Mexicanos al grito de Feliz Navidad
Todo est¨¢ listo para celebrar la Nochebuena; entre comida y regalos
El conductor de la aplicaci¨®n que me lleva camino a comprar los ¨²ltimos regalos tiene un dictamen inapelable: esta ha sido una mala temporada navide?a para ¨¦l. ¡°Poca gente en las posadas de los trabajos y menos en los centros comerciales, el viernes antes de Navidad de plano me fui a las 9 de la noche a mi casa, porque no sal¨ªa chamba. En tres horas nom¨¢s llev¨¦ a una sobrina a ver a su novio a un caf¨¦ y ya¡±. Me dice que siente que la Navidad ¡°le fall¨® este a?o¡±. Oy¨® en la radio que mucha gente se deprime en estas fechas y se reconoce como uno de los afectados. ¡°Todos hablan de la familia y las fiestas y uno ac¨¢, ech¨¢ndole ganas, pero amolado por dentro, con ganas de irse a la casa y salir en enero¡±.
No pasa media hora de esta confesi¨®n antes de que el dependiente de una tienda departamental lo desmienta, indirectamente, en medio de una charla casual: ¡°Apenas si puede uno respirar estos d¨ªas, porque le muestras un celular a un cliente, le cobras a otro, le respondes las dudas a un tercero y ves que tienes como otros cinco formados todav¨ªa. No se alcanza uno la mano con la otra. Ya que me lleguen las comisiones de la temporada espero que haya valido la pena tanta friega¡±. El dependiente dice que tiene una hija de seis a?os a la que le compr¨® la Barbie que quer¨ªa y que casi est¨¢ m¨¢s ansioso que ella porque llegue el momento de que abra su regalo.
Un amigo va al aeropuerto a recoger a unos familiares que llegan a Guadalajara desde San Diego, California, y me dice que la terminal parece invadida por el p¨²blico de un festival masivo, es decir, que est¨¢ retacada y resulta agobiante. Otro amigo, sin embargo, pas¨® a buscar a su hermana, que lleg¨® de Los ?ngeles, y me dice que vio la terminal normalita, como cualquier d¨ªa por la tarde, aunque acota que era la media noche. Me quedo con la impresi¨®n de que eso significa que opera por encima de los par¨¢metros normales. Es la ¨¦poca.
Me re¨²no a desayunar con una amiga en un restaurante. Cuando estamos por irnos, ella va a lavarse las manos y yo me quedo de pie ante la caja registradora, junto a la salida. ¡°?Va bien el negocio estos d¨ªas?¡±, le pregunto a la due?a, que es la que cobra, y se anda limando las u?as mientras espera a que alguna de las meseras traiga otra cuenta por cobrar. ¡°Uy, pues de gente estamos bien, s¨ª viene m¨¢s que de costumbre a esta altura del a?o. Pero mire el frasco de las propinas navide?as: no nos cae ni un pesito¡±. No entiendo muy bien la funci¨®n del frasco, que est¨¢ ubicado junto a la caja, con un letrero que dice ¡°Gracias por su ayuda¡± y un dibujo de una Noche Buena, porque la propina por el servicio se paga en las mesas. De cualquier modo, me doy por aludido, y echo un billete al frasco dichoso, que la mujer saca y se echa al bolsillo de inmediato, mientras me agradece. El frasco vuelve a quedar vac¨ªo. Me voy con la seguridad de haber sido estafado. Al menos era un billete de veinte, nom¨¢s.
La vecina de la vuelta pone la cereza del pastel. Habla por tel¨¦fono, a gritos, mientras fuma y riega el jardincito afuera de su casa. Se le ve muy animada. ¡°Van a venir a cenar mis hijos y los nietos, que tengo muchas ganas de verlos. Pero despu¨¦s del abrazo, a la medianoche, los corro y me encierro a ver Netflix, que es lo que m¨¢s se me antoja¡±, dice. Luego le pega un grito a su french poodle, que asoma por la puerta, para que no se salga a la calle. Pero el can corre presuroso, como pastor que va a Bel¨¦n, y la mujer corta la llamada para salir a perseguirlo.
Suena la tenue melod¨ªa de un villancico.
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