Amon. El ruido y la furia en las redes sociales
Los segmentos de la poblaci¨®n hist¨®ricamente silenciados y cuya voz se escucha poco no han tenido el poder de callar el discurso de odio que perpet¨²a su opresi¨®n
No es la primera vez que las plataformas digitales con mayor n¨²mero de usuarios tomen ciertas posturas sobre el flujo de la informaci¨®n que circula en las redes sociales. Ya antes, tanto Facebook como Twitter hab¨ªan tomado decisiones sobre contenido pol¨ªtico y se hab¨ªa desatado una serie de discusiones al respecto. El cierre permanente de la cuenta de Twitter de Donald Trump unos d¨ªas despu¨¦s de que sus seguidores irrumpieran en el Capitolio puso en el foco de la discusi¨®n el siempre complejo tema de la libertad de expresi¨®n. Seg¨²n Jack Dorsey, unos de los cofundadores y presidente ejecutivo de Twitter, se hab¨ªa tomado esta decisi¨®n con base en ¡°las amenazas a la seguridad tanto dentro como fuera de Twitter¡± que hab¨ªan detectado y analizado, aunque reconoci¨® tambi¨¦n que se trataba de una decisi¨®n que sentaba un precedente peligroso. La cancelaci¨®n de la voz de Trump en esta red social provoc¨® distintas reacciones, incluyendo la del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, que conden¨® la acci¨®n. Ahora, ante una nueva guerra que tiene a las tropas del ej¨¦rcito ruso invadiendo territorio ucraniano, la situaci¨®n se ha polarizado como era de esperarse y las plataformas digitales est¨¢n tomando, de nuevo, medidas pol¨¦micas. Por un lado, pa¨ªses miembros de la OTAN han anunciado el env¨ªo de armas a Ucrania mientras que el Gobierno ruso sigue la ofensiva. El alud de noticias falsas, opiniones a favor o en contra de las partes en el conflicto no ha tardado en llegar y la posibilidad de tomarse el tiempo de analizar la informaci¨®n y hallar los matices que toda realidad nos ofrece parece cada vez m¨¢s lejana. Ante esta situaci¨®n, Twitter decidi¨® volver a aplicar un peculiar sistema de etiquetado mediante el cual coloca una leyenda que advierte que la informaci¨®n de ciertas cuentas de personas y medios est¨¢ afiliada al gobierno de Rusia; adem¨¢s, Twitter redujo la visibilidad de estas personas y medios. La explicaci¨®n detr¨¢s de esta decisi¨®n es que la red social pretende transparentar el origen de la informaci¨®n, sin embargo, las cr¨ªticas al respecto se?alan que esta medida equivale a fichar a las cuentas con base en su opini¨®n, una especie de marca por tener un determinado punto de vista o defender las decisiones de un Gobierno.
Una vez m¨¢s, en medio de una guerra en la que se encuentran involucrados diversos estados-naci¨®n, esta situaci¨®n nos plantea varios supuestos que subyacen al ejercicio de la libertad de expresi¨®n. Uno de estos supuestos est¨¢ relacionado con el ejercicio de esta libertad cuando se trata de discursos de odio y discursos que incitan a la violencia; por supuesto, determinar qu¨¦ incita a la violencia cuando el abanico de violencias posibles que la humanidad puede ejercer es lamentablemente bastante amplia nos tendr¨ªa que llevar a analizar con detalle cada situaci¨®n. ?Qu¨¦ tanta plataforma se puede dar a los discursos que generan odio o incitan a la violencia? Pero m¨¢s importante a¨²n, ?qui¨¦n decide los l¨ªmites entre la libertad de expresi¨®n y la apolog¨ªa de la violencia?.
No podemos contestar estas preguntas sin darnos cuenta de que no todas las personas podemos tenemos la opci¨®n de decidir esto y silenciar en consecuencia este tipo de mensajes. El disfrute de la libertad de expresi¨®n est¨¢ entonces fuertemente relacionado con el ejercicio del poder. Por m¨¢s que ciertas personas racializadas como inferiores en el sistema de clasificaci¨®n racista apunten que el comportamiento de los grandes medios de comunicaci¨®n sigue haciendo apolog¨ªa de la blanquitud, poco van a poder hacer para quitar plataforma a estas actitudes que fortalecen el racismo simplemente porque no tienen el poder de hacerlo. En el caso de las redes sociales, el poder de suspender cuentas, de etiquetar o de decidir qu¨¦ es o no es un discurso de odio y apolog¨ªa de la violencia no depende de un consenso democr¨¢tico, sino de las opiniones y decisiones de empresas, es decir, esas decisiones se est¨¢n tomando desde las impresiones del capital privado. Quienes deciden sobre la libertad de expresi¨®n en las redes sociales son las empresas que las han creado. Quien puede callar a otras personas, nos parezca que tenga raz¨®n o no, muestra que tiene el poder de hacerlo. Los segmentos de la poblaci¨®n hist¨®ricamente silenciados y cuya voz se escucha poco no han tenido el poder de callar el discurso de odio que perpet¨²a su opresi¨®n. El hecho de que opinen que la gran mayor¨ªa de los productos audiovisuales diseminan prejuicios raciales no implica que tengan el poder para hacer algo al respecto, a¨²n m¨¢s, puede que su opini¨®n ni siquiera sea escuchada. As¨ª que, la libertad de expresi¨®n que preocupa a estas plataformas se determina sobre personas e iniciativas que ya tienen poder y ya tienen plataformas. La brecha digital seguir¨¢ silenciando la opini¨®n de los segmentos de la poblaci¨®n menos privilegiados y esto al parecer parecer¨¢ menos grave siempre porque esa censura y el silenciamiento de esas voces ha sido siempre sist¨¦mico y estructural, casi dado y natural.
En muchas de las asambleas comunitarias de pueblos ind¨ªgenas en la sierra norte de Oaxaca, se establece colectivamente los principios para tomar la voz, estas decisiones de qui¨¦nes podr¨¢n hacer uso del micr¨®fono en la argumentaci¨®n y cu¨¢les ser¨¢n las opiniones que no pueden permitirse est¨¢n mediados por ciertos principios culturales y por la decisi¨®n de la asamblea que determina el tiempo y el n¨²mero m¨¢ximo de participaciones sobre un tema determinado. Por esta raz¨®n, las asambleas comunitarias suelen ser muy largas cuando se ha determinado que la pluralidad de voces es importante. En este contexto, ha sido la colectividad la que tiene el poder de decidir qu¨¦ es discurso de odio, discurso violento o discurso inapropiado que no debe tener lugar en las participaciones asamblearias, es una colectividad la que determina esos l¨ªmites que ir¨¢n cambiando tambi¨¦n con el paso del tiempo y el cambio en los valores de la sociedad en cuesti¨®n. Si un cacicazgo emerge, este impactara contra la asamblea, la libertad de palabra en la asamblea comenzar¨¢ a ser censurada directamente o bien por medio de una intimidaci¨®n previa y m¨¢s velada.
?Qu¨¦ sucede en las democracias liberales en donde son los directores ejecutivos de las empresas y su equipo quienes deciden si una voz debe ser silenciada?. ?Podemos tener modos m¨¢s colectivos de negar tribuna al discurso de odio y decidir en conjunto qu¨¦ es un discurso de odio cuando este no es demasiado claro? ?Qu¨¦ se puede hacer para crear espacios comunes y una tribuna compartida? ¡°T¨² eres libre de tener una opini¨®n que me parece racista, pero no de expresarla¡± me dec¨ªa un amigo a prop¨®sito del tema, alguien m¨¢s le replic¨®: ¡°T¨² eres libre de tener una opini¨®n que me parece racista y eres libre de expresarla as¨ª como yo, y miles como yo, tenemos la libertad de decirte todas las veces necesarias que tu opini¨®n es racista¡±. Pero sucede que no todos estaremos en la misma posibilidad de ser escuchados cuando el autor del comentario racista tiene mayor poder. ?Es posible colectivizar los principios que rigen la libertad de expresi¨®n? ?El discurso de odio aplica solo a las personas o tambi¨¦n a las violencias que ejercemos contra otras especies? ?C¨®mo respondemos todo esto colectivamente y participamos de esta discusi¨®n? Dejar estas cuestiones en manos de las empresas me parece peligroso y poco democr¨¢tico.
Por ahora, una gran parte de las opiniones sobre la guerra sigue sesgada por los nacionalismos de Estado y los intereses econ¨®micos, mientras que las personas que menos voz han tenido ser¨¢n los m¨¢s afectados por la guerra. Confundimos las decisiones del Gobierno ruso con las personas de nacionalidad rusa as¨ª como confundimos a las personas de nacionalidad ucraniana con el Gobierno ucraniano. Se dice que libertad de expresi¨®n es base de la democracia y esta base, en buena medida, la hemos dejado en manos de la iniciativa privada.
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