Patk?¡¯m?t. Lo olmeca, lo prehisp¨¢nico y las mujeres ind¨ªgenas
La escultura ¡®Tlali¡¯ nos dice simb¨®licamente: ustedes siempre han sido ind¨ªgenas y esa opresi¨®n las define, les es esencial
¡°Queda pendiente la historizaci¨®n de nuestras sociedades¡±, me dijo la antrop¨®loga kaqchikel Aura Cumes durante una entrevista que tuve el privilegio de hacerle y en donde plantea un cuestionamiento sobre la idea del ¡°patriarcado ancestral¡± propuesto por las compa?eras del feminismo comunitario. Esta tarea de ¡°historizaci¨®n¡± necesita hacerse desde nuestros pueblos, desde las mujeres y desde nuestras lenguas como su acercamiento al Popol Vuj revela. La urgencia de esta tarea enfrenta varios tipos de retos, el primero, como la misma Aura lo se?ala, las tareas de resistencia al colonialismo, al racismo y al patriarcado actuales nos absorben un tiempo que podr¨ªa ser dedicado a este proceso necesario; por otro lado, el acercamiento a las fuentes, arqueol¨®gicas o escritas, est¨¢ custodiado por el acceso a ciertas herramientas que est¨¢n confinadas sobre todo en el mundo acad¨¦mico en donde un muy bajo porcentaje de personas pertenecientes a los pueblos ind¨ªgenas puede acceder, sobre todo si se trata de mujeres.
A todo esto, hay que agregar que el tipo de fuentes escritas que tenemos, por ejemplo, para el periodo virreinal, se han privilegiado las fuentes escritas en espa?ol y desde la voz de quienes crearon estos documentos atravesados por sus objetivos e intereses con fuerte acento en la narrativa de los varones, esa es la visi¨®n que termina constando en la historia oficial, como apunta Cumes.
Las grandes asimetr¨ªas opresivas han tenido diversos efectos sobre la poblaci¨®n ind¨ªgena en la actualidad, por un lado, nuestra historia ha sido narrada en espa?ol o ingl¨¦s y el acceso que tenemos a ella termina estando filtrada por la historia nacionalista. Del otro lado tenemos la rica tradici¨®n de la memoria (conocida tambi¨¦n como tradici¨®n oral) que ha sido el mecanismo principal que va perdiendo una parte de considerable de su fuerza con la p¨¦rdida de las lenguas que la contienen. El di¨¢logo cr¨ªtico entre diversas fuentes y diferentes lenguas puede arrojar una historizaci¨®n compleja que ponga en crisis la narraci¨®n hist¨®rica que se ha hecho del diverso pasado de lo que hoy se nombra bajo la categor¨ªa de ¡°pueblos ind¨ªgenas¡± en esta regi¨®n del mundo. Por fortuna, cada vez hay m¨¢s exploraci¨®n cr¨ªtica de fuentes en una diversidad de lenguas y archivos en la que participan mujeres ind¨ªgenas, como Josefa S¨¢nchez del pueblo zoque, Beatriz Cruz y Zaira Hip¨®lito del pueblo zapoteco y Yeimi L¨®pez del pueblo mixteco, por mencionar solo algunas.
Uno de los efectos de esta suplantaci¨®n en la voz narrativa del pasado hist¨®rico de los muy distintos pueblos ind¨ªgenas ha sido por un lado la creaci¨®n de la condici¨®n ¡°ind¨ªgena¡± como un rasgo esencial ahist¨®rico para definir a nuestros pueblos y, por otro, la creaci¨®n de la categor¨ªa ¡°prehisp¨¢nico¡± como un periodo m¨¢s o menos uniforme de tiempo en donde el quiebre fundamental de la historia de nuestros pueblos se fija con la llegada de ¡°lo hispano¡±.
Estas dos operaciones ha sido realizadas desde la creaci¨®n de la historia oficial y al parecer siguen bastante vigentes y no han sido puestas suficientemente a debate, como lo evidencia la misma propuesta de colocar una interpretaci¨®n de ¡°cabeza de mujer olmeca¡± equivalente a ¡°mujer ind¨ªgena¡± en lugar de la estatua de Crist¨®bal Col¨®n en Paseo de la Reforma. Esta propuesta a¨²n no es definitiva porque, ante diversas quejas, la jefa de Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico, Claudia Sheibaum, anunci¨® que ser¨ªa un comit¨¦ el encargado de decidir qu¨¦ pieza sustituir¨ªa la de Col¨®n.
No es aqu¨ª mi intenci¨®n hablar de los valores est¨¦ticos de la pieza propuesta por el escultor Pedro Reyes, no tengo la suficiente capacidad ni elementos para hacer una cr¨ªtica desde ese campo; lo que me interesa es hablar de c¨®mo esa propuesta para rendir un homenaje a las mujeres ind¨ªgenas se sigue inscribiendo en la tradici¨®n nacionalista de fortalecer el rasgo ¡°ind¨ªgena¡± como un elemento ontol¨®gico y ahist¨®rico de nuestros pueblos y por otro de fortalecer lo ¡°prehisp¨¢nico¡± como un repositorio monol¨ªtico tambi¨¦n ahist¨®rico de donde tomar elementos que pueden ser combinados sin mayor an¨¢lisis.
Como diversos historiadores y ling¨¹istas han evidenciado, el significado actual de la palabra ind¨ªgena no se corresponde con su significado etimol¨®gico. En la discusi¨®n que se desat¨® en torno de la escultura llamada Tlali, algunas voces salieron a decir que ¡°todas las personas somos ind¨ªgenas¡± porque ¡°ind¨ªgena¡± significa ¡°originario de alg¨²n lugar¡± (en realidad ser¨ªa algo como ¡°nacido all¨ª¡±). Un error com¨²n es precisamente este: confundir significado etimol¨®gico con significado actual. En la actualidad, ¡°ind¨ªgena¡± se aplica a los pueblos que han sufrido colonialismo y que en los procesos de conformaci¨®n de los estados-naci¨®n no formaron uno independiente y quedaron dentro de alguna de estas entidades sociopol¨ªticas. Es importante mencionar tambi¨¦n que este uso actual y no etimol¨®gico de la palabra ¡°ind¨ªgena¡±, est¨¢ reconocido en el marco legal de M¨¦xico y en el marco jur¨ªdico internacional, este uso se fue consolidando durante el siglo XIX. Para la corona espa?ola, nuestros pueblos fueron categorizados como indios y para el Estado mexicano como ind¨ªgenas.
El historiador Sebastian van Doesburg propon¨ªa que, si arbitrariamente coloc¨¢ramos el inicio de la historia de los pueblos mesoamericanos con la domesticaci¨®n del ma¨ªz, tendr¨ªamos aproximadamente nueve mil a?os de historia de los cuales 500 hemos sido categorizados como indios y 200 a?os como ind¨ªgenas. Antes, en esos 8500 a?os de historia nuestros pueblos experimentaron procesos y sucesos hist¨®ricos de muy diversa ¨ªndole, nuestras lenguas fueron cambiando, los territorios se reconfiguraron una y otra vez, diversas estructuras sociopol¨ªticas emergieron y desaparecieron; todo eso sucedi¨® sin que fu¨¦ramos categorizados como ind¨ªgenas. Fuimos mixe-zoqueanos u otomangues sin ser ind¨ªgenas y ese hecho nos permite imaginar un futuro en el que podamos volver a ser mixes sin ser necesariamente ind¨ªgenas.
?Qu¨¦ sucede con los pueblos yumanos o el pueblo seri con los que ahora compartimos el rasgo ¡°ind¨ªgena¡± pero cuya historia es distinta a los de los pueblos mesoamericanos? Las mujeres yumanas y las mujeres mixes somos mujeres ind¨ªgenas en la actualidad, compartimos ser categorizadas como indias desde hace cinco siglos y como ind¨ªgenas desde hace dos. Ser indias o ind¨ªgenas es un lugar en la historia colonial, pero no es lo que hemos sido siempre ni es todo lo que somos. Desde estas consideraciones, las mujeres olmecas, por fortuna, no fueron mujeres indias ni mucho menos ind¨ªgenas de modo que, elegir una ¡°cabeza olmeca¡± para representar una mujer ind¨ªgena, estira la categor¨ªa ind¨ªgena hasta llegar a cubrir cuatro mil a?os atr¨¢s y refuerza as¨ª la idea de que es un rasgo ontol¨®gico y esencial de nuestros pueblos, niega de nuevo la urgente y necesaria ¡°historizaci¨®n¡± de la que habla Cumes. Tlali nos dice simb¨®licamente: ustedes siempre han sido ind¨ªgenas y esa opresi¨®n las define, les es esencial.
Por otro lado, la creaci¨®n de lo ¡°prehisp¨¢nico¡± como una masa de tiempo uniforme permite que lo sucedido durante esos miles de a?os sea m¨¢s o menos igual de relevante y combinable. As¨ª es que se le puede poner un nombre en n¨¢huatl a una escultura olmeca, obviando el hecho de que la poblaci¨®n nahuahablante lleg¨® en tiempos relativamente recientes a la regi¨®n nombrada como Mesoam¨¦rica. No importa que las evidencias de escritura olmeca e epiolmeca evidencien el uso de lenguas mixe-zoquenas radicalmente distintas a las lenguas de la familia yutonahua (el persa y el espa?ol tienen m¨¢s caracter¨ªsticas en com¨²n como lenguas indoeuropeas que el zoque y el n¨¢huatl), tanto lo olmeca como lo nahua pertenecen a ese caj¨®n prehisp¨¢nico del que se pueden tomar elementos y combinarlos a gusto de la historia oficial.
Entre el establecimiento de San Lorenzo (ciudad olmeca) y el de Teotihuac¨¢n hay aproximadamente 2.000 a?os de diferencia (el cu¨¢druple de tiempo de los 500 que se conmemoran este a?o), entre la fundaci¨®n de San Lorenzo y Tenochtitlan hay aproximadamente 3.300 a?os de diferencia. Ponerle un nombre nahua a una cabeza olmeca es un s¨ªntoma que niega la historizaci¨®n de nuestros pueblos, un s¨ªntoma presente en la narrativa oficial que muy poco ha cambiado, como la propuesta de Tlali nos lo ha evidenciado.
Hablando de la descolonizaci¨®n que se ha propuesto desde las voces oficiales a ¨²ltimas fechas, es importante apuntar que esta no puede darse sin la necesaria historizaci¨®n de nuestros pueblos de la que habla Aura Cumes y en esta tarea son nuestros pueblos los que deben ser los protag¨®nicos. Solo as¨ª, tal vez, podamos pensar que se trata de un serio planteamiento de descolonizaci¨®n, de otro modo, solo se tratar¨¢ de nuevo de la captura del l¨¦xico utilizado por las luchas de una buena parte del movimiento ind¨ªgena.
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