P¨¢gina par
Hace seis d¨¦cadas que son sesenta eneros. Yo nac¨ª nueve meses despu¨¦s
Hubo un enero de nieve y azar, de d¨ªas sin calendario preciso ni horarios fijos. La pareja decidi¨® viajar en tren y alargar un fin de semana en una ciudad helada, navegar ambos la inexplicable epifan¨ªa de todo olvido quedaba recordado: se olvidaba la amnesia y se fraguaba una memoria intacta como p¨¢gina par de un libro intonso hasta entonces.
?l llevaba de regalo una delicada cadena de oro que ahora guarda silencio en un relicario de terciopelo y Ella ten¨ªa un lunar en la hermosa ladera izquierda de su nariz. Les asignaron una habitaci¨®n decimon¨®nica en un hotel que hab¨ªa sobrevivido de qui¨¦n sabe qu¨¦ maneras por lo menos dos guerras y el hombre que subi¨® las maletas se encarg¨® de encender la chimenea anacr¨®nica. No hubo pausa para propina porque la pareja ya se besaba al filo del edred¨®n y el botones sali¨® en silencio dejando la puerta entreabierta, seg¨²n narra Ella aunque ?l no recordaba ese detalle.
Se amaron cuatro o cinco d¨ªas sin salir del hotelito, salvo para una noche de improvisadas galas donde Ella se visti¨® de largo bajo un abrigo imperial que parec¨ªa de piel felina y ?l, eso que llamaban esmoquin ¨¤ la Bond, con la corbata insinuada en un tri¨¢ngulo de tela negra. Caminaron bajo la tormenta de hielo a un sal¨®n de fantasmas que se poblaba con m¨²sica de cabaret en blanco y negro, sembrado de mesitas con lamparitas y bebidas con sombrillitas tahitianas; en cada mesita hab¨ªa un tel¨¦fono negro con un cartelillo que mostraba el n¨²mero para cada mesita. ?l se sent¨® en la 27 y ella en la 62, por ser el a?o que empezaba ese enero y fingieron una llamada de presentaciones de esquina a esquina del sal¨®n. Quedaron en reunirse en el centro de la pista y seg¨²n ?l, bailaron Perfidia, aunque consta que Les copains d¡¯abord a¨²n resuena en el recuerdo as¨ª pasen sesenta a?os.
Seis d¨¦cadas se suman en un enero de nieve en Berl¨ªn cuando la pareja vive el inexplicable milagro de abrir un par¨¦ntesis en el silencio. Ella parece recordar todo y ?l se encarga de alimentar el vado con ilusiones vertidas en todas las voces posibles. Se volv¨ªan a la habitaci¨®n donde parec¨ªa no consumirse el fuego de la chimenea y durante cada hora con la que alargaron los d¨ªas de un fin de semana de tres o cinco d¨ªas se miraban sin verse y se escuchaban con las yemas de los dedos y se hablaban dormidos y habitaron durante cada uno de los minutos del sue?o los sue?os del Otro: Ella so?aba lo que ?l memorizaba y Ella recordaba lo que ?l so?aba en el preciso instante de so?arlo.
Hubo vino blanco del Rhin y postres de nombres ilegibles, todo el men¨² del olvido y una suma de monedas que no precisan contabilidad. Hubo peque?os paseos en derredor de las callecitas estrechas del hotelito anciano y una sola caminata por una avenida que ha de tener ¨¢rboles en primavera, pero que en invierno s¨®lo parece alineada por delgad¨ªsimas manos de dedos como nervadura en disecci¨®n y fueron dejando huellas donde Ella jugaba a pisar encima de los pasos de ?l y luego, al rev¨¦s¡ y sobrevive un abrigo de verde pino y un sombrero que parece tirol¨¦s y unos guantes con piel de conejo para acariciar los dedos y unas postales que no enviaron a M¨¦xico para mantener en secreto la travesura y por all¨ª camina solito un llavero de robotito y parafernalia incre¨ªble de las dos ciudades que fueron Berl¨ªn, las fotograf¨ªas del muro oprobioso cuando a¨²n no se pintaba con grafiti y los portavasos inmensos con nombres de cerveza.
Hubo un enero en que Ella y ?l se amaron en Berl¨ªn y enero se volvi¨® la p¨¢gina par de un a?o maravilloso. Cuatro o cinco d¨ªas que quedaron como met¨¢fora de enmiendas, sonata de pausa donde todo olvido y toda desmemoria quedaron selladas gen¨¦ticamente, l¨ªquido amni¨®tico compartido en silencio de nieve. Volvieron en tren a una villa medieval que resguarda en una urna de oro los restos de los tres o cuatro reyes magos, sabios de Oriente, portadores de milagros secretos que se abren como libros encuadernados en piel de estrellas y papel de nieve, tipograf¨ªa de camellos sobre la arena blanca de la imaginaci¨®n compartida que se lee sin abrir los ojos. P¨¢gina par que se ley¨® a dos voces. Hace seis d¨¦cadas que son sesenta eneros. Yo nac¨ª nueve meses despu¨¦s.
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