Humor y machismo
No hay chistes aislados en una sociedad que normaliza el maltrato a las mujeres; si no estar¨ªamos en un problema de ser un pa¨ªs sencillamente con un mal sentido del humor
¡°Ya no se puede bromear con nada porque de todo se ofenden¡±, es una frase que escuchamos mucho ¨²ltimamente. De unos a?os para ac¨¢, diversas voces se han pronunciado en contra del machismo, del racismo, del clasismo, de la homofobia y la xenofobia en espacios de todo tipo. Hemos crecido en un contexto que normaliza este tipo de bromas, chistes, expresiones cotidianas y no se cuestionaron durante mucho, much¨ªsimo tiempo. Hasta hace unos cuantos a?os. En fechas recientes, un comediante fue cuestionado en redes sociales por construir sus personajes con base en estereotipos de mujeres y a otro por agredir sexualmente a una compa?era, lo cual suscit¨® una discusi¨®n en torno a la relaci¨®n que hay entre el humor, el machismo y el abuso sistem¨¢tico en contra de las mujeres. El humor que podr¨ªamos decir con nombre y apellido, de los stand-ups hasta los chistes populares, que se repiten en uno y otro lugar con variaciones que pasan de voz en voz. En un pa¨ªs en el que la violencia en contra de las mujeres crece, en donde siete de cada diez mujeres han sido v¨ªctimas de violencia machista, vale la pena detenerse en esta, una de las formas de violencia que se ejerce todos los d¨ªas desde lo verbal y que tantas veces podr¨ªa parecer inofensiva. Con tal, es una broma¡
Cuando era ni?a, en las reuniones familiares, un t¨ªo tomaba el micr¨®fono durante un rato ¨Cen este caso el micr¨®fono era una cuba o un tequila¨C, y acaparaba contando chistes de pie en esas conversaciones en c¨ªrculo, entre sillones y sillas. Era s¨ª, carism¨¢tico. Ten¨ªa un espacio entre los dientes frontales que me parec¨ªa que lo hac¨ªa una persona a¨²n m¨¢s carism¨¢tica. En ese stand-up familiar sol¨ªa contar chistes populares que no tengo idea de donde pescaba cada semana, pero rigurosamente los domingos ten¨ªa material nuevo. Conforme fui entrando a la adolescencia, recuerdo haberme sentido inc¨®moda. En el mundo, s¨ª, pero me sent¨ªa especialmente inc¨®moda cuando mi t¨ªo contaba chistes en las reuniones familiares. No entend¨ªa muy bien qu¨¦ era lo que me incomodaba por qu¨¦ a juzgar de su p¨²blico ¨Calgunos miembros de mi familia¨C parec¨ªan ser chistes graciosos. Incluso hab¨ªa quienes replicaban sus chistes en la semana o en la cocina para quien se hubiera perdido de alguno contado en la sala.
Alguna navidad entend¨ª que no me hac¨ªan gracia en parte porque mis t¨ªas o mi madre eran, en todo caso, sujeto de algunos de esos chistes sobre suegras y matrimonios. No que ¨¦l los inventara, eran los chistes que corr¨ªan, como corren los chismes de los actores o actrices famosas, que llegan a las reuniones familiares como si alguien pudiera dirigirles mejor la vida. Fue hasta la universidad que alguna vez, despu¨¦s de una fiesta, una amiga me dijo: ¡°Qu¨¦ hacemos la pr¨®xima vez que nuestros amigos hagan esos chistes machistas, ?les decimos algo? Ya no quiero hacer como que no los escuch¨¦.¡± Entend¨ª hasta entonces qu¨¦ era lo que me incomodaba, lo que no me causaba gracia de esos llamados chistes. Chistes machistas, chistes mis¨®ginos, chistes hom¨®fobos, chistes racistas, chistes clasistas, violencia disfrazada de humor. Que ni mi t¨ªo ni aquellos amigos inventaron, sino que como sociedad convenimos que esos eran un juego para interactuar, algo divertido que decir y que puede ser gracioso para muchos ponerse en un lugar superior con respecto a alguien m¨¢s.
A ra¨ªz de la pol¨¦mica reciente, me pareci¨® incluso m¨¢s evidente lo tanto que crecimos expuestos a esa idea del humor, como mirando programas en televisi¨®n abierta que normalizaban esta forma de violencia en donde las mujeres son objeto. Objeto de burla, objeto de deseo el cual se puede dominar. Un objeto siempre inferior, en cualquier caso. En los chistes populares sobre las suegras se refuerza el estereotipo de la bruja. Los chistes sobre el matrimonio heterosexual, por ejemplo, coinciden en que la v¨ªctima es el pobre hombre que cay¨® en esa trampa, qued¨¢ndose sin libertad, sin dinero, sin tiempo, sin algo que antes le pertenec¨ªa.
Los chistes sobre mujeres son un tiradero de estereotipos. Tontas, celosas, furiosas, interesadas, incapaces, etc¨¦tera. Lo mismo que pasa con los llamados chistes racistas, clasistas, hom¨®fobos o xen¨®fobos, un tiradero de estereotipos que si algo hacen es da?o, porque al contarlos, re¨ªrse o participar en el acto que consiente que una de las partes ¨Caquella que cuenta y r¨ªe¨C est¨¢ por encima del sujeto del chiste. Normalizan que oprimir est¨¢ bien. Y el humor, desde ese ¨¢ngulo, es una de las manifestaciones de la violencia. El peligro es que una vez normalizada la violencia es capaz de tomar otras formas. No hay chistes aislados en una sociedad que normaliza el maltrato a las mujeres; si no estar¨ªamos en un problema de ser un pa¨ªs sencillamente con un mal sentido del humor, y hasta cierto punto, eso podr¨ªa solucionarse con risas grabadas. El tema es que as¨ª, la violencia desde sus diferentes formas, es como se perpet¨²a. As¨ª, en esa escalera que parece ir de lo inofensivo, que muchas veces es, de hecho, muy ofensivo, es como se llega a sus m¨¢s atroces consecuencias.
Qu¨¦ nos hace re¨ªr y por qu¨¦ re¨ªmos es un temazo que da para largo, pero quiz¨¢s valga la pena detenernos brevemente en preguntarnos ?por qu¨¦ podemos re¨ªr con chistes que ponen a alguien en una postura superior? Podr¨ªamos decir que la comedia, desde su origen griego, es la otra cara de la moneda, la tragedia. Mientras que la tragedia toca los grandes temas de la vida, los grandes problemas y algunos terribles destinos, la comedia es s¨¢tira, el lado ligero y hasta feliz. Arist¨®teles ocupa poco tiempo hablando de la comedia con respecto a la tragedia, y refiere a lo inferior, lo feo, lo defectuoso que, sobre todo, no nos produce dolor. En otras palabras, algo interesante que todav¨ªa hoy proyecta de esa brillante e irrepetiblemente es que no podemos re¨ªrnos de aquello que nos conmueve, sino por el contrario: nos re¨ªmos gracias a la distancia. Incluso con la distancia que establecemos con uno mismo o con una misma al momento de hacer una broma de algo en que nos hemos equivocado. El problema es cuando esa distancia establece una jerarqu¨ªa de poder sobre el que r¨ªe en contra de otro. Cuando ese humor es, en realidad, violencia.
Ahora, en retrospectiva, me parece justo decir que mi t¨ªo era gracioso cuando no buscaba ser gracioso, cuando contaba, por ejemplo, una ida al s¨²per y le daba treinta vueltas a una bolsa de pl¨¢stico sin poderla abrir o una proeza entera con un carrito de s¨²per que ten¨ªa una de las cuatro llantas tiesa, trabada, casi imposible de arrastrar entre los pasillos. Con ese tipo de cosas peque?as siempre me he re¨ªdo much¨ªsimo. Traje aqu¨ª a mi t¨ªo con una cuba en mano y a Arist¨®teles de paso porque creo que ambos tienen mucho que decirnos sobre lo que hoy nos causa risa. Quiz¨¢s descubrimos que al contrario de ese dicho com¨²n en el que ¡°no se pueden hacer chistes sin ofender¡±, como dec¨ªa el gran humorista Jorge Ibarg¨¹engoitia, el humor es como unos lentes con los cuales podemos ver las cosas y re¨ªrnos. Que nada tiene que ver con violencia ni con las jerarqu¨ªas de poder. Con tal, ?qu¨¦?, es una broma...
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