Treinta d¨ªas
Acaso la mayor tragedia mexicana consista en que el pol¨ªtico que con mayor ah¨ªnco convirti¨® la lucha contra la corrupci¨®n en su divisa, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, haya terminado por corromperse
¡°El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente¡±. A lo largo de nuestra atribulada historia, el implacable dictum de Lord Acton se ha verificado sin remedio. Y lo mismo ha ocurrido con su continuaci¨®n, bastante menos citada: ¡°Los grandes hombres casi siempre son hombres malvados, incluso cuando lo que ejercen es influencia y no autoridad, m¨¢s a¨²n cuando uno agrega la tendencia o la certeza de ser corrompido por esa autoridad¡±. Acaso la mayor tragedia mexicana de los ¨²ltimos tiempos consista en que justo el pol¨ªtico que con mayor ah¨ªnco convirti¨® la lucha contra la corrupci¨®n en su divisa, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, haya terminado por corromperse, no en virtud de sus ansias de riqueza ¡ªalgo que lo distingue de sus pares y enemigos¡ª, sino de su obsesi¨®n por el poder absoluto.
El control total que ejercer¨¢ sobre el pa¨ªs ¡ªhoy lo tiene en la palma de su mano¡ª habr¨¢ de prolongarse durante un mes: treinta d¨ªas que le bastar¨¢n para someter o liquidar a los ¨²ltimos contrapesos institucionales que subsisten a su dram¨¢tica remodelaci¨®n de nuestro sistema pol¨ªtico. Una vez completada la tarea ¡ªya nada parece capaz de detenerla¡ª, se la confiar¨¢ a su sucesora, en quien parece confiar cada vez menos, esperando que cuanto ¨¦l ha dejado atado y bien atado le garantice el ¨²nico anhelo que desfigura a un ser humano m¨¢s que el poder: su desesperada ansia de inmortalidad.
A lo largo de su fren¨¦tica carrera, L¨®pez Obrador se bati¨® como pocos para alcanzar la presidencia, convencido ¡ªcomo cualquier gran hombre, como cualquier hombre malvado¡ª de que solo ¨¦l pod¨ªa transformar una naci¨®n desigual y corrupta en un lugar mejor. Siempre fue un idealista que, en la irritante estirpe de Plat¨®n, se empe?¨® en ajustar la realidad a su propia e inescapable verdad. Razones no le faltaban: M¨¦xico era ¡ªy sigue siendo¡ª una democracia de ficci¨®n. Un pa¨ªs dise?ado para que unos cuantos se aprovechen de los dem¨¢s al amparo de unas leyes que jam¨¢s se cumplen.
En su l¨²cido diagn¨®stico, el M¨¦xico construido durante setenta a?os por el PRI y apenas remozado por el PAN jam¨¢s persigui¨® otra cosa que asegurar los privilegios de sus ¨¦lites y fingir que las elecciones, primero, y las instituciones, despu¨¦s, serv¨ªan para enmascarar la maniobra. Se erigi¨® as¨ª una inmensa pir¨¢mide ¡ªresulta desolador que esta manida met¨¢fora siga siendo precisa despu¨¦s de un siglo¡ª ensamblada a partir de la m¨¢s rocambolesca ingenier¨ªa jur¨ªdica. Un sinf¨ªn de ordenamientos e instituciones que jam¨¢s sirvi¨® para acotar la inequidad o procurar un m¨ªnimo de justicia: la abrumadora maquinaria nunca fue m¨¢s que un artilugio para ocultar la rapi?a. En efecto: ni la divisi¨®n de poderes ni los ¨®rganos aut¨®nomos funcionaron correctamente porque ninguno ten¨ªa como sustento un Estado de Derecho real.
Parad¨®jicamente, el ¨²nico instrumento eficaz que M¨¦xico supo construir, al costo de innumerables esfuerzos, fue un sistema electoral confiable. Un modelo que permiti¨®, a lo largo del ¨²ltimo cuarto de siglo, el constante recambio de las ¨¦lites: del PRI al PAN y otra vez al PRI, hasta que L¨®pez Obrador y su movimiento al fin supieron utilizarlo a su favor. A partir de ese instante, la Cuarta Transformaci¨®n se aprovech¨® de sus fisuras como solo lo hab¨ªan logrado los priistas cl¨¢sicos y se empe?¨® tenazmente en modelar las condiciones indispensables para ya no abandonar el poder.
L¨®pez Obrador tuvo innegables aciertos, en particular al colocar a los m¨¢s pobres en el centro de su discurso, aumentar los salarios m¨ªnimos o generar un alud de apoyos directos a sectores vulnerables ¡ªsi bien financiados con una pol¨ªtica neoliberal de recorte al gasto y no mediante la redistribuci¨®n de una reforma fiscal progresiva¡ª, pero muy pronto se olvid¨® de que la ¨²nica forma de acabar con la corrupci¨®n y mejorar de forma permanente las vidas cotidianas de los ciudadanos, en un pa¨ªs desfigurado por la violencia, era mediante un firme Estado de Derecho.
Como buen antih¨¦roe, L¨®pez Obrador prefiri¨® acumular m¨¢s y m¨¢s poder ¡ªauspiciando un desmesurado culto a su persona¡ª, hasta que las pasadas elecciones le concedieron ¡ªo al menos as¨ª lo mira ¨¦l, desde?ando a su propia candidata¡ª, casi todo el poder. O peor: el poder necesario para obtener todo el poder. Los ¨²ltimos obst¨¢culos en su camino son el Poder Judicial y lo que resta de los ¨®rganos aut¨®nomos. No nos llevemos, sin embargo, a enga?o: ni uno ni otros son ejemplares. Apenas el 0,4% de los delitos que se denuncian son resueltos por nuestro enclenque sistema de justicia, mientras que la mayor parte de los ¨®rganos aut¨®nomos son lerdos e ineficientes o han permanecido ligados a los intereses de las ¨¦lites opositoras. Defenderlos sin pruritos ¡ªpocas consignas m¨¢s inoportunas como ¡°Todos somos el Poder Judicial¡±¡ª constituye un sinsentido equivalente a arrasarlos de tajo.
Por desgracia, mejorar nuestra salud institucional jam¨¢s le interes¨® a L¨®pez Obrador. Ninguna de sus reformas, ninguna, busca el desarrollo de un aut¨¦ntico Estado de Derecho. En el mejor de los casos, crean nuevos problemas ¡ªel enredo de elegir miles de jueces, como si ello fuera a disminuir la impunidad¡ª y en el peor exacerban la discrecionalidad y el autoritarismo: el aumento de supuestos para la prisi¨®n preventiva oficiosa es una de las mayores violaciones a los derechos humanos impulsadas por presidente alguno, al tiempo que la militarizaci¨®n arrasa por completo con nuestra vida civil.
Ciego protagonista de una tragedia, L¨®pez Obrador se apresta a transformarse en lo que siempre detest¨®: un aut¨®crata cuya ¨²nica obsesi¨®n es ¨¦l mismo. Ya nada le importa ¡ªni el pa¨ªs, ni los pobres, ni siquiera la presidenta electa o el futuro de su propio movimiento¡ª, nada excepto su verdad, en cuyo t¨²mulo inmolar¨¢ a cualquiera que lo critique. A estas alturas, su hybris ha contaminado a la mayor parte de sus seguidores, dispuestos a justificar la mayor sinraz¨®n en su nombre. No se necesita ser un ladr¨®n o un pillo, como buena parte de sus antecesores, para emularlos. Con su perverso desinter¨¦s hacia la justicia y el Estado de Derecho ¡ªque implica un dram¨¢tico desd¨¦n hacia los desfavorecidos¡ª, L¨®pez Obrador se suma a la larga n¨®mina de gobernantes mexicanos que terminaron corrompidos hasta la m¨¦dula. Este ser¨¢ el saldo de treinta d¨ªas de poder absoluto.
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