Otras cartas
A cinco siglos de distancia lo debido ser¨ªa leer o releer a los protagonistas del doloroso e parto que se conoce como Conquista militar y espiritual de un territorio que no se llam¨® M¨¦xico hasta principios del siglo XIX
Para el ocio intemporal de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador que oscila ya en una hamaca de Palenque en su rancho La Chingada (nunca mejor dicho) sugiero la lectura o relectura de las Cartas de Relaci¨®n de un tal Hern¨¢n Cort¨¦s y simular que son la respuesta sustituta a la carta que jam¨¢s escribir¨¢ el rey Felipe VI. Incluso, con ayuda de la Ouija podr¨ªa simular que son misivas del abuelo de Cantabria como testimonio de azoro al llegar a Tabasco y transpirar a trav¨¦s de la prosa del capit¨¢n Cort¨¦s un doloroso reconocimiento -entre maravillas e inmundicias- de que las ansias de exigirle perd¨®n al monarca Borb¨®n lo confunden con un Habsburgo de hace cinco siglos, am¨¦n de que las cartas como cr¨®nicas confirman la complicidad de pueblos sojuzgados por el omn¨ªmodo poder Cul¨²a-Mexica de Mexico Tenochitl¨¢n (que no el M¨¦xico de Morena) para unirse con la hueste conquistadora en contra del tlatoani Moteuhzoma. Dicho lo anterior, habr¨ªa que exigir tambi¨¦n a los tlaxcaltecas que pidan perd¨®n por facilitar la Conquista (o invasi¨®n como la llama el ahora desempleado) y de paso, por razones de la nueva alimentaci¨®n sana, que pidan perd¨®n en Huamantla si acaso fue all¨ª donde inventaron la tortilla de ma¨ªz que tanto engorda (seg¨²n dicen).
La nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, ha decidido sintonizar con el necio tema de la carta sin respuesta y al hacerlo nos expone al sopor¨ªfero babeo en potencia en torno al servilismo de Malinche, el heteropatriarcado que la vendi¨® como esclava siendo princesa y el machismo imperdonable del propio Cort¨¦s que no s¨®lo la us¨® de lengua y mancill¨® en aposentos diversos, sino que la uni¨® en matrimonio con un soldado subordinado a sus barbas. De seguir con el rollito de la carta en vilo no faltar¨¢ el fan¨¢tico progre que hile de manera primate que con la espada tambi¨¦n lleg¨® la cruz y que -aunque Francisco sea ¡®buenaondita¡¯ desde el Vaticano- querr¨¢n tentar el tema de la virgen guadalupana del Tepeyac, insinuada en la bandera de Morena y maltratada en las faldas de campa?a.
La prodigiosa memoria de Bernal D¨ªaz del Castillo recuerda que la hueste cortesiana sumaba 508 soldados, m¨¢s alrededor de 100 marineros y 16 yeguas y caballos. Ergo, el ahora expresidente L¨®pez Obrador (subrayo apellidos) tendr¨ªa que haber lanzado no una solitaria carta (redactada en espa?o al destinatario equivocado), sino un e-mail colectivo donde 508 fantasmas mal-olientes o sus descendientes fuesen llamados a rendir cuentas por sus atrocidades, violaciones y toda ocurrencia durante los a?os 1519 a 1521. Seg¨²n Bernal, llegaron en once nav¨ªos (que no fueron quemados, sino desmantelados como claro antecedente de los deshuesaderos de autom¨®viles en Iztapalapa) y el arsenal consisti¨® en 14 ca?ones, 33 ballestas y 13 escopetas; esto se abre el antojo de escribir una carta a todos los tenedores de armas, due?os de ca?ones en Sinaloa y los escopeteros que a¨²n cazan perdiz en el valle de Toluca para que tambi¨¦n se disculpen por la llegada de la p¨®lvora al ut¨®pico para¨ªso prehisp¨¢nico, pero de seguir con las cartitis exijamos un c¨®dice con pictogramas policromados con plumines del siglo XXI a los escasos descendientes directos de los sacerdotes prehisp¨¢nicos que nos extirparon cientos de corazones latentes en templos monumentales y que se hinquen arrepentidos los tataratataranietos directos de los guerreros del pedernal afilado de obsidiana con la que cercenaron no pocas yugulares peninsulares, sino varios brazos y piernas ind¨ªgenas que engrosaron los primeros caldos del pozole.
Seg¨²n el cronista y fraile Francisco de Aguilar (llamado Alonso cuando fue soldado de Cort¨¦s) ¡°hubo gente de Venecia, griegos, sicilianos, italianos, vizca¨ªnos, monta?eses, asturianos, portugueses, andaluces y Extreme?os¡±, con lo cual habr¨ªa que ponderar ondeando en la hamaca si conviene enviar otras cartas para que pida perd¨®n Cristiano Ronaldo por posibles lusitanos conquistadores m¨¢s all¨¢ de la Champions y con mucha cautela o diplomacia (a falta de) pedirle a los descendientes de la familia Andolini vecinos de Corleone en Sicilia que nos pidan perd¨®n por sus paisanos o familiares que vinieron en la hueste cortesiana (y de paso, por el conflicto de Don Vito con los Tataglias). Ya entrados, que se limite el consumo de toda ensalada griega y exigir que todo italiano agradezca en voz alta y todos los d¨ªas la llegada del tomate mexicano a su gastronom¨ªa (abrir tambi¨¦n el coloquio sobre la pizza como clonaci¨®n de la tlayuda oaxaque?a).
Sirva lo anterior como humilde ridiculizaci¨®n de una da?ina distracci¨®n disl¨¦xica. La pinche carta no se volvi¨® problema por haberse vuelto p¨²blica (ya filtrada desde el Palacio de la Zarzuela o bien por alg¨²n avezado y atrevido periodista detectivesco de El PA?S que curiosamente ten¨ªa picaporte en laberintos de la embajada de M¨¦xico en Espa?a), repito: la pinche carta se volvi¨® problema por necedad simplona, populismo desmemoriado y un nefando tufo de juzgar pret¨¦ritos con pobres partituras partidistas del presente.
Para colmo, la realidad vuelve a superar la de por s¨ª surreal ficci¨®n mexicana y se anuncia en los medios el nombramiento del nuevo comandante de la Guardia Nacional de M¨¦xico al general Hern¨¢n Cort¨¦s Hern¨¢ndez, nacido en Jalisco y quiz¨¢ exento de cualesquier m¨ªnima part¨ªcula gen¨¦tica de su hom¨®nimo el Conquistador (y tambi¨¦n miembro de otro clan Hern¨¢ndez, que no el m¨ªo que es originario de Cu¨¦vano, Guanajuato). ?Habr¨¢ qui¨¦n tenga tan biliosa la saliva como para adjudicarle hoy mismo culpas hist¨®ricas al Hern¨¢n Cort¨¦s de uniforme verde olivo y bandera tricolor?
A cinco siglos de distancia lo debido ser¨ªa leer o releer a los protagonistas del doloroso e intrincado parto que se conoce como Conquista militar y espiritual de un territorio que no se llam¨® M¨¦xico hasta principios del siglo XIX. Debimos unirnos en leer o releer la magn¨ªfica obra de Miguel Le¨®n-Portilla, la monumental y exhaustiva biograf¨ªa de Cort¨¦s de mi Maestro Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez, quien adem¨¢s revis¨® con lupa cinco valiosos vol¨²menes de Documentos Cortesianos que est¨¢n a la vista de todos¡ y ya de plano si se corazonadas se trataba, confiesa desde la hamaca que el tema contra Espa?a es un resabio personal¨ªsimo, contrastante con el hecho de que tu esposa Do?a Beatriz escribi¨® su tesis sobre Bernal D¨ªaz del Castillo, ajeno a la multicolor y diversa maravilla del mestizaje que nos hace precisamente mexicanos en la pluralidad multicultural, la dulla de las grandes civilizaciones americanas y europeas de donde abreva esta maravilla diversa que ha sido hasta ahora en gerundio democr¨¢tica, poliling¨¹e y policromada.
Habr¨¢ que reconocer con humildad en la pen¨²ltima siesta de la hamaca en La Chingada que nos llamamos Andr¨¦s o Jorge por santorales o santidades espa?olas o europeas espa?olizadas y que nuestros apellidos no se esfuman con aromas de copal. Adem¨¢s, no pocas lenguas que florecen para izar el bast¨®n de mando ind¨ªgena fueron catalogadas, estudiadas y comprendidas am¨¦n de traducidas por frailes espa?oles. La maravilla multiling¨¹e que trenza al n¨¢huatl con zapoteco, otom¨ª con tzotzil y tantas aves m¨¢s permite que el bast¨®n de mando se pase a una mujer de ra¨ªz jud¨ªa descendiente de lituanos y del ¡®68 en d¨ªas que jam¨¢s se olvidan aunque se haya trastocado y maquillado el nefando legado y tufo de los milicos en un clima militarizado, entregado no sin ciertas amnesias.
Habr¨¢ que inducir esa pen¨²ltima siesta con la resignaci¨®n ¨¢cida o dulce de que los enredos psicoanal¨ªticos que llevamos los mexicanos en la geograf¨ªa y en la historia, tanto como en la literatura y la gastronom¨ªa no necesita cartearse con un rey anacr¨®nico ni rimarse forzadamente con los delirios de dictadores tropicales o simpatizantes improvisados. De no ser as¨ª, nos hundimos en un descarte imb¨¦cil en supuesto derrumbe de castillos de naipes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.