J??n. ?Qui¨¦nes pagan la luz?
La promesa de las energ¨ªas limpias oculta un comportamiento sucio con las comunidades due?as del territorio y crea graves conflictos sociales, despojo de tierras y una explotaci¨®n injusta
A mediados de los a?os sesenta, mi comunidad, Ayutla Mixe, en la Sierra Norte de Oaxaca logr¨® que la electricidad llegara a nuestro pueblo. Despu¨¦s de la cooperaci¨®n de muchas personas que aportaron voluntariamente recursos econ¨®micos y trabajo colectivo, los postes se fueron incrustando entre los montes y de pronto se hizo la luz en la vialidad principal. Poco a poco, de manera bastante lenta, la electricidad fue alcanzando las casas de las familias y, aunque al principio result¨® bastante molesto como cuentan las personas mayores en sus recuerdos, pronto se fueron acostumbrando a la luz nocturna. A¨²n ahora, el objetivo de la electrificaci¨®n de nuestras comunidades sigue estando vigente pues aun no se ha cubierto toda la demanda, muchas comunidades siguen haciendo trabajo comunitario e invirtiendo gran parte de su esfuerzo para ir sembrando los postes que permitan acceder a la energ¨ªa el¨¦ctrica. El acceso a esta energ¨ªa ha servido como uno de los elementos para medir la pobreza de nuestros pueblos y, como sucede en otros tantos aspectos, son las comunidades ind¨ªgenas a las que se debe mayor cobertura.
En contraste con esto, el desarrollo de la industria el¨¦ctrica, sea desde el Estado o desde el mercado, ha impactado en el territorio de los pueblos ind¨ªgenas que, parad¨®jicamente, menos se han beneficiado de ese desarrollo. En abril de 1978, Luis Echeverr¨ªa ?lvarez, presidente de la rep¨²blica en ese momento, firm¨® un decreto que expropiaba las tierras de comunidades ind¨ªgenas, en su mayor¨ªa del pueblo chinanteco, en el estado de Oaxaca, estas tierras fueron utilizadas para la creaci¨®n de la presa Cerro de Oro que ser¨ªa destinada principalmente para la generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica. Como consecuencia de esta expropiaci¨®n, aproximadamente 26 mil personas fueron desplazadas de manera forzada y reubicadas en otras zonas de Oaxaca y en el vecino estado de Veracruz. La violencia asociada a este proceso de desplazamiento y de p¨¦rdida del territorio cultural, de territorio concreto y simb¨®lico fue justificada por el estado alegando que todo esto era necesario para el progreso y el desarrollo de la patria, una promesa de progreso y desarrollo que en la historia de los pueblos ind¨ªgenas se convierte casi siempre en despojo. El sacrificio de territorios de pueblos ind¨ªgenas para la generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica no se ha convertido en garant¨ªa de acceso a esta energ¨ªa para nuestras comunidades. Las secuelas del desplazamiento forzado durante la construcci¨®n de la presa Cerro de Oro siguen estando presentes en las poblaciones desplazadas a las que nunca les cumplieron cabalmente las promesas recibidas. En muchos casos, estos pueblos siguen luchando para poder tener un acceso m¨¢s justo a la tierra y lidiando con las consecuencias sociales, materiales, psicol¨®gicas y culturales que este desplazamiento forzado les dej¨®. El desarrollo de la naci¨®n y la generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica parece nunca alcanzar a la poblaci¨®n ind¨ªgena que se sacrifica siempre en primer lugar.
Una vez que las pol¨ªticas neoliberales se establecieron en el Estado mexicano, una buena parte de la generaci¨®n de la energ¨ªa renovable pas¨® a manos de empresas privadas. As¨ª como muchos pueblos ind¨ªgenas hab¨ªan sufrido los estragos de la generaci¨®n el¨¦ctrica estatista, ahora tuvieron que enfrentarse a las acciones del mercado energ¨¦tico supuestamente limpio. En el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, se han instalado alrededor de 29 parques e¨®licos que cubren una superficie total de 32.000 hect¨¢reas, muchos de ellos se han instalado sobre las tierras de pueblos zapotecos e ikoots principalmente. Seg¨²n el Atlas de Justicia Ambiental, las compa?¨ªas que han creado este gran corredor e¨®lico, uno de los m¨¢s grandes de Am¨¦rica Latina, son principalmente Iberdrola y Acciona de Espa?a, Electricit¨¦ de Francia, Grupo ENEL de Italia, Grupo M¨¦xico, Gamesa E¨®lica y la Comisi¨®n Federal de Electricidad, por mencionar las principales. La promesa de las energ¨ªas limpias ha ocultado un comportamiento sucio con las comunidades propietarias del territorio y ha creado graves conflictos sociales, despojo de tierras y una explotaci¨®n injusta en el que los menos beneficiados son los propietarios del territorio. Tanto el estado como el mercado han generado graves injusticias energ¨¦ticas, tanto el estado como el mercado han creado una industria el¨¦ctrica que nos queda a deber y que se ha desarrollado sobre el despojo de nuestros territorios.
En la reciente discusi¨®n sobre la propuesta de reforma el¨¦ctrica presentada por el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador a la C¨¢mara de Diputados, m¨¢s all¨¢ de las acusaciones mutuas de traici¨®n a la patria, poco se toc¨® el tema de la justicia energ¨¦tica para los pueblos ind¨ªgenas que han pagado, con sus territorios y la pauperizaci¨®n de su poblaci¨®n, la luz de este pa¨ªs.
Sin embargo, si vemos m¨¢s all¨¢ del estado y del mercado, algunas luces distintas comienzan a iluminar otro mundo. En el documental La energ¨ªa de los pueblos se puede seguir el proceso mediante el cual algunas comunidades en M¨¦xico y en Guatemala comenzaron el proceso de producir su propia energ¨ªa el¨¦ctrica, entendi¨¦ndola como un bien com¨²n sostenible y como un derecho para todos. En Estados Unidos, proyectos como Indigenized Energy Initiative est¨¢n planteando la posibilidad de crear energ¨ªa desde una manera m¨¢s justa y desde una perspectiva decolonial y sustentable para todas las personas. La empresa Navajo Power, cuyos propietarios son en su mayor¨ªa nativo-americanos, trabaja en crear energ¨ªa solar de una manera no solo sustentable ambientalmente sino m¨¢s justa en la redistribuci¨®n de los beneficios. Por fortuna, poco a poco, la generaci¨®n de energ¨ªa se est¨¢ comenzando a generar y discutir desde otras perspectivas que no son las que han trazado el estado o el mercado como macroestructuras, se est¨¢ empezando a pensar la generaci¨®n de una energ¨ªa que no responda a las necesidades masivas del capitalismo y contribuya a un bien com¨²n ampliamente entendido desde la autonom¨ªa energ¨¦tica de un contexto local. No hay energ¨ªa que pueda satisfacer la demanda del sistema capitalista y de su vientre sin fondo. Desde los pueblos ind¨ªgenas, se alcanza a ver una luz.
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