Soldados en el Congreso de M¨¦xico
El Ej¨¦rcito, que ha entonado el himno nacional en San L¨¢zaro, ensancha su presencia mientras la Cuarta Transformaci¨®n insiste en convencer de la normalidad absoluta de esa situaci¨®n
Tambores y trompetas castrenses aparecieron este martes en San L¨¢zaro, sede del poder legislativo en M¨¦xico, pintando de verde olivo el humor patrio. Militares entonaron el himno nacional en la C¨¢mara de Diputados para sorpresa de los legisladores, confiados en alargar la bronca nacional sin ayuda de nadie, menos de las Fuerzas Armadas. La tropa hizo honor a la bandera ampliando sus horizontes.
La escena era divertida, tragic¨®mica al menos. En la tribuna, de uniforme y casco, los m¨²sicos. Frente a la mesa directiva, los diputados de Movimiento Ciudadano pidiendo justicia por uno de los suyos, Jos¨¦ Manuel Del R¨ªo Virgen, encarcelado por un extra?o caso de asesinato. Concurso de rarezas en el hemiciclo, normalidad total. Era solo mediod¨ªa.
Sirven para todo los militares en M¨¦xico. Igual construyen un tren en Quintana Roo, que un aeropuerto a la entrada de la capital. No es cr¨ªtica, solo constancia. Adem¨¢s de constructores, son polic¨ªas y administradores aduaneros; arque¨®logos y banqueros. Sin querer, intervienen la ficci¨®n. ?O acaso nadie recuerda al confidente de Luis Miguel en Netflix, el cadete Tello, personaje inventad¨ªsimo a la gloria de la mitolog¨ªa local? Quiz¨¢ exagero.
El Ej¨¦rcito ensancha su presencia y llegar¨¢ un momento en que lo castrense y lo p¨²blico ser¨¢n lo mismo, uno y trino, amparados en la luz celestial de la Cuarta Transformaci¨®n, que insiste en convencer de la normalidad absoluta de la omnipresencia militar. El argumento es muy sencillo. Lo repite el presidente cada vez que puede: el Ej¨¦rcito es el pueblo uniformado. Y el pueblo uniformado no se corrompe.
Es una frase antigua la del pueblo uniformado. Goza as¨ª de la ventaja de lo vetusto en la lenta carrera por lo honorable. No est¨¢ claro si se acerca a la realidad. Muchos la dicen porque la intuyeron leyendo Tropa Vieja, la novela del general Francisco Urquizo, secretario de Guerra de Venustiano Carranza y novelista de escandalosa iron¨ªa. Publicada en 1940, Urquizo narra las peripecias de Espiridi¨®n Sifuentes, un pobre desgraciado obligado a combatir por el caudillo Porfirio D¨ªaz.
Puestos a sublimar el texto, hay frases m¨¢s provechosas. Por ejemplo, esta de la p¨¢gina 55, tan contundente como precisa: ¡°El soldado no tiene que pensar m¨¢s que en lo suyo y no tiene que hacer m¨¢s que lo que le manden¡±. Esto, por la idea de que lo militar es indiscutiblemente bueno, asumiendo que el soldado aqu¨ª es la sociedad entera, cuyo papel es ausentarse de todo cuestionamiento.
Lo contrario es discutir al mando, poseedor de la verdad. El riesgo de hacerlo es el arresto disciplinario, salir de la conversaci¨®n, convertirse en un apestado. Pero no es criticar por criticar, se trata de discutir si lo militar es siempre lo mejor. La banda de m¨²sica es lo de menos, pero se ha llegado a un punto de literalidad que los s¨ªmbolos enfocan mejor la conversaci¨®n.
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