Tom¨¢s P¨¦rez Vejo: ¡°En Am¨¦rica Latina no se construyeron capitales para las naciones, se construyeron naciones para las capitales¡±
La conformaci¨®n de los pa¨ªses es una aventura para los historiadores. En su ¨²ltimo libro, P¨¦rez Vejo se adentra en esa traves¨ªa a trav¨¦s de las pinturas que marcan la conformaci¨®n de la historia oficial de la naci¨®n mexicana durante el siglo XIX
El noble Papantzin camina llevando de la mano a su hija X¨®chitl ante la Corte tolteca. En sus manos la princesa carga una j¨ªcara de aguamiel para ofrendar al Rey Tecpancaltzin que los mira incr¨¦dulo desde su trono enmarcado por los cerros del centro de M¨¦xico. La escena qued¨® inmortalizada en el lienzo El descubrimiento del pulque de Jos¨¦ Obreg¨®n, pintado en 1869.
Dos cosas llaman la atenci¨®n en la imagen. La primera, el tono blanco en la piel de los ind¨ªgenas toltecas, que son m¨¢s blancos incluso que su rey. La segunda la pone sobre la mesa el historiador Tom¨¢s P¨¦rez Vejo (Cantabria, 70 a?os): ¡°Nadie nos puede asegurar que estas escenas ocurrieron de tal forma o siquiera si existieron¡±. Y es precisamente esas inc¨®gnitas sobre la historia oficial las que le han impulsado los ¨²ltimos 20 a?os de su carrera a realizar una investigaci¨®n sobre como se construyo el discurso hist¨®rico de lo que hoy llamamos M¨¦xico. El resultado es el libro: M¨¦xico, la naci¨®n doliente (Grano de sal). Para realizar su trabajo sigui¨® la l¨ªnea de lo que se conoce como pintura de historia, un gran repaso a las im¨¢genes profanas que construyen el relato de una naci¨®n que hoy en d¨ªa sigue presente en las escuelas y en el santoral de las celebraciones c¨ªvicas.
Pregunta. ?Por qu¨¦ tenemos siempre la necesidad de saber m¨¢s sobre el pasado?
Respuesta. Porque en el fondo, cuando hablamos del pasado, no hablamos del pasado, hablamos del presente y hablamos de nosotros.
P. ?En su libro est¨¢ la historia de M¨¦xico o la de los mexicanos?
R. En mi libro estoy hablando de una historia muy particular, que son las historias nacionales. Esto es un g¨¦nero historiogr¨¢fico que aparece a principios del siglo XIX, antes no hay historias nacionales. Hay historias nobiliarias, memorias familiares, pero no hay historias nacionales.
P. ?Y por qu¨¦ aparecen?
R. Cumplen una funci¨®n determinada, muy clara y precisa. Tiene que ver con los sistemas. A final del siglo XVIII, principios del siglo XIX, se produce una mutaci¨®n pol¨ªtico-cultural, radical, un cambio que va a modificar toda la forma de entender el mundo de antes de ese momento y despu¨¦s de ese momento. Tiene que ver con c¨®mo se legitima el poder, es decir: quien gobierna, gobierna en nombre de qu¨¦ y por qu¨¦.
P. ?Se necesitaba una historia nacional?
R. Quien la necesita es el Estado mexicano, porque a partir del siglo XIX, sin naci¨®n no hay Estado.
P. ?Los relatos funcionaron?
R. Aquellos Estados que fracasaron en construir una naci¨®n, desaparecieron. Por ejemplo, la Gran Colombia. Fracas¨® a la hora de construir una naci¨®n. Entonces, crearon tres nuevos Estados, que estos s¨ª tienen ¨¦xito en la construcci¨®n de un relato y finalmente de una naci¨®n. Si hoy le preguntamos a los venezolanos, a los colombianos y a los ecuatorianos, te aseguro que est¨¢n convencidos de que exist¨ªa la naci¨®n ecuatoriana, venezolana y colombiana desde el origen de los tiempos.
P. El porfiriato es el momento hist¨®rico en d¨®nde uno va cuestionando esa misma historia y se pregunta:?Qui¨¦nes somos exactamente los mexicanos?
R. ?Qu¨¦ somos? Somos lo que nos contamos que somos. Es decir, no somos una realidad objetiva. Entonces el resultado de todo eso es que la naci¨®n mexicana, como todas las naciones del mundo, es lo que yo quiero o¨ªr voluntariamente. Esto se construye o se inventa a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Y tiene un momento central. Yo s¨¦ que para muchos mexicanos en esta historia patri¨®tica que les han contado resulta un tanto complicado de asumir. Pero el gran constructor de la naci¨®n mexicana es el porfiriato.
P. ?Por los datos y hechos que aporta a la historia oficial?
R. No importan tanto los datos como el sentido del relato, eso cualquier escritor de novelas lo sabe, es decir, que lo que importa no son los hechos concretos, sino la forma como se articulan en el relato. En el libro yo cuento que en el relato del porfiriato se acaba configurando en un ciclo de nacimiento, muerte y resurrecci¨®n. Es decir, una naci¨®n mexicana que existir¨ªa ya en la ¨¦poca prehisp¨¢nica, muere con la conquista y resucita con la independencia.
P. ?Por qu¨¦ decidi¨® trabajar con la imagen y no con textos o documentos, digamos novela o cr¨®nicas hist¨®ricas?
R. Esa es una pregunta muy interesante, porque adem¨¢s es una de las claves del libro. Lo mismo que hicieron los pintores, hicieron los novelistas. Toda la novela hist¨®rica del siglo XIX cuenta el pasado de la naci¨®n mexicana. Ahora, ?por qu¨¦ yo utilizo las pinturas y no las novelas? Porque hay una diferencia fundamental. Las pinturas de historia solo existen porque las patrocin¨® el Estado. Mientras que las novelas hist¨®ricas existen al margen de ese Estado. Uno de estos cuadros de historia que yo analizo es El suplicio de Cuauht¨¦moc. Era un cuadro que llevaba mucho tiempo pintarlo, porque el pintor ten¨ªa que hacer investigaci¨®n sobre c¨®mo eran los trajes del pasado y detalles de la ¨¦poca, lo cual le pod¨ªa llevar dos o tres a?os para realizar esa pintura. Y cuando terminaba, era una obra de gran tama?o, de dos metros por tres. Bueno, solo hab¨ªa un comprador posible, el Estado. Porque nadie pod¨ªa llevarse eso a su casa, y porque adem¨¢s, para que al pintor le fuese rentable, ten¨ªa que pagarse a un precio elevado. Por lo tanto, un pintor de historia sab¨ªa que solo pod¨ªa pintar lo que el Estado le iba a comprar.
P. La imagen tambi¨¦n tiene un cierto grado de validez, por ejemplo, la fotograf¨ªa hist¨®rica es un documento de que eso ocurri¨®. ?Pasa algo similar con la pintura?
R. La capacidad de las im¨¢genes para marcarnos es mucho superior a las de la palabra y a los textos escritos. Esto lo supo la Iglesia Cat¨®lica desde su fundaci¨®n. Nosotros vamos a los museos del Antiguo R¨¦gimen y lo que encontramos es pintura religiosa. Porque no es lo mismo contar la crucifixi¨®n de Cristo, a ver una escena en la que aparece Cristo colgado en la cruz. Impresiona mucho m¨¢s. No es lo mismo contar El suplicio de Cuauht¨¦moc en un libro de historia, que verlo plasmado en un cuadro. Las personas que vieron el cuadro de Leandro Izaguirre la primera vez que se expuso en una muestra en Bellas Artes, posiblemente recordaran la imagen toda su vida. Dicho de otra manera, no es lo mismo la palabra sangre escrita con tinta azul, que un cubo de sangre tirado sobre la misma.
P. Estas im¨¢genes han acompa?ado a los mexicanos a lo largo de sus vidas.
R. Voy a hablar de nuevo del cuadro El suplicio de Cuauht¨¦moc, lo pongo tanto de ejemplo porque es el cuadro de pintura de historia m¨¢s famoso de todo el siglo XIX mexicano y adem¨¢s es la pintura hist¨®rica que todo mexicano, educado por el Estado, ha visto. Nosotros en realidad no sabemos c¨®mo fue la escena, ni siquiera sabemos si ocurri¨®, pues es un asunto m¨¢s o menos literario. Ahora, para el individuo que lo ve, eso fue lo que ocurri¨®. Y cuando vemos el cuadro hist¨®rico, Cuauht¨¦moc tiene la cara que Izaguirre le pint¨® y Alderete el conquistador, que aparece de costado, tiene la cara que el autor le pint¨®.
P. Me sorprende que hay un esfuerzo por blanquear la historia. Los personajes parecen europeos, todos.
R. A veces nos olvidamos que quienes hicieron las independencias americanas eran en sentido literal espa?ol. Voy a recodar la famosa frase de que la conquista la hicieron los indios y la independencia la hicieron los espa?oles. Una frase muy cierta. Y hay otro aspecto que tambi¨¦n a veces olvidamos, y es que las ¨¦lites que hicieron la independencia y que construyeron el Estado mexicano no solo eran racialmente blancas, sino que eran racistamente blancas. Es decir, estaban convencidos de que M¨¦xico era una naci¨®n de blancos.
P. ?En el momento de la independencia, la mayor parte de la poblaci¨®n mexicana era ind¨ªgena?
R. Totalmente. Y una importante poblaci¨®n afromexicana, a la que se le ha ignorado. Entonces, dado que est¨¢n convencidos de que M¨¦xico era un pa¨ªs de blancos, representan a los padres de la patria como hombres blancos.
P. Pero tambi¨¦n a Cuauht¨¦moc y Moctezuma.
P. A eso iba. Hay un caso que yo cuento en el libro, que es muy llamativo. El descubrimiento del pulque es un cuadro que en la ¨¦poca fue muy c¨¦lebre. Una pintura que representa un episodio ocurrido antes de la llegada de los europeos. Se supone tambi¨¦n que un criterio fundamental en la pintura de historia es que deb¨ªan de representar los hechos tal como hab¨ªan ocurrido. Y si uno se fija en la princesa X¨®chitl, que es la gran protagonista de la pintura, es una princesa completamente blanca. Estaban tan convencidos de que era as¨ª, que no lo vieron. A m¨ª me sorprende mucho por qu¨¦ nadie, cuando se us¨® este cuadro, repar¨® en que hab¨ªa un error hist¨®rico fundamental y es que la protagonista del cuadro era una princesa europea.
P. Hab¨ªa mucha contradicci¨®n entre la realidad y lo que se representaba.
R. Exactamente. Ahora no crea que la contradicci¨®n es solo mexicana y latinoamericana. La pintura religiosa previa al movimiento de la pintura de historia est¨¢ llena de im¨¢genes de Jesucristo, que es presentado como una persona rubia y de ojos claros. Cualquier pintor europeo del siglo XV, del siglo XVI y del XVII, pod¨ªa haber ido al gueto jud¨ªo y pintar a Jesucristo como un jud¨ªo. ?Por qu¨¦ no lo hacen? Porque para el pensamiento religioso del siglo XVVII, Jesucristo no era jud¨ªo. Jesucristo era el padre del cristianismo. Y, por lo tanto, no era jud¨ªo.
P. Toda esta historia se construy¨® en la capital de M¨¦xico. ?Por qu¨¦ no se observa m¨¢s al interior de un pa¨ªs tan grande?
R. En Am¨¦rica Latina no se construyeron capitales para las naciones, se construyeron naciones para las capitales. No solo pasa en M¨¦xico. La gran diferencia es que Ciudad de M¨¦xico era mucho m¨¢s importante que ninguna de las otras ciudades, y por eso tiene capacidad para circundar el territorio.
P. La historia de M¨¦xico est¨¢ llena de espacios en blanco o negro. ?C¨®mo encuentra usted la historia?
R. El historiador y pensador franc¨¦s Ernest Renan tiene una frase que me parece absolutamente genial. ¡°Para construir una naci¨®n, es tan importante lo que se recuerda como lo que se olvida¡±. Por un lado, una naci¨®n es una historia, pero no una historia cualquiera.
P. ?Cu¨¢les son los olvidos de la historia mexicana?
R. Hay un primer olvido. El pasado prehisp¨¢nico ajeno al altiplano mexicano. No hay en toda la pintura de la historia un solo cuadro a los dem¨¢s pueblos, culturas, civilizaciones o Estados que exist¨ªan en el momento de la llegada de los espa?oles. No hay ninguna imagen de la otra gran civilizaci¨®n mesoamericana, que es el mundo maya. Todas las im¨¢genes son de los aztecas, en todo su esplendor o en su derrota, pero todo del mundo azteca. Esto tiene una funci¨®n fundamental en determinadas decisiones. Si le pregunt¨¢semos a un ni?o en estos momentos en la escuela, qu¨¦ tan grande era el Imperio de Moctezuma, la idea que ese ni?o tendr¨ªa es que los l¨ªmites del Imperio de Moctezuma corresponden con los l¨ªmites de la actual Rep¨²blica Mexicana. Y eso mismo lleva a que un ni?o de Baja California se asuma como descendiente de Cuauht¨¦moc, cuando un ni?o de Baja California tiene que ver con Cuauht¨¦moc lo mismo que yo con el obispo de Roma. Absolutamente nada. Y de hecho, cuando se habla de la Conquista de M¨¦xico parece que es que se habla de la Conquista de la Ciudad de M¨¦xico y de la azteca. Una Conquista que entonces fue llevada a cabo por los tlaxcaltecas y todos los que estaban hartos del dominio azteca. Pero eso se olvida, porque si no se olvida, la Naci¨®n Mexicana no es posible.
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