Kris Kristofferson y el blues de la frontera: M¨¦xico, la tierra mitol¨®gica del ¡®outlaw¡¯ country
La m¨²sica de Kristofferson, Dylan, Cash, Willie Nelson o Townes Van Zandt y el cine ¡®western¡¯ han alimentado la leyenda del pa¨ªs como refugio de bandidos y polic¨ªas corruptos, un para¨ªso perdido de lobos solitarios en los m¨¢rgenes
El salvaje oeste agoniza, la civilizaci¨®n irrumpe a lomos de trenes de carga, los pistoleros perecen ante el imperio de la ley. El legendario bandido Billy The Kid, acorralado por la justicia, huye hacia M¨¦xico. Lo persigue para matarlo su viejo amigo Pat Garrett, un antiguo forajido domesticado por el nuevo mundo que se ha reciclado en sheriff. Una era muere arrollada, otra est¨¢ a punto de nacer.
Sam Peckinpah, maestro del western crepuscular, el cineasta de la violencia y la melancol¨ªa, rueda su cl¨¢sico Pat Garrett y Billy The Kid al pie de la Sierra Madre en Durango, al norte de M¨¦xico. Es 1973 y en el mundo del cine tampoco queda mucho hueco ya para forajidos y buscavidas. Refugiado en las monta?as, Peckinpah se rodea de otro grupo de enfermos de nostalgia, profetas tard¨ªos de un tiempo que ya no existe. El compositor Kris Kristofferson interpreta a Billy, el actor James Coburn a Garret, Bob Dylan a un misterioso pistolero llamado Alias.
La tensi¨®n ha calado en el rodaje. Van por detr¨¢s del calendario y por encima del presupuesto. Un Peckinpah cada vez m¨¢s irascible se juega el despido. Por si fuera poco, los periodistas locales asfixian a Dylan como el calor seco del desierto. El equipo necesita desconectar y Kristofferson, Coburn y Dylan vuelan al Distrito Federal para el fin de semana. Tambi¨¦n el periodista de la Rolling Stone Chet Flippo, que documenta el viaje.
Dylan tiene que grabar la banda sonora de la pel¨ªcula, con aquella canci¨®n triste en la que llama sin que nadie escuche a las puertas del cielo. En el estudio lo acompa?ar¨¢ la banda de Kristofferson. Tras semanas de psicosis colectiva, por fin pueden divertirse. Coburn enciende porros de hierba local del tama?o del brazo de un reci¨¦n nacido, Dylan bebe vodka y dirige a los m¨²sicos, Kristofferson engulle whiskey mientras intenta que dos desafinados trompetistas mexicanos acierten la nota. El amanecer los encuentra all¨ª.
Peckinpah morir¨ªa una d¨¦cada despu¨¦s; Coburn, en 2002; Kristofferson, hace una semana. De aquel grupo salvaje solo queda vivo Dylan. Una era muere arrollada, otra est¨¢ a punto de nacer.
La tierra prometida y el purgatorio
La an¨¦cdota de aquel rodaje tiene todos los elementos que componen esta historia. Un grupo de m¨²sicos estadounidenses de country, folk y blues, con ¨¦xito comercial y fama, pero que reniegan de los focos. El simbolismo del western, que tanto los interpela: ellos, en el fondo, se sienten vaqueros modernos. Kristofferson y otro pu?ado de cantantes ¡ªWillie Nelson, Johnny Cash, Townes Van Zandt¡ª representan el outlaw country, un subg¨¦nero que, literalmente, se traduce como ¡°fuera de la ley¡±. El imaginario del oeste, la vida en la carretera, el rechazo a los valores de la sociedad capitalista. Un country m¨¢s cercano a las banderas de la contracultura que al Partido Republicano.
En westerns como los de Peckinpah encuentran un espejo en el que mirarse: la vida forajida a ambos lados de la frontera, las historias de perdedores e inadaptados, el arquetipo patriarcal del lobo solitario. Y, en M¨¦xico, un para¨ªso perdido: el mito del buen salvaje, el tramposo estereotipo del mundo precapitalista de valores tradicionales apegados a la tierra, el refugio en el indomable sur de los bandidos, como Billy The Kid, perseguidos por la ley. Un imaginario que empapa las pel¨ªculas en las que act¨²an, las canciones que escriben.
Quiz¨¢ la canci¨®n que mejor lo resume es Michoac¨¢n, compuesta por Kristofferson para la banda sonora de Cisco Pike (1972): la historia de un vendedor de marihuana encarcelado que sue?a con huir y refugiarse en el Estado mexicano, con la ¨²nica compa?¨ªa de ¡°su novia adolescente¡±, dos perros y una guitarra roja: ¡°Me levant¨¦ esta ma?ana con la frontera ardiendo en mi mente / he visto cosas que no pod¨ªa dejar atr¨¢s / en este agujero en la tierra no hay nada que ver / pero all¨ª abajo en Michoac¨¢n el para¨ªso me espera / al norte de la frontera, chico, los cuerpos se compran y se venden / mi hermano y yo fuimos arrestados por convertir el verde en oro / voy a pagar por mi crimen hasta el d¨ªa que sea libre / pero en Michoac¨¢n el para¨ªso me espera¡±.
La moneda tiene m¨¢s caras. Suena Blue and Lonesome de Duke Levine, blues ag¨®nico de guitarras chirriantes. El sheriff Charlie Wade aterroriza un pueblo del desierto texano en la frontera con M¨¦xico que se llama, c¨®mo no, Frontera. Es uno de esos personajes oscuros que pueblan los m¨¢rgenes entre ambos mundos: un caudillo local, asesino, corrupto, extorsionador. De fondo, una comunidad divida entre los cowboys blancos y los mexicanos que cruzan el r¨ªo Bravo, el r¨ªo Grande, y cocinan su comida, lavan sus casas, cuidan a sus hijos. Kristofferson, como Wade, dej¨® en Lone Star (1996) uno de los papeles m¨¢s significativos de su carrera. Y el contrapunto a sus letras id¨ªlicas: M¨¦xico pod¨ªa ser la tierra prometida, pero tambi¨¦n un purgatorio en el desierto; Texas, un infierno en el que dar con tus huesos si tus pasos vienen del sur.
Bandidos y perdedores
Nace en 1933, crece en bares de honky tonk con una guitarra colgada al cuello y casi un siglo despu¨¦s sigue en pie. El pelo blanco anudado en dos trenzas, la bandana roja en la frente, el sombrero vaquero. Con 91 a?os lanza su 152? disco. Con voz de humo, arrastrada, cuenta una historia de agentes de la patrulla fronteriza, contrabandistas, migrantes hambrientos, maldad y bondad a ambos lados del muro. El disco, publicado este mayo, se llama The Border, La Frontera. ?l es Willie Nelson, rostro incombustible del outlaw country.
Nueve d¨¦cadas a sus espaldas, miles de actuaciones. Este verano lo ha pasado de gira por Estados Unidos junto a Bob Dylan, 26 conciertos que han llamado el Outlaw Tour. Con la muerte de Kristofferson se ha convertido en el ¨²ltimo en pie de una estirpe a punto de desaparecer (Dylan, m¨¢s ecl¨¦ctico, siempre bail¨® a distintos ritmos). The Border, dicen los cr¨ªticos, es una de sus aproximaciones m¨¢s tridimensionales a la frontera y los personajes claroscuros que la habitan. No fue la primera.
Townes Van Zandt muri¨® antes de tiempo despu¨¦s de una vida de tumbos, alcohol y drogas. Escribi¨® canciones hermosas, fue una leyenda. En 1972 compuso Poncho & Lefty, una de sus obras m¨¢s recordadas¡ªentre las 100 mejores canciones de country de todos los tiempos de la Rolling Stone¡ª, el cuento de un bandido mexicano que es traicionado y ajusticiado en el desierto por los federales. Es uno de los mitos fundacionales del outlaw. En 1982, Willie Nelson y Merle Haggard daban los ¨²ltimos retoques a un disco al que le faltaba un hit. Lleg¨® a sus manos Poncho & Lefty. Les impact¨® tanto que la regrabaron ¡ªrenombrada como Pancho & Lefty¡ª y pusieron su nombre al ¨¢lbum. Fue uno de sus mayores ¨¦xitos. M¨¦xico, forajidos, traiciones, vencedores y vencidos. Nunca falla.
El patio trasero
El 4 de octubre de 1965, un hombre de traje negro, pelo impecable y gafas de sol camina con las manos esposadas bajo el sol de El Paso, escoltado por dos agentes que tambi¨¦n visten de negro. La fotograf¨ªa aparece en El Paso Times. Johnny Cash ha sido arrestado en la ciudad texana cuando intentaba cruzar la frontera cargado con m¨¢s de 1.000 pastillas que hab¨ªa comprado del otro lado, en Ciudad Ju¨¢rez, el contrapunto sin ley de su vecino estadounidense. Otra de las facetas del outlaw: Ju¨¢rez, Tijuana, el lado sur del muro como patio trasero de los gringos, ciudades de fiestas salvajes sin consecuencias, drogas baratas, prostituci¨®n.
El camino lo abri¨® d¨¦cadas atr¨¢s la generaci¨®n beat. Jack Kerouac recogi¨® sus andanzas por el pa¨ªs en su novela can¨®nica En la carretera (1957), donde viaja a M¨¦xico en busca de emociones fuertes y ese algo ¡°aut¨¦ntico¡±, tan dif¨ªcil de definir, que persegu¨ªan los beatniks, guiado por los pasos de su compa?ero William Burroughs, que en Yonqui (1953) ya hab¨ªa narrado sus miserias como heroin¨®mano por las calles del DF. Antes, en 1951, se convirti¨® en el feminicida m¨¢s famoso de la colonia Roma tras asesinar de un tiro en la cabeza a su esposa, Joan Vollmer, mientras jugaba a ser Guillermo Tell hasta las cejas de alcohol. Fue detenido y soltado poco despu¨¦s, seguramente gracias a un soborno. Huy¨® del pa¨ªs, de vuelta a Estados Unidos.
Bajo la lluvia y la noche de Ju¨¢rez tambi¨¦n se perdi¨® Dylan, que le cant¨® en Just like Tom Thumb¡¯s Blues a sus ¡°mujeres hambrientas¡±, aull¨® a la luna del desierto, se las vio con sus agentes de la ley ¡ª¡±because the cops don¡¯t need you, and man, they expect the same¡±¡ª. Todas las fiestas se acaban y al final, enfermo de fiesta y cansado, proclama: ¡°Vuelvo a Nueva York, ya he tenido suficiente¡±.
El primer m¨²sico en ganar el Nobel de literatura nunca fue capaz de escribir sobre M¨¦xico con la riqueza que lo hac¨ªa de su querido Manhattan. Estereotipos bien escritos, pero estereotipos al fin y al cabo. En otra de las canciones que dedic¨® al pa¨ªs, Romance in Durango ¡ªcompuesta, dicen, durante el rodaje de Peckinpah¡ª, canta: ¡°Pimientos picantes bajo el sol abrasador / polvo en mi cara y mi capa / Magdalena y yo a la fuga / creo que esta vez vamos a escapar / vend¨ª mi guitarra al hijo del panadero / por unas migajas y un lugar donde escondernos / pero puedo conseguir otra / y tocar¨¦ para Magdalena mientras cabalgamos¡±.
La muerte de Kristofferson a los 88 a?os es un recordatorio de los ¨²ltimos d¨ªas de una especie en peligro de extinci¨®n. El hombre al que llamaron ¡°el ¨²ltimo poeta outlaw¡± deja tras de s¨ª un legado de canciones que sonaron m¨¢s en boca de otros artistas, cantos de apoyo a la revoluci¨®n sandinista en Nicaragua y llantos por los desaparecidos y los olvidados en las dictaduras latinoamericanas. Janis Joplin, examante, encumbr¨® para la eternidad su gran ¨¦xito, Me and Bobby McGee. Kristofferson escuch¨® su versi¨®n por primera vez despu¨¦s de que una sobredosis acabara con ella. Dicen que llor¨® de rabia. El tema lleg¨® al n¨²mero uno. Estos d¨ªas, aquel himno sobre el amor al amor, la carretera y la libertad resuena como el r¨¦quiem de una generaci¨®n moribunda. Los ¨²ltimos compases del blues de la frontera.
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