Keynes y la ¨¦tica
El economista m¨¢s influyente del siglo XX, de cuya muerte se cumplen hoy 75 a?os, entendi¨® que de las crisis se sale sabiendo qu¨¦ futuro queremos
En plena Segunda Guerra Mundial, el Gobierno del Reino Unido encarg¨® al pol¨ªtico y acad¨¦mico William Beveridge un informe sobre el futuro de la Seguridad Social del pa¨ªs. Lord Beveridge pidi¨® ayuda con el c¨¢lculo de su costo a Keynes. Como cuenta el mejor bi¨®grafo de ¨¦ste, el tambi¨¦n notable economista Robert Skidelsky, de esa colaboraci¨®n surgieron una serie de documentos clave -empezando por el Social Insurance and Allied Services (1942), del que se vendieron 700.000 copias en unas semanas- que marcaron un giro crucial a las pol¨ªticas econ¨®micas y sociales que hicieron posible a partir de 1945 tres d¨¦cadas de bienestar no solo en el Reino Unido sino tambi¨¦n en Europa occidental. Ni Beveridge ni Keynes eran precisamente radicales. Al contrario, ideol¨®gicamente se encontraban en la ¨®rbita del moribundo Partido Liberal y eran por origen, temperamento y estilos de vida, personas plenamente integradas en el sistema, que quer¨ªan salvar al capitalismo del fascismo, del comunismo y de s¨ª mismo.
Para salvar al capitalismo hab¨ªa que reinventarlo y en este proceso fueron cruciales los conocimientos de Keynes, el hombre que ya hab¨ªa revolucionado en 1936 el pensamiento econ¨®mico con su libro Teor¨ªa general del empleo, el inter¨¦s y el dinero, en el que abogaba por el papel imprescindible del Estado y del d¨¦ficit presupuestario para sacar a las econom¨ªas occidentales de las garras de la Gran Depresi¨®n. Luego, en los a?os cuarenta, Keynes demostr¨® que los proyectos de reforma social eran posibles porque se pod¨ªan pagar si se hac¨ªan los esfuerzos presupuestarios y fiscales necesarios. Llama la atenci¨®n que estos planes se concibieran en medio de una guerra que hab¨ªa llevado al Reino Unido a la bancarrota t¨¦cnica, que solo la ayuda econ¨®mica americana evit¨® que se materializase. Y es que Keynes vio en la cat¨¢strofe una oportunidad para hacer un mundo mejor, mientras que podr¨ªa haber hecho lo contrario y dejar las reformas para cuando la situaci¨®n econ¨®mica mejorase, o para nunca. No fue una acci¨®n del todo inesperada o inexplicable. Como antes hiciera Adam Smith (autor de un libro a menudo ignorado, titulado nada menos que Teor¨ªa de los sentimientos morales), Keynes hab¨ªa llegado a la econom¨ªa desde la ¨¦tica, y quiz¨¢s por ello nunca olvid¨® que aqu¨¦lla est¨¢ al servicio de la sociedad y no al rev¨¦s, en contra de los dogm¨¢ticos que pensaban que la sociedad est¨¢ maniatada por unos supuestos principios naturales o cient¨ªficos inmutables, empezando por la sagrada mano invisible del libre mercado.
Dejar la ¨¦tica fuera de los planteamientos econ¨®micos ignorar¨ªa la historia que vino despu¨¦s. La reforma del capitalismo a partir de 1945 fue posible por un cambio de mentalidad en la mayor¨ªa de los ciudadanos y de una parte de las ¨¦lites, que concluyeron que los a?os de miseria, desempleo estructural, recortes sociales y de desigualdad que precedieron a la guerra no pod¨ªan continuar. En el Reino Unido, Churchill, el gran h¨¦roe de la resistencia ante los nazis, no entendi¨® este cambio en la opini¨®n p¨²blica y por eso fue derrotado de forma rotunda por los laboristas en las elecciones de aquel a?o.
Al menos en Occidente (pero no en Espa?a), el mundo nuevo que alumbr¨® la Segunda Guerra Mundial estaba basado en lograr un objetivo simple: la creaci¨®n de una sociedad m¨¢s justa y libre en la que todos los ciudadanos tuviesen oportunidades reales para mejorar sus vidas. Las nuevas prioridades sociales llevaron a los gobiernos democr¨¢ticos de posguerra a expandir su funci¨®n redistributiva de la riqueza de una forma sin precedentes. Para ello se aumentaron las cargas fiscales a los m¨¢s ricos. Con las subidas de impuestos, las grandes mansiones de la aristocracia brit¨¢nica que vemos en algunas pel¨ªculas llenas de nostalgia ¨Cpagadas con el dinero de la esclavitud, el despojo de la India y mantenidas por legiones de sirvientes que cobraban muy poco- tuvieron que cerrar sus puertas y ser vendidas al National Trust. Pero a cambio se pudieron pagar las cerca de 200.000 viviendas sociales que construy¨® cada a?o el Gobierno del Reino Unido (fuese laborista o conservador) y acabar as¨ª con la verg¨¹enza de que una de cada tres casas en el pa¨ªs no tuviese agua corriente en 1939.
Keynes, uno de los padres de esta nueva sociedad, fue un hombre lleno de contradicciones y de opiniones cambiantes. El exquisito esteta elitista (miembro del exclusivo y secreto club de los Ap¨®stoles de Cambridge y del grupo de Bloomsbury) que despreciaba a Marx, result¨® ser uno de los individuos que m¨¢s hizo por los trabajadores el siglo pasado. Fue primero librecambista y luego proteccionista. Defendi¨® a la derrotada Alemania en 1919 pero aborreci¨® el Apaciguamiento ante Hitler en los a?os treinta. Intent¨® evitar la vuelta al patr¨®n oro en 1925 y luego luch¨®, en la conferencia de Bretton Woods de 1944, para encontrar la estabilidad perdida de las divisas. Sus ideas fiscales en los a?os veinte eran muy distintas de las de los a?os cuarenta. No pod¨ªa ser de otro modo. Como toda persona inteligente y no dogm¨¢tica, ¨¦l cambi¨® las preguntas y las respuestas seg¨²n cambiaron los tiempos. Pero ante todo nunca olvid¨® que la funci¨®n p¨²blica deb¨ªa basarse en principios ¨¦ticos. Por ello mismo entendi¨® que la teor¨ªa econ¨®mica ten¨ªa que ser flexible y responder a las necesidades del momento, y que la salida a la crisis desatada en 1939-1945 no pod¨ªa ser la misma que la que sigui¨® primero al estallido de la Gran Guerra y luego a la Gran Depresi¨®n, que pagaron los m¨¢s pobres mientras que las diferencias sociales se agudizaron a¨²n m¨¢s.
Los imperativos ¨¦ticos de las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial hicieron que en el capitalismo de posguerra se desarrollaran pol¨ªticas que hoy ser¨ªan acusadas por muchos de subversivas y aberrantes. Por ejemplo, en Estados Unidos se implementaron tipos m¨¢ximos del impuesto de la renta que llegaron hasta el 91% bajo Eisenhower, y lo normal era que los grandes patrones empresariales ganasen como media unas treinta veces m¨¢s que sus empleados. Hoy, en un ambiente moral muy distinto, el tipo impositivo m¨¢ximo en los Estados Unidos es del 37% y los jefes de las grandes compa?¨ªas ganan una media de 300 veces el salario de sus empleados. Tambi¨¦n hoy en Espa?a tenemos millones de personas socialmente excluidas que sufren la segunda crisis socio-econ¨®mica profunda en una generaci¨®n. Sin embargo, hay quienes no solo se echan las manos a la cabeza cuando se propone apuntalar nuestro m¨¢s bien escu¨¢lido Estado del bienestar aumentando la carga fiscal nacional hasta el mismo nivel medio del resto de Europa (del 35% al 41% del PIB), sino que adem¨¢s piden o prometen bajadas masivas de impuestos mientras que evitan explicar c¨®mo se van a pagar las pensiones, las ayudas a la dependencia, la educaci¨®n, la sanidad, la investigaci¨®n y hasta la defensa de este pa¨ªs.
A diferencia de demagogos y santones del mercado, Keynes entendi¨® que de las crisis econ¨®micas se debe salir considerando primero qu¨¦ futuro queremos. Tampoco olvid¨® que la econom¨ªa es pol¨ªtica, y por lo tanto una manifestaci¨®n de nuestros valores ¨¦ticos colectivos.
Antonio Cazorla S¨¢nchez es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de Europa en la Trent University, Canad¨¢.
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