Agua bendita para la ¡®pax¡¯ narca
Los esfuerzos de mediaci¨®n con los criminales deben tener dos condiciones de inicio: que la paz no sea una simulaci¨®n, y menos un bot¨ªn, y que la sociedad salga fortalecida del acuerdo
?Qui¨¦n absuelve a qui¨¦n de sus pecados? ?El presidente de la Rep¨²blica a la jerarqu¨ªa cat¨®lica en Guerrero o esta a un mandatario incapaz e indolente? Porque la cuesti¨®n que realmente importa es a qu¨¦ santo se han de encomendar los guerrenses cuando el Estado les falla.
Es buena noticia el fracaso mediador de la Iglesia cat¨®lica en Guerrero. Como cualquier cura y mortal sabe, las buenas intenciones no cuentan, solo las obras bien hechas salvan de hacer el mal incluso cuando se ten¨ªa el mejor prop¨®sito.
Se entiende, y agradece, la iniciativa tomada por cl¨¦rigos en Guerrero, que hartos y tristes de que su grey sea consumida por malvados due?os de pueblos y vidas en ese Estado intentaron una mediaci¨®n con los jefes criminales para que ya no maten feligreses.
Pero la respuesta del Estado, es decir, del Gobierno, m¨²ltiples instituciones y la sociedad, no debe ser la aquiescencia frente a ese tipo de pasos del clero en el camino de apaciguar tan sufrido rinc¨®n de la patria. El remedio puede salir peor que la enfermedad.
Tales esfuerzos de mediaci¨®n deben tener de inicio dos condiciones. Que la paz no sea una simulaci¨®n, y menos un bot¨ªn del que medran quienes con ilegales medios imponen sus fueros en donde solo el Estado ha de mandar. Y que la sociedad salga de ese acuerdo fortalecida, recompensada; no atada.
As¨ª como los cat¨®licos creen que el pecado no se lava por la mera confesi¨®n, que es menester arrepentimiento y un prop¨®sito de enmienda, de igual forma no hay paz sin justicia, ni esta sin desestimiento de la transgresi¨®n de derechos de otros. En ambos casos, sin penitencia.
Y no hay justicia sin verdad, ni justicia sin reparaci¨®n. No se puede negociar con criminales para que dejen al pueblo en paz. Se puede y debe ayudar a que dejen las armas, a que desistan de su imperio construido con sangre derramada y familias rotas. A que confiesen y paguen sus cr¨ªmenes.
La iniciativa de la Iglesia en Guerrero ser¨¢ una bienaventuranza si logra que las balas cesen al mismo tiempo que las y los guerrerenses son liberados del pu?o de la extorsi¨®n. La pax narca no es paz as¨ª est¨¦ rociada con agua bendita.
?Era un primer paso? Vale. Reglas inmediatas: di¨¢logo si y solo si en la mesa est¨¢ que dir¨¢n d¨®nde est¨¢n los desaparecidos, y si de inmediato cesa la extorsi¨®n a cada chofer, trabajador, campesino o empresario; si acaba el pago de regal¨ªas a esos que no son due?os m¨¢s que de amenazas cre¨ªbles.
Si eso no es aceptado, no vale la pena ilusionar a quienes ya no transitan una carretera, o ya no compran ni venden, sin pedir permiso o tributar a los mafiosos. La paz no es la ausencia de asesinatos ¨Dqu¨¦ gran regalo ser¨ªa eso para L¨®pez Obrador¡ª, la verdadera paz es el goce irrestricto de libertad e integridad.
El retorno de la tranquilidad a Guerrero est¨¢ lejos. Hay que agradecer a la Iglesia el no quedarse de brazos cruzados, el levantar la voz, el intentar hasta una medida propia de una muy l¨®gica desesperaci¨®n. La puerta que han de tocar, sin embargo, es otra.
La Iglesia con vocaci¨®n pacificadora debe exigir al Gobierno que cumpla su responsabilidad.
Su clamor ha de abogar para que las v¨ªctimas sean confortadas con justicia integral, para que no haya m¨¢s violencia ni los criminales se repartan territorio que es de la naci¨®n, o sea de todos. No vaya a ser que los delincuentes acepten y ya solo en el sepulcro tengamos verdadera paz.
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