Esa persona que queremos ser
La pandemia nos ha recordado nuestro lado m¨¢s humano en una ¨¦poca en que se nos empuja a comportarnos como empresas
¡°Escucha¡±, le dice mi vecino a mi hijo de tres a?os cuando el ni?o se empe?a en ignorarle. ¡°Nosotros somos vecinos. ?Sabes cu¨¢nta gente hay en el mundo? Millones. A nosotros nos ha tocado estar cerca. Por eso debemos hablarnos, ser amables el uno con el otro, cuidarnos¡±. Mi hijo asiente y despu¨¦s se marcha sin decir nada. Yo me guardo el comentario. Pienso que esta es una lecci¨®n importante. Desde que comenz¨® la pandemia, la fragilidad del ser humano ha dejado de ser una idea abstracta para convertirse en una realidad cotidiana. Hemos sentido que dependemos m¨¢s los unos de los otros. Han llegado las vacaciones, vuelven los viajes y vuelve tambi¨¦n otra ola de contagios, diferente, pero sostenida. A la mayor¨ªa nos molestan o nos han molestado algunas restricciones y, sin embargo, clamamos porque haya regulaciones porque nadie se f¨ªa de sus vecinos, mucho menos de los viajantes.
Hubo un tiempo en el que viajar supon¨ªa exponer el cuerpo. El cuerpo estaba protegido por el entorno, salir supon¨ªa arriesgarlo todo. ?Acaso no muri¨® el rey de Tebas en una traves¨ªa a manos de su desconocido hijo, Edipo? Hasta hace muy poco las rutas eran una parte importante del viaje. ?No iba nuestro m¨¢s c¨¦lebre caballero por los caminos buscando deshacer entuertos? El viajante se expon¨ªa a los males, pero tambi¨¦n a la gloria e incluso a la inmortalidad, como en el caso de los peregrinos. La mayor¨ªa de las religiones consideraban la hospitalidad como una m¨¢xima. A finales del siglo XIV, un grupo de viajeros invert¨ªa cerca de un mes en viajar de Avi?¨®n a Par¨ªs. Estos plazos no parec¨ªan desesperantes, favorec¨ªan la comunicaci¨®n entre las personas. Poco a poco las v¨ªas se fueron convirtiendo en los famosos no-lugares que hoy en d¨ªa transitamos, quienes podemos permit¨ªrnoslo, a toda velocidad y bajo el control de los Estados. Si Don Quijote aparece como un loco, es porque ya en el siglo XVII las fuerzas de seguridad proteg¨ªan los caminos. En 1476, Isabel la Cat¨®lica instituy¨® la Santa Hermandad. Algunos historiadores la consideran el primer cuerpo armado organizado y sometido a cierta administraci¨®n gubernamental europeo; la primera polic¨ªa. Se trataba de los famosos mangas verdes que acabaron llegando tarde a todas partes.
Quiz¨¢ nos hayamos acostumbrado demasiado a que sean los poderes p¨²blicos quienes se encarguen de regular nuestras relaciones. Igual que las empresas externalizan servicios, las personas externalizamos derechos y deberes. Nos deslocalizamos. Es una cuesti¨®n de eficiencia. Todo el mundo lo sabe. Hacemos chistes sobre el tedio que nos generan las reuniones del AMPA del colegio o las juntas de vecinos de los afortunados propietarios; esos peque?os resquicios de la sociedad civil en donde todav¨ªa tenemos que dialogar y ponernos de acuerdo. No defiendo con esto la disoluci¨®n del Estado, ni que nadie se arme como en algunos puntos de Estados Unidos. Todo lo contrario. El negocio armament¨ªstico nos roba la posibilidad de entender la ciudadan¨ªa como un compromiso integral e impide cualquier conversaci¨®n. Las empresas que se dedican a fabricar armas pertenecen a grandes conglomerados internacionales. Las corporaciones no est¨¢n interesadas en el bienestar de las personas a las que dan servicio sino en su beneficio, tal y como acabamos de ver con la subida del precio de la luz. Hoy en d¨ªa, las decisiones de las multinacionales; fabriquen escopetas, luz o pa?ales, las toman los gestores especialistas en maximizar beneficios aqu¨ª o en las islas Bahamas. No es que sean seres maquiav¨¦licos empe?ados en fastidiarnos, cumplen con su trabajo y defienden los intereses de sus accionistas repartidos por todo el globo.
En los albores del capitalismo financiero las corporaciones reclamaron los mismos derechos que los seres humanos. Entonces inventamos la figura de persona jur¨ªdica, pero estas personas jur¨ªdicas est¨¢n en tantos lugares que no est¨¢n en ninguna parte. Tienen tantas cabezas, que algunas no se conocen entre s¨ª. De ah¨ª la dificultad de los gobiernos por gravar, por ejemplo, a las grandes tecnol¨®gicas. La dificultad de pedir responsabilidades. Las personas f¨ªsicas necesitamos un lugar concreto en el que habitar en nuestro cuerpo. La pandemia lo subray¨® y no debemos olvidarlo. Ahora volvemos a viajar f¨ªsicamente, pero tampoco es que hayamos dejado de viajar virtualmente durante todo el a?o. En lugar de tratar de controlar las descomunales entidades que hemos creado, ?no estaremos intentando parecernos a ellas? Empezaba estas letras hablando del impacto que me causaron las palabras de mi vecino. Pensamos poco (al menos yo) en la importancia de la cercan¨ªa y del compromiso que conlleva, como si nos hubi¨¦ramos contagiado de la tendencia empresarial de deslocalizar nuestras responsabilidades. El poder m¨¢s eficiente es el invisible, y lo ostentamos y nos sometemos a ¨¦l cuando no cuestionamos las estructuras diarias en las que nos sumergimos. Nunca se ha insistido tanto en conseguir que las personas f¨ªsicas sean eficientes, empezando por nuestra propia identidad. Ahora necesitamos una marca personal para tener ¨¦xito y un coach que gestione nuestras decisiones. El personal branding est¨¢ en auge y poco a poco vamos ganando m¨¢s caracter¨ªsticas de empresas que de seres humanos.
Mar G¨®mez Glez es soci¨®loga, escritora y doctora en Filosof¨ªa por NYU. Su ¨²ltima novela es Una pareja feliz (Tres Hermanas).
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