Andrés M. Estrada: “Muchos policías llegan a la institución porque es su última opción laboral”
El escritor desvela en su libro ‘Policía CDMX Héroes y Demonios’ los claroscuros de la Secretaría de Seguridad de Ciudad de México
Un policía observa cómo un multihomicida al que recién había detenido se pavonea libremente por las calles de uno de los barrios bravos de Iztapalapa, en Ciudad de México. La impotencia paraliza al agente cuando El Chistoso le manda un saludo. “Ya ves, te dije que iba a salir”, resuena a?os después en la memoria de este elemento de seguridad que prefiere preservar su identidad en el anonimato, según cuenta al periodista y escritor Andrés M. Estrada (Ciudad de México, 1984).
A bordo de una patrulla, el reportero especializado en seguridad recorre con este agente los puntos rojos de la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl en una de las alcaldías más peligrosas del país. Esta es una del centenar de entrevistas con las que Estrada retrata el rostro oculto de la policía capitalina, en su último libro Policía CDMX Héroes y Demonios (Penguin Random House, 2021). “El tema de la policía aquí en México es poco explorado, como reportero te das cuenta de que se busca más la nota de la corrupción del policía hacia el exterior, pero poco se sabe qué hay dentro”, expone.
De victimario a víctima, de héroe a demonio, los personajes del libro mutan y cambian de piel en un círculo de corrupción e impunidad que carcome a las instituciones en México. “Digamos que están sometidos por una institución con códigos que muchas veces desconocen y muchos de ellos llegan a la policía porque es su última opción laboral”, describe el autor. Hay una parte oscura que enfrentan especialmente los policías “de los eslabones más bajos”, detalla: “Por ejemplo, son extorsionados por sus propios mandos que les exigen dinero para poder trabajar, tener una patrulla, balas o un uniforme a su medida”.
A partir de estos relatos, Estrada deconstruye una institución pública para descubrir la identidad de sectores vulnerables de la población, pero también la de demonios con mucho poder. “En las historias de héroes, por ejemplo, Antonio Samaniego es un policía que tiene cinco medallas al valor y que sale de lo común porque también se dedica a la danza azteca”, destaca. Su honestidad contrasta con los controles internos que hay en la institución. “En este caso, ni en la unidad de asuntos internos de la secretaría ni las comisiones de Derechos Humanos funcionan. Cuando ellos quieren hacer una denuncia se les revierte totalmente y terminan siendo otra vez violentados”, explica el periodista. “Hay un sinfín de historias y (el libro) no solamente habla de policía sino también de ciudadanos y de comunidades”, continúa.
En la alcaldía ?lvaro Obregón, una pareja de elementos de seguridad pública busca chivos expiatorios para alimentar al monstruo de la fabricación de delitos en este país. Esta tarde de marzo de 2020 ha ocurrido un asalto y los elementos necesitan un detenido. En los alrededores de la Unidad Habitacional Plateros, se encuentran con un joven que ha salido de su casa a dar una caminata para aliviar el dolor de una operación reciente. Su historia es una de muchas que quedan impunes en el país. Sergio Alberto narra cómo prácticamente fue privado de su libertad por dos policías que de manera arbitraria lo detuvieron. “Este es el modus operandi: los llevan en la unidad, les dan vueltas por cerca de media hora, no van directamente al Ministerio Público”, apunta Estrada.
Otros dos elementos de la misma corporación son acusados de secuestro exprés tras capturar, en la Colonia Doctores, a uno de los miembros de un grupo de la delincuencia organizada del que su jefe recibía una cuota. “No solamente a los ciudadanos se les fabrican delitos también a los policías que se oponen a este sistema”, se?ala Estrada. Desde 2013, estos expolicías pagan una condena de 50 a?os en el Reclusorio Oriente, donde comparten estadía con algunos de los delincuentes que por a?os infundieron terror en Iztapalapa.
La colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, uno de los principales focos rojos de la capital, fue el primer lugar al que entró la Guardia Nacional en 2019, apunta Estrada. “Claudia Sheinbaum (jefa de Gobierno de Ciudad de México) los recibe con bombo y platillo, pero a la fecha nada ha cambiado, los crímenes se siguen dando. Este policía me habla de que aquí ocurren asaltos, aquí sucedió tal cosa, ellos conocen muy bien los puntos inseguros”, recuerda el periodista. El mismo policía le confesó su sentir cuando llegaba a detener a los delincuentes, “los presentaba ante el Ministerio Público y a los pocos días se daba cuenta de que ya estaban en la calle”. “Me dijo así literal que su trabajo era desechado como excremento por el drenaje”, cuenta Estrada.
Como un parásito, la podredumbre del sistema de seguridad capitalino se puede extrapolar a cualquier entidad del país, sostiene. “Tuve oportunidad de platicar con otros policías, por ejemplo, en Guerrero, me decían: ‘nos estamos enfrentando acá al crimen organizado y ni seguro tenemos”, relata. Estrada aún se pregunta si el sistema orilla a los policías a corromperse o si son obligados y no les queda otra opción. “Porque también quienes se oponen a todo este sistema corrompido son hostigados laboralmente, destituidos o incluso encarcelados: se muestra como una limpia supuestamente de los malos elementos y se justifica el combate al crimen organizado”, detalla.
‘A mí nadie me dice que no’
Este infierno se agrava para las mujeres. Una joven policía es obligada a satisfacer los apetitos sexuales de sus jefes y compa?eros a cambio de conservar su trabajo. Otra agente es baleada por un mando del que rechazó constantes insinuaciones. Algunos testimonios de mujeres, a los que Estrada dedica uno de los 15 capítulos del libro, muestran la violencia de género de la que esta institución mexicana no es ajena, la cual “prácticamente las devora”.
“Es terrorífico, yo lo llamo en el libro que tienen que pagar, digamos, con un centenario de piel, es la moneda con la que pagan para poder tener un trabajo, entre comillas, cómodo”, expone. “Aquellas que se oponen, las mandan a los peores servicios, a lugares muy peligrosos, sin armas, las presionan para hacerlas saber que esa es la regla para tener un buen ambiente laboral, es decir, a cambio de favores sexuales”.
Además del hostigamiento, cuando ellas denuncian son revictimizadas al ser ignoradas por la misma Secretaría de Seguridad Ciudadana. “En asuntos internos lo que hacen es llamar al victimario, a este depredador sexual, para que presente a sus testigos, y a las mujeres les dicen que tienen que presentar pruebas de algún vídeo o fotografías de cómo se dio este hostigamiento laboral”, indica.
Estrada confiesa que las voces masculinas predominan en su relato que evidencia los resultados de un sistema de seguridad machista, planeado y coordinado por hombres, y en donde las mujeres se encuentran en una espiral de violencia que no tiene mecanismos de salida. No pasa nada. Todos se burlan cuando una mujer policía denuncia violencia sexual e ignoran el grito de auxilio de una joven policía que tiene el abdomen perforado por “una broma” de su jefe, quien un día antes le aseguró que a él nadie le decía que no.
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