Un proyecto fallido
Resulta imprescindible una reforma del pacto constitucional para salvar nuestra democracia porque los enemigos de ese proyecto est¨¢n convirtiendo a Espa?a en un p¨¢ramo de odio sectario y mezquindad
Con la llegada de la primavera y los d¨ªas festivos los espa?oles repetir¨¢n este a?o, pese a las limitaciones que el virus imponga, el ritual de gozo en torno a la comida y el buen tiempo que tan bien se nos da y tanto seduce a los extranjeros. A falta de otros motivos, la farra y el sol se van convirtiendo en los ¨²nicos s¨ªmbolos de identidad y en las ¨²nicas v¨ªas de escape de una realidad espantosa. Disfrutamos de lo bueno de nuestro pa¨ªs movidos por una suerte de energ¨ªa at¨¢vica que nos impulsa hacia adelante, cada vez m¨¢s indiferentes a cualquier otra circunstancia de una vida en sociedad. Como es natural, nos resistimos a ver que el paisaje que nos rodea mientras nos dirigimos a tomar el aperitivo es una completa ruina.
El fracaso del proyecto que naci¨® en Espa?a con la Constituci¨®n de 1978 es ya inocultable; cuanto antes lo admitamos, m¨¢s opciones tendremos de encontrar una soluci¨®n, si es que existe, porque los enemigos declarados de ese proyecto ¡ªsea cual sea su situaci¨®n en las urnas¡ª est¨¢n a punto de triunfar, o han triunfado ya en alguna medida con este p¨¢ramo de odio sectario, mezquindad y hast¨ªo en el que han convertido nuestro pa¨ªs. La pol¨ªtica es un cenagal en el que se revuelcan personajes mediocres que ignoran el inter¨¦s general en beneficio de sus ambiciones personales y ocurrencias t¨¢cticas, como demuestra la reciente decisi¨®n de Pablo Iglesias. El Gobierno no gobierna o desgobierna, no existe una oposici¨®n merecedora de ese nombre, el modelo auton¨®mico se ha convertido en una fuente generadora de agravios comparativos y conflictos, adem¨¢s de ser un vivero de caciques locales, los partidos pol¨ªticos ¡ªunos m¨¢s que otros¡ª son meros instrumentos al servicio de sus l¨ªderes o de las necesidades del marketing. Algunos ven como ¨²nico consuelo institucional la dignidad del Rey defendiendo la Monarqu¨ªa constitucional frente a su propia familia y contra una amalgama de republicanos de sal¨®n inc¨®modos, no con la Corona, sino con la democracia.
De ah¨ª para abajo, ?qu¨¦ se puede encontrar? Nuestra econom¨ªa se desmorona sin que a nadie parezca importarle gran cosa, irresponsablemente confiados, como estamos, en que Europa se ocupar¨¢. La mentira se ha instalado como un recurso rutinario en el debate pol¨ªtico, sin ning¨²n tipo de sanci¨®n medi¨¢tica ni social. La demagogia ha alcanzado tales proporciones que ya la toleramos con medias sonrisas. Se prometen leyes que ya est¨¢n aprobadas, se arrastra a los j¨®venes a que libren luchas que se ganaron hace d¨¦cadas, se inventa el pasado, se manipula la historia. Los medios de comunicaci¨®n, inundados de declaraciones y debates est¨¦riles, son incapaces de ofrecer resistencia a la grosera falsificaci¨®n que se nos presenta cada d¨ªa.
?Qu¨¦ queda del proyecto con el que se inici¨® nuestra democracia? Apenas nada nos une. Ni siquiera nuestro idioma, que parec¨ªa hasta hace poco un valor intangible y neutral, est¨¢ hoy fuera del conflicto ideol¨®gico. No digamos nuestra historia. No hay nada en nuestro pasado, desde los Reyes Cat¨®licos hasta la Transici¨®n, que no haya sido tergiversado por este adanismo cultural que se ha impuesto. No tardar¨¢ el d¨ªa en que propongan quitar el nombre del Instituto Cervantes para buscar una figura supuestamente m¨¢s inclusiva, alguien que represente mejor a todos los idiomas de Espa?a, que cada d¨ªa son m¨¢s. Nuestra principal fuente de conocimiento, la Universidad, est¨¢ en manos de un ministro; con eso est¨¢ dicho todo.
Nada de esto tendr¨ªa tanta importancia si nuestro sistema estuviera protegido por instituciones s¨®lidas, capaces de resistir modas y tormentas, pero la realidad es que no es as¨ª. Mencionaba antes al Gobierno, la Corona y las comunidades aut¨®nomas, estas ¨²ltimas, cada vez m¨¢s, simples peones en la lucha por el poder total, el ¨²nico m¨®vil de la acci¨®n pol¨ªtica. Pero podr¨ªamos aludir tambi¨¦n al Congreso, ocupado en una tercera parte por grupos que expresamente rechazan la Constituci¨®n o quieren dividir Espa?a, precisamente los esca?os sobre los que se apoya la supuesta mayor¨ªa de gobierno del pa¨ªs. El Parlamento se ha hecho tan irrelevante que llevamos meses viviendo en estado de alarma sin que nadie parezca encontrar mayor diferencia. Tambi¨¦n podr¨ªamos citar a los jueces, que individualmente hacen lo que pueden, a veces actuando como el ¨²ltimo baluarte en la defensa de la ley, pero cuyo gobierno y, por tanto, su control, est¨¢ en manos de los partidos pol¨ªticos o quiz¨¢, si se consuman los planes en marcha, en manos del Gobierno. Podr¨¢ decirse con raz¨®n que s¨ª hay muchas cosas que funcionan en nuestro pa¨ªs, que nuestros hospitales y centros de salud han dado un gran ejemplo a lo largo de este a?o, que cada ma?ana miles de personas cumplen eficazmente con su trabajo, atienden a sus hijos y a sus mayores y dan cari?o y respaldo a sus amigos y sus vecinos. Tenemos, es cierto, una sociedad afectuosa y disciplinada que cumple con sus tareas, obedece las leyes y sabe ser solidaria cuando es preciso. Pero hemos fracasado en la construcci¨®n de un proyecto pol¨ªtico que garantice a esa sociedad un futuro de prosperidad y convivencia pac¨ªfica.
El fracaso no est¨¢ en el origen, como dicen algunos miembros del Ejecutivo. Nuestra democracia fue alumbrada en un pacto ejemplar que dio lugar a lo que, seguramente, ha sido el mejor ciclo de nuestra historia. Pero ese pacto, como siempre ocurre, naci¨® incompleto, pendiente de reformas futuras. Tambi¨¦n la democracia americana ech¨® a andar a medio hacer, sin abolir la esclavitud, por ejemplo. Sin embargo, mientras Estados Unidos no dej¨® nunca de introducir reformas en una serie ininterrumpida de enmiendas constitucionales, Espa?a dej¨® pendientes las reformas que debi¨® haber hecho hace m¨¢s de una d¨¦cada, especialmente en lo que se refiere al modelo territorial y el sistema electoral, los focos de los mayores conflictos.
Es evidente que si la pereza hist¨®rica o el oportunismo pol¨ªtico impidieron esas reformas cuando era m¨¢s f¨¢cil hacerlas, hoy, en medio del caos descrito m¨¢s arriba, parece simplemente una fantas¨ªa. ?De d¨®nde vamos a sacar fuerzas para emprender reformas si nos peleamos hasta por el modelo de las mascarillas! Cierto. Pero tambi¨¦n es verdad que lo que hace una d¨¦cada era recomendable para el mejoramiento de nuestra democracia, hoy se hace imprescindible para su salvaci¨®n. O reformamos o nos reforman, desde la extrema izquierda, que ya est¨¢ en el poder, o desde la extrema derecha, que est¨¢ cerca. O renovamos el pacto constitucional para poner al d¨ªa los valores en los que se sustent¨® o los enemigos de la democracia espa?ola acabar¨¢n, antes o despu¨¦s, de una u otra forma, por cumplir sus objetivos.
Por un momento en el pasado confiamos en que el propio sistema ser¨ªa capaz de depurarse y actualizarse. El nacimiento de nuevos partidos en la segunda d¨¦cada de este siglo parec¨ªa augurar la modernizaci¨®n y profundizaci¨®n de nuestra democracia. Ha sido justo al rev¨¦s. Podemos result¨® ser una vulgar repetici¨®n de viejas ideas totalitarias que s¨®lo consigui¨® abrirse paso retrotrayendo a los espa?oles a sus m¨¢s crueles disputas. Ciudadanos fue apenas un soplo de esperanza liberal p¨¦simamente gestionado y condenado, tras los tristes episodios recientes, a su desaparici¨®n por inmolaci¨®n. Vuelve, por tanto, la responsabilidad a los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, a los que la misi¨®n hist¨®rica de salvar nuestra democracia los encuentra en condiciones m¨¢s bien precarias. Uno, sin l¨ªder ni sede. Otro, m¨¢s que pensando en pactar, dedicado de lleno a la aniquilaci¨®n del rival, aunque para ello sea necesario abrirle las puertas a quien propugna el franquismo del siglo XXI.
Es muy dif¨ªcil sostener un sistema cuando su ineficacia es tan manifiesta. Esto es quiz¨¢ lo m¨¢s grave del momento actual. El esc¨¢ndalo de las mociones de censura en medio de la peor crisis conocida por varias generaciones de espa?oles nos ha recordado con sonrojo el fracaso al que asistimos a diario. Nuestro pa¨ªs resistir¨¢ porque, pese a todo, ha demostrado su consistencia en m¨²ltiples ocasiones. Pero el proyecto pol¨ªtico que le dio sentido en las ¨²ltimas d¨¦cadas es hoy un proyecto fallido.
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