Acechados por el bicho
Un tonto dice que la covid-19 no existe. Otro, que es nom¨¢s una gripita. Un ciudadano al que llamaremos ¡°N¡± ha vivido angustiado, como millones de mexicanos m¨¢s, por el avance de la variante ¨®micron
Conozco hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas a nuestro personaje, un ciudadano al que llamaremos ¡°N¡± para no vulnerar su privacidad. ¡°N¡±, me parece, es un sujeto promedio, pero no le faltan virtudes. Paga sus impuestos cada vez que puede, no ha desviado recursos ni cometido cr¨ªmenes, sale a la calle con cubrebocas y no se lo retira de la cara para estornudar m¨¢s a gusto. Y eso, en los tiempos que corren, quiz¨¢ sea bastante.
Pero la vida suele presentarnos retos muy complicados de superar. Veamos. En d¨ªas pasados, ¡°N¡± ha vivido angustiado, como millones de mexicanos m¨¢s, por el avance de la variante ¨®micron de la covid-19. No: hay que reconocer que no todos los compatriotas est¨¢n as¨ª de preocupados. El presidente L¨®pez Obrador, por ejemplo, se contagi¨® porque no usa cubrebocas ni siquiera (literalmente) en defensa propia. Pero los cuidados m¨¦dicos y la calidad de vida de un presidente permiten recobrarse con friegas, tecitos y cataplasmas. Y L¨®pez Obrador ya se levant¨® de la cama para decirnos, poco m¨¢s o menos, que ¨®micron se trata de una gripita y que ya mero la superamos. Otros no tienen tanta suerte como ¨¦l y las hospitalizaciones en el pa¨ªs siguen en aumento y, con ellas, las muertes. Pero el mandatario es de esos que aunque su equipo pierda 8-1 prefieren destacar el gol a favor antes que deprimirse por los ocho en contra. En fin.
El tema aqu¨ª es que, para intentar eludirse de los perjuicios que causa ¨®micron, la recomendaci¨®n de los expertos en salud, como siempre, es salir lo menos posible de casa, mantener la sana distancia y lavarse las manos de modo compulsivo. Pero, igual que sucede con casi todo mundo, porque ganarse la vida en M¨¦xico es tarea muy ruda, ¡°N¡± ha tenido que jug¨¢rsela y salir. Y no solamente a comprar v¨ªveres o medicamentos, sino a realizar tareas m¨¢s complejas. As¨ª, aunque no pertenece a esa inmensa mayor¨ªa que debe ir a la calle diariamente para no morirse de hambre, ¡°N¡± tampoco ha podido guardarse en su caparaz¨®n.
Debi¨® llevar, por ejemplo, a su hija adolescente a ponerse la segunda dosis de la vacuna a un evento masivo, con filas y aglomeraciones que convirtieron la dichosa ¡°sana distancia¡± en puritita ciencia ficci¨®n. Pero no quedaba m¨¢s remedio: la vacunaci¨®n es indispensable y tambi¨¦n lo es la presencia de un adulto que acompa?e al menor que recibir¨¢ el pinchazo. As¨ª que ¡°N¡± debi¨® rezar y/o resignarse y hacerse cargo del asunto. Al menos le alcanz¨® para llegar al m¨®dulo de salud en un autom¨®vil y no tuvo necesidad, adem¨¢s, de acudir en una repleta unidad del transporte p¨²blico, como tantos otros padre e hijos se vieron obligados a hacer.
Y, solo unos pocos d¨ªas m¨¢s tarde, ¡°N¡± tuvo que ayudar a su otro hijo a mudarse de ciudad, pues el muchacho seguir¨¢ sus estudios lejos de casa. As¨ª que, de nuevo, hubo que arremangarse, viajar, mirar multitudes, toparse a casi cada paso con extra?os desenmascarados que lanzan risotadas, escupitajos o toses sin ocuparse de tapar su boca¡ Exponerse, pues.
No nos extra?e que ¡°N¡± amanezca, ya de regreso a su hogar, con la garganta irritada y flujo nasal. En la l¨ªnea telef¨®nica oficial le recomiendan que si no tiene fiebre ni dificultades respiratorias, se limite a aislarse y esperar, porque las consultas est¨¢n saturadas. ?Tendr¨¢ ¨®micron? Misterio. Tambi¨¦n el acceso a las pruebas gratuitas es lento y quiz¨¢ solo queda la opci¨®n de pagarse un examen del propio bolsillo. ¡°N¡± se a¨ªsla, se suena las narices, se concentra en respirar. Abre sus redes sociales. Un tonto dice que la covid-19 no existe. Otro, que es nom¨¢s una gripita. ¡°N¡± cierra las redes. Trata de recordar c¨®mo era el mundo antes de la pandemia. Ya no lo consigue.
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