¡°Hay que resistir, quieren tirarnos a la fuerza¡±: la larga lucha de los vecinos de un edificio contra un desalojo a golpe de mazo
Ocho departamentos de la calle Puebla 261 batallan en los juzgados para seguir en el inmueble donde residen desde hace d¨¦cadas mientras aguantan los asaltos de grupos que los allanan con violencia y destruyen la propiedad
Entre las calles perfectamente ajardinadas del barrio de la Roma Norte, en Ciudad de M¨¦xico, entre cafeter¨ªas modernas donde venden un caf¨¦ por 75 pesos y edificios de nueva construcci¨®n cuyas rentas quintuplican el salario m¨ªnimo, destaca enseguida el inmueble de la calle Puebla 261. Sus dos locales bajos cegados por el graffiti, y en la puerta principal un enorme cartel avisa: ¡°Clausurado por violar las disposiciones jur¨ªdicas aplicables¡±. Es la ¨²nica construcci¨®n de la calle con parches de cemento que asoman por la pintura de exterior gris y varias grietas y ventanas rotas adornan las ventanas de los balcones. Dentro, los pocos vecinos que quedan, libran una larga batalla para no ser desalojados que se atasca en tribunales mientras se suceden los ataques para derribar el inmueble. ?l ¨²ltimo susto fue el mi¨¦rcoles pasado.
A las 10.30 de la ma?ana de ese d¨ªa, se escucharon de nuevo los abruptos ruidos. Un grupo de hombres levantaron una de las persianas de los locales, accedieron al edificio y con sus mazos empezaron a romperlo todo. Manuel Caballero, que es vecino de este inmueble desde hace 15 a?os, asegura que son grupos de choque contratados por inmobiliarias. ¡°Como no nos pueden desalojar, vienen a asustarnos para que nos vayamos¡±, asegura indignado.
Cuando ¨¦l lleg¨® a este edificio, todo era muy diferente. ¡°Mi esposa ha vivido aqu¨ª toda su vida. Naci¨® en uno de estos cuartos y fue a la secundaria unas calles m¨¢s all¨¢¡±, se?ala el horizonte que se pierde entre las nuevas edificaciones de rentas altas. Entonces ten¨ªan trato directo con el due?o de todo el inmueble, Pablo Su¨¢rez, quien al morir se lo dej¨® en herencia a su hijo Enrique. ?l recibi¨® varios a?os las rentas a precios hoy impensables para este barrio, hasta que en 2017 convoc¨® una junta vecinal para informar de que hab¨ªa vendido el edificio a Banca Mifel. Los inquilinos solamente notar¨ªan el cambio al escribir a quien enviar¨ªan las rentas de ahora en adelante, dijo, pero las ¨®rdenes de desalojo no tardaron en llegar.
Uno de los primeros fue Jaime Resendiz Gutierr¨¦z. Lleg¨® a este edificio en 1971 y asegura que entonces ¡°era muy bonito¡±, aunque cuesta imagin¨¢rselo ahora con la basura y los escombros acumul¨¢ndose en las esquinas pintadas de verde. Su madre pagaba en esos tiempos 1.000 pesos de renta por un departamento de dos habitaciones en el que viv¨ªan ¨¦l y sus cinco hermanos. Cuando se qued¨® a vivir solo en el departamento 7, ya el precio hab¨ªa subido a 3.000 por mes, pero segu¨ªa siendo asumible con sus empleos temporales como taxista o vendedor de carros. Un a?o antes de que le cambiaran al casero de siempre por un fideicomiso bancario, empez¨® a sospechar lo que se avecinaba.
¡°Tiraron el edificio de al lado como parte de un proyecto m¨¢s grande para un centro comercial¡±, relata se?alando el terreno bald¨ªo de al lado, inundado de malas hierbas crecidas y agua. ¡°Ya no pudieron construir m¨¢s porque abrieron un socav¨®n¡±, agrega. Poco despu¨¦s, al no poder subir las rentas de Puebla 261 que ahora controla el juzgado, narra que presionaron inflando las facturas del agua. Y despu¨¦s lleg¨® su orden de desalojo. ¡°Nos dijeron que eran los due?os del departamento, nos ense?aron documentos ap¨®crifos y entraron por la fuerza. Eran varios. Nos agarraron y sacaron todas nuestras cosas a la calle, muchas nos las robaron¡±, detalla. Intentaron reclamar ante los tribunales, pero acusa a su abogado de venderse a la defensa. Desde entonces, renta una habitaci¨®n un piso m¨¢s arriba, desde donde escucha los golpes de los grupos que han intentado allanar el edificio varias veces. ¡°Aqu¨ª hay que resistir. Quieren tirarnos a la fuerza, pero todo lo dem¨¢s est¨¢ muy caro¡±, sentencia.
En el departamento de enfrente, Krista Mart¨ªnez estaba con su hija peque?a cuando los ¡°grupos de choque¡± o ¡°los paracaidistas¡± le reventaron el cerrojo de la casa en la que lleva viviendo 36 a?os. ¡°Me tiraron la puerta y me empezaron a preguntar cu¨¢nta gente viv¨ªa aqu¨ª. Nos dijeron que ven¨ªan para remodelarlo, pero empezaron a destruirlo, a da?ar estructuras vitales¡±, cuenta, temerosa de que en el pr¨®ximo sismo todo se venga abajo. Es la tercera vez que es v¨ªctima de algo as¨ª. La anterior ocurri¨® hace solo ocho meses. En ambas ocasiones, los intrusos ense?an papeles no oficiales y sin sellos para justificar su abrupta entrada con mazos.
Su marido, Sergio Mart¨ªn, explica que el edificio no puede remodelarse por los pleitos judiciales pese a su deplorable estado. Para ejemplificar la necesidad de una reforma, lanza una pelota de su hija por el suelo que inmediatamente busca la esquina opuesta, cediendo a la ley de la gravedad del suelo inclinado. ¡°Es por el socav¨®n que abrieron en el terreno de al lado al derruir el edificio vecino¡±, alega. Las grietas que atraviesan la habitaci¨®n de punta a punta le dan la raz¨®n. Como los juicios est¨¢n retras¨¢ndose en los juzgados m¨¢s de la cuenta por el colapso administrativo tras la pandemia, Mart¨ªn est¨¢ convencido de que los grupos de choque est¨¢n contratados por las inmobiliarias o el banco. Es su estrategia para acelerar la expulsi¨®n de los pocos vecinos que quedan, se?ala. De los 26 apartamentos, solo quedan ocho en resistencia. El resto, la mayor¨ªa personas de la tercera edad o familias con ni?os, se han ido por el miedo o a cambio de dinero. ¡°Nosotros estamos esperando a la resoluci¨®n del juicio¡±, justifica Krista Mart¨ªnez.
El abogado de todos los vecinos, Lucindo Rangel, lleva todos los casos de desalojo por separado en los tribunales. ?l tambi¨¦n apoya la teor¨ªa de que los allanamientos con violencia son una forma de presionar a los habitantes de Puebla 261 para que se marchen y as¨ª poder capitalizar despiadadamente ese valioso terreno con un nuevo proyecto arquitect¨®nico. ¡°Hay un hostigamiento por parte de las inmobiliarias a los arrendatarios, pero ellos todav¨ªa cuentan con vinculaci¨®n legal por sus contratos de renta¡±, argumenta. Rangel detalla que ha habido varios problemas en los juzgados para demostrar qui¨¦n es realmente el propietario del inmueble. Adem¨¢s, hubo una fusi¨®n de predios y la intervenci¨®n de un nuevo fideicomiso de Banca Ve por M¨¢s, quienes se reivindican como los nuevos due?os del edificio. Por lo tanto, la ¨²nica forma de desalojo que apura la creciente masificaci¨®n ¡ªhasta que se desenrede el juicio en el lento mecanismo jur¨ªdico¡ª solo pueden llevarse a cabo de forma clandestina de momento. ¡°Por eso siempre llegan a demoler el edificio sin identificaci¨®n y sin permisos¡±, a?ade. Este peri¨®dico ha intentado ponerse varias veces en contacto con ambos bancos y no ha obtenido respuesta.
¡°Por desgracia, los vecinos de Puebla 261 no son propietarios. Tarde o temprano los van a desalojar, nada m¨¢s se demuestre que Banca Ve por M¨¢s es el nuevo propietario¡±, lamenta Rangel. Pero los vecinos siguen en lucha. Ahora atascan la puerta de entrada con una viga de madera, adem¨¢s de todas las puertas de metal con llave que hay que atravesar para llegar a los departamentos. Reaccionan de inmediato ante el m¨¢s m¨ªnimo ruido de la calle y si alguno ve a un desconocido pararse m¨¢s de la cuenta en su portal, en seguida salen a preguntar qu¨¦ quiere. ¡°Nos han reventado las tuber¨ªas de agua y muchas veces nos quedamos sin luz porque nos roban el cobre, pero aqu¨ª seguimos¡±, dice orgulloso Jaime Resendiz.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.