El alma de Europa
Dinamarca se aparta de la tradici¨®n de acogida con una ley que expulsa a los solicitantes de asilo fuera de la Uni¨®n
El Parlamento dan¨¦s ha aprobado la pasada semana una ley seg¨²n la que los solicitantes de asilo que lleguen a su territorio ser¨¢n trasladados a otro pa¨ªs no europeo en los que se tramitar¨¢n las peticiones y, eventualmente, se garantizar¨¢ la protecci¨®n correspondiente. Se trata, sustancialmente, de la abdicaci¨®n de uno de los principios fundacionales de la Europa moderna, la disposici¨®n a ofrecer abrigo a quienes huyen de la persecuci¨®n y el horror. La ley ha sido promovida por un Gobierno dirigido por el partido socialdem¨®crata, y presidido por la primera ministra Mette Frederiksen, en un inquietante s¨ªntoma del triunfo cultural del ideario de la ultraderecha en materia migratoria.
Dinamarca no ha especificado cu¨¢l o cu¨¢les ser¨¢n los pa¨ªses terceros de acogida, pero sus autoridades han firmado recientemente acuerdos en materia migratoria con Ruanda, y la prensa ha apuntado tambi¨¦n a Egipto, Eritrea y Etiop¨ªa. El pa¨ªs n¨®rdico sostiene que se asegurar¨¢ de que el Estado elegido cumple con los est¨¢ndares legales internacionales. Lo que s¨ª ha dejado claro el Ejecutivo dan¨¦s es su intenci¨®n: ¡°Si solicitas asilo en Dinamarca, sabes que ser¨¢s trasladado a un pa¨ªs fuera de Europa, y por lo tanto esperamos que la gente dejar¨¢ de buscar asilo en Dinamarca¡±, afirm¨®, sin ambages, un portavoz gubernamental. Si los demandantes de asilo obtuvieran finalmente en esos pa¨ªses externos el estatuto de refugiado, no podr¨¢n en ning¨²n caso volver al pa¨ªs europeo. La ONU, la Comisi¨®n Europea y otras entidades han expresado, con toda raz¨®n, su rechazo a la iniciativa.
Se trata de un nuevo paso que revela hasta qu¨¦ extremos est¨¢ llegando la din¨¢mica europea de sellado de fronteras, rebotes, externalizaci¨®n. La cuesti¨®n migratoria se ha convertido, sin duda, en uno de los asuntos m¨¢s delicados y lleva dentro un peligroso potencial desestabilizador por el uso pol¨ªtico que de ella se hace en el continente. Es comprensible el intento de los gobernantes de atajar flujos irregulares, y que en muchas ocasiones desbordan su capacidad de acogida, pero esto no puede llegar hasta el punto de quebrar principios morales b¨¢sicos. El radical giro que ha dado la socialdemocracia danesa en materia de migraci¨®n, haciendo bandera del objetivo de alcanzar la entrada de ¡°cero refugiados¡±, es una muestra de una deriva que poco tiene que ver con los valores de los que Europa ha hecho gala en su historia m¨¢s reciente.
No puede olvidarse, por otro lado, el enorme reto demogr¨¢fico que afronta el viejo continente, para el que los flujos migratorios pueden representar una soluci¨®n: hay que organizarlos mejor para que se produzcan de forma legal y beneficiosa. Pero, sobre todo, Europa no deber¨ªa olvidar la lecci¨®n de su propia historia. Acoger a los perseguidos es parte de su identidad moderna y deber¨ªa seguir si¨¦ndolo.
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