Chipre: 50 a?os dividida sin perspectiva de soluci¨®n
El muro entre las comunidades greco y turcochipriota ha comenzado a agrietarse, pero las sucesivas rondas de negociaci¨®n para dar una salida a la separaci¨®n que provoc¨® la invasi¨®n de Ankara han fracasado
Chipre es un pa¨ªs normal. Su poblaci¨®n vive vidas normales, sus turistas veranean como t¨ªpicos turistas, sus pol¨ªticos mantienen los debates habituales. Pero toda pretensi¨®n de normalidad termina en una bocacalle de Nicosia, su capital. Una bocacalle cualquiera ¨DIous, Lidinis, Manis, hay muchas¨D, abruptamente cortada por un muro, coronado por alambre de espino y carteles que ordenan Stop, No photos, Military Area (alto, prohibido hacer fotos, zona militar). Tras ¨¦l, viviendas abandonadas, tomadas por la maleza, zona de nadie bajo control de la ONU; y, m¨¢s all¨¢, carteles que ordenan Stop, No photos, Military Area, alambre de espino que corona un muro, una calle cortada, terminada abruptamente, y otra zona, otro Chipre, cuyos pol¨ªticos, cuyos turistas, cuya poblaci¨®n pretenden vivir normal. Chipre cumpli¨® esta primavera 20 a?os como miembro de la Uni¨®n Europea, pero lleva medio siglo dividida.
Andreas Lordos ten¨ªa seis a?os y una pistola de pl¨¢stico cuando abandon¨® su casa. Los aviones, las bombas y los disparos de ametralladora sonaban cada vez m¨¢s cerca desde los refugios de Famagusta en los que se apretujaban las mujeres y los ni?os, s¨®tanos de hoteles y apartamentos que, hasta unas semanas antes, alojaban a miles de turistas llegados a tostarse bajo el sol de Chipre. Los turcos se aproximaban. ¡°La BBC radiaba noticias preocupantes sobre violaciones y asesinatos en el norte, as¨ª que mis t¨ªas y mi madre decidieron escapar. Mientras los tanques turcos llegaban a Famagusta desde el norte, nosotros huimos hacia el sur en un convoy de cuatro coches que sacamos de un concesionario que gestionaba mi familia. Llegamos hasta un pueblo, y ah¨ª, en un jard¨ªn bajo las estrellas, dormimos la primera noche como desplazados¡±, relata.
Era el verano de 1974; el caluroso y fat¨ªdico verano del 74. El 15 de julio, la Junta de los Coroneles de Grecia promovi¨® un golpe de Estado en Chipre que instaur¨® al ultranacionalista grecochipriota Nikos Sampson en el poder. Tres d¨ªas m¨¢s tarde, el arzobispo Makarios, presidente depuesto que hab¨ªa logrado escapar de la isla con ayuda de los brit¨¢nicos, se dirigi¨® a la ONU para pedir ayuda. El 20 de julio, el ej¨¦rcito de Turqu¨ªa desembarc¨® en el norte de la isla y comenz¨® a avanzar invocando el Tratado de Garant¨ªas, firmado en 1960 y que otorgaba a Ankara, Atenas y Londres el papel de protectores de la independencia de Chipre. En los d¨ªas siguientes, tanto la Junta chipriota como la de Grecia se vinieron abajo, incapaces de hacer frente a la situaci¨®n. Pero la paz dur¨® poco: el 15 de agosto, tras fracasar las conversaciones de paz, Turqu¨ªa lanz¨® una segunda invasi¨®n, mucho m¨¢s amplia, y tom¨® el control del tercio norte de la isla. Miles de personas huyeron de sus hogares buscando ponerse a salvo de los combates y las matanzas. Apenas llevaban nada consigo: iban a ser solo unos d¨ªas hasta que la situaci¨®n se calmase. Ha pasado toda una vida.
Si para los griegos de Chipre, aquella invasi¨®n lo trunc¨® todo ¨Dsu paz, su tierra, sus familias¨D, para los turcochipriotas, incluso aquellos que hoy son recalcitrantes cr¨ªticos de la pol¨ªticas del Gobierno de Ankara en la isla, el desembarco turco es recordado como una liberaci¨®n. ¡°Para nosotros, este verano no se cumplen 50 a?os de la divisi¨®n de Chipre sino 60¡å, explica el acad¨¦mico turcochipriota Mete Hatay.
Hatay no conoci¨® el mar hasta que tuvo seis a?os, lo cual es harto dif¨ªcil en una isla. ¡°Viv¨ªamos en el gueto de Nicosia. Nuestro barrio estaba rodeado por los paramilitares turcochipriotas, luego estaban los cascos azules y luego los paramilitares griegos. Hab¨ªa una larga lista de materiales que no se permit¨ªa entrar a los guetos, por ejemplo cemento, porque los griegos dec¨ªan que lo utilizar¨ªamos para construir barricadas. As¨ª que las casas se ca¨ªan a trozos porque no pod¨ªamos hacer reparaciones¡±. En 1963, apenas tres a?os despu¨¦s de independizarse del Reino Unido, el sistema de reparto de poderes que hab¨ªan pactado las dos comunidades de la isla salt¨® por los aires. Los turcochipriotas abandonaron las instituciones de la Rep¨²blica de Chipre, comenzaron los enfrentamientos inter¨¦tnicos y la ONU envi¨® a los cascos azules como fuerza de interposici¨®n, que a¨²n sigue ah¨ª.
¡°En 1968, la situaci¨®n se relaj¨® un poco, porque Makarios inici¨® negociaciones con los turcochipriotas en Beirut, y pudimos salir del gueto¡±, prosigue. Ese a?o, llevaron al mar al peque?o Mete en un convoy protegido por soldados de la ONU. ¡°La cuesti¨®n es que luego comenzaron los problemas entre los propios grecochipriotas, entre los partidarios de la enosis [la anexi¨®n a Grecia] y los que quer¨ªan un Chipre independiente¡±. Y aquellos conflictos desembocaron en el golpe de Estado de 1974.
Las primeras grietas del muro
En algunos puntos, la L¨ªnea Verde, la zona tap¨®n que divide en dos Chipre y es patrullada por la ONU, alcanza los ocho kil¨®metros de ancho; en otros, por ejemplo sobre los monumentalmente bastiones renacentistas levantados por los venecianos para defender Nicosia del asedio otomano del siglo XVI, las dos zonas, los dos Chipres, casi se tocan. Sobre las vallas de separaci¨®n, la bandera turca y la turcochipriota ¨Dcasi un calco de la anterior con los colores intercambiados¨D; enfrente, la ense?a chipriota, junto a la de Grecia: cada una de las comunidades con su valedor internacional.
Los conflictos entre ambas comunidades y la invasi¨®n turca provocaron una limpieza ¨¦tnica de la isla; de pueblos mixtos se pas¨® a dos zonas dibujadas con trazo grueso: la minor¨ªa turcochipriota en el norte, la mayor¨ªa grecochipriota en el sur. Y la l¨ªnea de separaci¨®n se fue convirtiendo en un muro infranqueable con torretas, alambre de espino, minas antipersonas... y cientos de desaparecidos a los que a¨²n hoy se sigue buscando. El contingente militar de Turqu¨ªa se reforz¨® hasta sumar unos 40.000 efectivos y, en 1983, las autoridades turcochipriotas declararon la Rep¨²blica Turca del Norte de Chipre (RTNC), a la que internacionalmente solo reconoce Ankara.
¡°Ten¨ªa 21 a?os cuando conoc¨ª al primer grecochipriota, y fue en el extranjero. Hab¨ªamos crecido en un ambiente nacionalista en el que se nos ense?aba que los grecochipriotas eran nuestros enemigos, que hab¨ªan tratado de exterminarnos¡±, explica Ipek Borman, exasesora en las conversaciones de paz y cofundadora de la Coalici¨®n Bicomunal de Mujeres de Chipre.
El muro solo se comenz¨® a agrietar en 2003. Ese a?o, decenas de miles de turcochipriotas ¨Dse calcula que un tercio de la poblaci¨®n del norte¨D se echaron a la calle enarbolando banderas europeas y exigiendo el fin de la divisi¨®n, como 14 a?os antes se hab¨ªa hecho en Berl¨ªn. ¡°Los turcochipriotas ve¨ªamos que nos est¨¢bamos quedando atr¨¢s, aislados y que hab¨ªa que aprovechar el proceso de adhesi¨®n de Chipre a la UE¡±, afirma Borman. El entonces l¨ªder turcochipriota, Rauf Denktas, apodado ¡°Mr. No¡± por su negativa a todo tipo de negociaci¨®n con el sur, entr¨® en p¨¢nico y, presionado por Turqu¨ªa (que buscaba iniciar las negociaciones de adhesi¨®n a la UE), accedi¨® a abrir el primer cruce para que los chipriotas de una y otra comunidad pudiesen reencontrarse despu¨¦s de tres d¨¦cadas de separaci¨®n.
Esa euforia qued¨® truncada un a?o despu¨¦s, cuando fracas¨® el refer¨¦ndum de reunificaci¨®n: los turcochipriotas votaron en masa por el s¨ª, los grecochipriotas por el no, a ra¨ªz de que su Gobierno cambiase de parecer en el ¨²ltimo momento respecto al plan pactado, pues consideraba que permit¨ªa mantener la influencia de Turqu¨ªa en la isla y que el sur pagar¨ªa la integraci¨®n del norte, m¨¢s pobre. Las siguientes rondas de negociaci¨®n tambi¨¦n han fracasado, en buena medida por la negativa de las autoridades grecochipriotas a hacer concesiones.
Para Christiana Xenofontos, del partido centroderechista DISY, el problema fue creer que al entrar en la Uni¨®n Europea, los grecochipriotas tendr¨ªan mayor peso para negociar con Turqu¨ªa el fin de la invasi¨®n: ¡°La soluci¨®n de Chipre solo puede venir de dentro de Chipre. No de nuestra familia europea, que est¨¢n para ayudarnos, s¨ª, pero nosotros debemos mostrar voluntad pol¨ªtica¡±.
Ahora, de hecho, son las autoridades turcochipriotas las menos interesadas en negociar, fundamentalmente porque el partido derechista que gobierna en el norte est¨¢ totalmente alineado con Ankara, y al Ejecutivo turco de Recep Tayyip Erdogan se inclina por una soluci¨®n de dos Estados. ¡°La parte turca est¨¢ interesada en mantener el statu quo porque, especialmente con el nuevo Gobierno [de la RTNC], la zona turcochipriota es tratada como una mera provincia de Turqu¨ªa¡±, sostiene el profesor Andreas Theofanous, de la Universidad de Nicosia.
Este s¨¢bado, los actos del 50? aniversario de la invasi¨®n turca evidenciaron de nuevo la divisi¨®n en torno al futuro de Chipre. Durante una visita al norte, Erdogan descart¨® una soluci¨®n federal y propuso de nuevo el reconocimiento internacional de la RTNC. En el sur, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, reafirm¨® su compromiso con la reunificaci¨®n y una federaci¨®n bicomunal.
Un portaviones en el Mediterr¨¢neo
Cruzar del sur al norte implica tener que mostrar el carnet o el pasaporte en los diferentes checkpoints greco o turcochipriotas, pero para acceder a Famagusta desde el extremo oriental de la isla, tambi¨¦n hay que pasar por otro en el que ondea la bandera del Reino Unido. Y es que isla no solo acoge dos Estados ¨Duno oficial, el otro no reconocido¨D, sino tambi¨¦n un tercero: el 3% de su territorio lo ocupan las bases soberanas brit¨¢nicas de Akrotiri y Dhekelia, cuyo control se garantiz¨® Londres antes de permitir la independencia de Chipre en 1960 (cuatro a?os antes, Gamal Abdel Nasser hab¨ªa expulsado al contingente brit¨¢nico de Egipto). Para Londres, siguen teniendo el mismo estatus que otros territorios de ultramar, pese a que las autoridades chipriotas le disputan la soberan¨ªa.
Esto ha permitido a los brit¨¢nicos mantener cierta influencia en Oriente Pr¨®ximo, pues usan las bases como lugar para captar se?ales de inteligencia de los pa¨ªses vecinos y como acantonamiento de fuerzas militares. Por ejemplo, los cazas brit¨¢nicos estacionados en Chipre participaron en el derribo de drones iran¨ªes lanzados contra Israel el pasado abril y, se sospecha, tambi¨¦n se han utilizado las bases para suministrar armamento al Estado jud¨ªo.
Chipre es como un portaviones en el Mediterr¨¢neo oriental, un puesto estrat¨¦gico avanzado al que ninguna gran potencia quiere renunciar. De hecho, no pocos relacionan el cambio de posici¨®n de Turqu¨ªa respecto a Chipre con el descubrimiento de grandes reservas de gas submarino en aguas al sur de la isla (Ankara ha enviado varios buques a explorar las aguas del norte). Rusia siempre ha mantenido una estrecha relaci¨®n con Chipre desde la ¨¦poca sovi¨¦tica y, pese a las sanciones por la invasi¨®n de Ucrania que obligaron a cerrar un banco chipriota de capital ruso, una importante comunidad de ese pa¨ªs sigue haciendo negocios en el sector financiero en la ciudad sure?a de Limasol, apodada Limasolgrado.
¡°Yo opino que el problema de Chipre tiene ciertas caracter¨ªsticas que lo hacen irresoluble¡±, opina el profesor Theofanous. ¡°Porque la dimensi¨®n bicomunal es solo una de ellas; tienes la dimensi¨®n de la relaci¨®n Grecia-Turqu¨ªa, la dimensi¨®n europea, la internacional, la geopol¨ªtica...¡±, a?ade.
Las propiedades de los refugiados
Un anuncio de la empresa telef¨®nica Vodafone recibe a los visitantes que aterrizan en el aeropuerto turcochipriota de Ercan, antes de pasar el control de pasaportes: ¡°Norte de Chipre: el 36? pa¨ªs de la red 4.5G de Vodafone¡±. Pese a la falta de reconocimiento internacional, la RTNC trata de ejercer como cualquier otro Estado, aunque sus comunicaciones, el c¨®digo telef¨®nico, los correos y su negocio de universidades privadas (que atrae a miles de estudiantes africanos) pasan a trav¨¦s de Turqu¨ªa, que tambi¨¦n financia parte del presupuesto gubernamental.
Y una de las decisiones m¨¢s pol¨¦micas que ha tomado en los ¨²ltimos a?os el Gobierno de la RTNC es abrir al desarrollo inmobiliario numerosas zonas costeras del norte de la isla. En Estambul y otras ciudades de Turqu¨ªa no es raro encontrarse con anuncios que ofrecen chalets y pisos reci¨¦n construidos e incluso hay agencias que pagan viajes a turcos deseosos de invertir en el negocio. El problema es que el terreno sobre el que se levantan estas nuevas construcciones es, en su mayor¨ªa, de grecochipriotas desplazados en 1974 que, seg¨²n sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, conservan todos los derechos sobre sus propiedades.
No en vano, el pasado junio, el promotor inmobiliario Simon Aykut ¨Dcon triple nacionalidad israel¨ª, turca y portuguesa¨D fue detenido en el sur de Chipre acusado de construir sin permiso en propiedades grecochipriotas del norte y deber¨¢ permanecer en prisi¨®n preventiva hasta el inicio del juicio.
La cuesti¨®n de los edificios y propiedades ¨Dde los grechochipriotas desplazados del norte y turcochipriotas del sur¨D es una de las m¨¢s espinosas del conflicto, y a medida que pasan los a?os, mueren los due?os originales y se multiplican los herederos con reclamaciones sobre las propiedades y exigencia de indemnizaciones, m¨¢s se complica su resoluci¨®n.
En Varosha, al contrario, la cuesti¨®n de las propiedades ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil de resolver. Varosha era el distrito hotelero de Famagusta y una de las mecas del turismo europeo e internacional a finales de la d¨¦cada de 1960. Estrellas de Hollywood, cantantes de ABBA y famosos del momento tostaron sus pieles en la playa de Varosha y se alojaron en alguno de su centenar de hoteles. Tras la guerra, pese a que se pact¨® que la zona quedase bajo protecci¨®n de la ONU, los militares turcos la tomaron, pero, al contrario que en otros lugares, no permitieron que se instalasen all¨ª refugiados turcochipriotas. La vallaron y la guardaron como una carta para usar en futuras negociaciones. La maleza se adue?¨® de las calles, las hiedras devoraron los hoteles, los carteles y neones anunciando joyer¨ªas y restaurantes se fueron resquebrajando al sol mediterr¨¢neo: Varosha se convirti¨® en una ciudad fantasma en la que el reloj qued¨® detenido aquel verano del 74.
Andreas Lordos recorre las calles de Varosha flanqueadas por altos edificios, algunos todav¨ªa marcados por las cicatrices de la metralla, con una mezcla de dulce a?oranza y rabia contenida. En 2020, Erdogan orden¨® la reapertura parcial de Varosha como un acto populista para desequilibrar las elecciones presidenciales de la RTNC a favor de su protegido, el derechista y nacionalista Ersin Tatar, frente al izquierdista y prorreunificaci¨®n Mustafa Akinci. Ahora, numerosos turistas recorren las principales calles de Varosha en patinetes y carritos de golf en busca de una fotograf¨ªa apocal¨ªptica o para dirigirse a la playa, en estado pr¨¢cticamente virgen tras d¨¦cadas sin visitantes. Las v¨ªas que pueden recorrerse est¨¢n estrictamente se?alizadas y en varios puntos hay militares que dan indicaciones, pero han cambiado su uniforme caqui por unos polos que asemejan a los de trabajadores de un resort tur¨ªstico. Hay obras en los alrededores y las autoridades turcochipriotas han dicho que tienen intenci¨®n de abrir varios hoteles, lo cual contravendr¨ªa las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exigen la entrega de Varosha a sus due?os originales.
Lordos llega al pie de un edificio de apartamentos de la avenida de John F. Kennedy y eleva la vista al cuarto piso, donde resid¨ªa hasta que la invasi¨®n turca lo expuls¨®. ¡°La recuerdo como una ciudad feliz. Todos nuestros cumplea?os y actos sociales los celebr¨¢bamos en la playa¡±. Al contrario que muchos grecochipriotas, que pusieron el grito en el cielo con la decisi¨®n de Erdogan, Lordos acogi¨® con alegr¨ªa la reapertura de Varosha. Fue uno de los primeros en entrar en ella y repite visita cada pocos meses. En una ocasi¨®n reuni¨® el valor suficiente para colarse en su antiguo hogar: pese al destrozo, encontr¨® numerosos recuerdos, incluidos los juguetes de su ni?ez esparcidos por el suelo. A la salida, un polic¨ªa turco lo detuvo, espos¨® y lo mantuvo durante ocho horas en comisar¨ªa acusado de penetrar en una zona militar.
Ahora le preocupa ese movimiento de maquinaria y los posibles planes turcos para su antiguo hogar. Carteles herrumbrosos con su apellido dan cuenta de los muchos hoteles que pose¨ªa su familia y por los que, calcula, deber¨ªa recibir cientos de millones de euros en compensaci¨®n por parte de Turqu¨ªa. ¡°La mayor¨ªa de edificios est¨¢n en buenas condiciones porque eran de buena calidad, y ser¨ªa f¨¢cil restaurarlos. Pero deben ser restituidos a sus leg¨ªtimos due?os. ?Por qu¨¦ tenemos que venir aqu¨ª como turistas??Por qu¨¦ no podemos regresar a nuestros hogares?¡±.
La dif¨ªcil vuelta a las negociaciones
Lordos se despide efusivamente del polic¨ªa turcochipriota que custodia la entrada a Varosha, que lo conoce de tantas idas y venidas, y se emplazan a tomar un caf¨¦ juntos o salir de pesca cuando el agente se jubile. El uno no habla turco, el otro ni griego ni ingl¨¦s, pero se entienden a fuerza de gestos y de una tragedia compartida: el grecochipriota viene del norte, el turcochipriota procede del sur, ambos son desplazados por el conflicto. Hay una cosa curiosa entre los chipriotas: hablen griego o turco ¨Ddos idiomas de familias ling¨¹¨ªsticas bien diferenciadas¨D, el marcado acento local hace que desde la distancia parezca que hablaran la misma lengua. Como es obvio, en todo se parecen mucho m¨¢s entre s¨ª, que a los turcos de Turqu¨ªa o los griegos de Grecia, aunque los m¨¢s nacionalistas de cada comunidad traten de disimularlo imitando el habla de Atenas o Estambul.
En sus conversaciones con la sociedad civil chipriota, la enviada especial del secretario general de Naciones Unidas para la cuesti¨®n de Chipre, la exministra colombiana Mar¨ªa ?ngela Holgu¨ªn Cu¨¦llar, ha expresado que ve¨ªa m¨¢s voluntad de trabajar por la reunificaci¨®n entre la poblaci¨®n que en las ¨¦lites pol¨ªticas.
¡°Las negociaciones siempre han sido llevadas a cabo por los l¨ªderes pol¨ªticos sin hacer el esfuerzo de explicar a la sociedad lo que realmente significar¨ªa la reunificaci¨®n. Hay mucha corrupci¨®n y muchos intereses en ambos lados, hay quienes se han enriquecido con la divisi¨®n y no sacar¨ªan ning¨²n r¨¦dito de que se solucione la cuesti¨®n¡±, lamenta un diplom¨¢tico que pide el anonimato. ¡°La ONU tampoco aporta mucho, porque la prolongaci¨®n de su misi¨®n depende de no enfadar a ninguna parte. Los cascos azules est¨¢n aqu¨ª para evitar que grecochipriotas y turcochipriotas se maten entre ellos, pero esto tampoco ocurre ya, as¨ª que no tiene mucho sentido su presencia, pero desde luego, para ellos, es mucho mejor servir en Chipre que en Somalia¡±.
En cambio, el acad¨¦mico Mete Hatay es optimista: ¡°Hay una influencia global en ambos lados y emergen nuevas identidades que han adquirido m¨¢s importancia que las identidades ¨¦tnicas. Por ejemplo, las protestas feministas o de la comunidad LGBTI se hacen conjuntamente¡±. Cree que, poco a poco, y a trav¨¦s del contacto, se pueden establecer las bases para una resoluci¨®n.
De hecho, la L¨ªnea Verde, el antiguo muro de separaci¨®n, se ha convertido en una cada vez m¨¢s porosa l¨ªnea de intercambio ¨Dya hay una decena de pasos abiertos¨D. Las actividades bicomunales son habituales y los cruces para comprar productos m¨¢s baratos en el otro lado son algo cotidiano. Sin embargo, m¨¢s all¨¢, en las ciudades m¨¢s al norte y m¨¢s al sur , los chipriotas viven sus vidas normales, ignorando el elefante en la habitaci¨®n. ¡°Cuando estudiaba en la Universidad de Nicosia, llev¨¦ a unos amigos originarios de Limasol [en la costa sur] al otro lado de la L¨ªnea Verde, a la zona ocupada [por Turqu¨ªa]. Fue una experiencia impactante para ellos¡±, explica Christiana Xenofontos: ¡°Durante a?os, a ambas sociedades les han inculcado, a trav¨¦s de la educaci¨®n, una determinada lente con la que leer la historia. Tenemos que saber lo que ocurri¨®, claro, pero tambi¨¦n debemos viajar por nuestra isla, conocerla y no resignarnos a la divisi¨®n¡±.
Ambas sociedades han crecido separadas durante 50, 60 a?os y quedan menos de aquellos que conocieron la vida en com¨²n anterior al conflicto. ¡°El aislamiento de los turcochipriotas crea una dependencia de Turqu¨ªa, y la demograf¨ªa [en el norte de Chipre] est¨¢ cambiando¡±, advierte el exeurodiputado Niyazi Kizily¨¹rek en referencia a la llegada de emigrantes desde Anatolia: los turcochipriotas representan ¨²nicamente entre el 20% y el 40% de la poblaci¨®n del norte. ¡°Las sociedades en el norte y en el sur est¨¢n cambiando, la topograf¨ªa est¨¢ cambiando, todo est¨¢ cambiando, y estos cambios nos alejan de una soluci¨®n. As¨ª que el tiempo apremia¡±, avisa tambi¨¦n Ipek Borman.
En Nicosia, Andreas Lordos reside en una mansi¨®n de la ¨¦poca colonial restaurada con estilo, llena de obras de arte. Lo tiene todo. Ha sido un empresario de ¨¦xito. Es una personalidad respetada e influyente. Tiene una esposa de la que lleva enamorado desde su juventud y unos hijos a los que quiere profundamente. Pero, sentado en su despacho, hay algo que le falta. ¡°Estamos en un lugar muy bonito y hay gente que me pregunta: ¡®?No eres feliz aqu¨ª?¡±, dice con la voz quebrada y los ojos humedecidos. ¡°Durante toda mi vida me ha resultado dif¨ªcil compartir con la gente el sentimiento con el que me voy a dormir cada noche... No me siento en mi hogar¡±. Le falta su Rosebud. Su Varosha. A?ora su infancia robada.
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