±. Visto as¨ª, sigue Morales, ¡°la experiencia de El Salvador ha contribuido a dar mayor credibilidad a posturas que cre¨ªamos m¨¢s cercanas al autoritarismo que a la democracia¡±.
En Chile, donde Boric sufri¨® un duro rev¨¦s electoral ante el Partido Republicano, de derecha extrema, en las ¨²ltimas elecciones constituyentes, parte de la sociedad tiene un ¡°anhelo de sanci¨®n¡± respecto de la delincuencia, se?ala Axel Call¨ªs, acad¨¦mico de la Universidad Central y director de la firma de estudios de opini¨®n T¨² influyes. A eso, en un contexto de incremento de la delincuencia, se suma a la poca credibilidad del sistema de justicia.
Se trata de un caldo de cultivo propicio en un contexto preciso y cuando existen actores pol¨ªticos que lo defienden. En el Brasil de Jair Bolsonaro se alinearon todas las coordenadas para que un modelo as¨ª prosperara, sin embargo hoy el modelo de Bukele no tiene imitadores locales de peso. Aun as¨ª, incluso bajo el mandato del izquierdista Lula da Silva, la letalidad de la polic¨ªa brasile?a sigue siendo muy alta ¡ªlos cuerpos policiales de Rio de Janeiro y Salvador de Bah¨ªa mataron, por separado, a m¨¢s personas el a?o pasado que la polic¨ªa de EE UU¡ª y la mayor¨ªa de las prisiones est¨¢n dominadas por los principales grupos del crimen organizado, el Primer Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho.
El caso de Colombia
Uno de los pa¨ªses donde m¨¢s resuena la pol¨ªtica de Bukele es Colombia. No solo por sus disputas con Petro en redes sociales, sino porque son varios los pol¨ªticos de derecha que buscan el sello Bukele. El m¨¢s visible es Diego Molano, aspirante a la Alcald¨ªa de Bogot¨¢ y ahijado pol¨ªtico del expresidente ?lvaro Uribe V¨¦lez, que ha propuesto construir megac¨¢rceles si resulta elegido el pr¨®ximo 29 de octubre. Quien fuera ministro de Defensa del uribista Iv¨¢n Duque explic¨® su idea en la radio: ¡°Nos hace falta una c¨¢rcel en Bogot¨¢, una megac¨¢rcel para llevar por lo menos a 3.000 de los delincuentes que son capturados¡±. Tambi¨¦n ha presentado la pol¨ªtica de seguridad de Bukele como el modelo a seguir: ¡°Mientras en El Salvador los criminales que afectan a los ciudadanos son capturados, judicializados y llevados a la c¨¢rcel, en Colombia, a los que cometen todo tipo de delitos y terrorismo se los premia, se los libera y se los quiere convertir en gestores de paz ?El mundo al rev¨¦s!¡±.
Mar¨ªa Fernanda Cabal, la figura m¨¢s a la derecha del uribismo post-Uribe, tambi¨¦n ha se?alado su gusto por el presidente salvadore?o. ¡°Se pasa, pero amerita lo que hace. Tiene que haber un equilibrio, si no habr¨¢ dictadura pura y dura¡±, dijo a este diario en una entrevista en mayo. Ese mes, la firma Datexco pregunt¨® a los colombianos si les gustar¨ªa un presidente como Bukele para su pa¨ªs: el 55% respondi¨® afirmativamente. En junio, otra firma, Invamer, lanz¨® la cuesti¨®n y el 49% afirm¨® tener una imagen favorable de Bukele; solo un 10% mostr¨® su rechazo. Ya en marzo, la revista Semana, que tiene una l¨ªnea editorial de derecha rotunda, titul¨® una portada: ¡°El milagro Bukele¡±. El fen¨®meno preocupa a los sectores moderados que no est¨¢n dispuestos a perder libertades y derechos a cambio de un mayor orden.
Y esa es una de las batallas pol¨ªticas que se librar¨¢ en Latinoam¨¦rica en los pr¨®ximos ciclos electorales.