Un secreto

Un d¨ªa me dejaron a mi nieta para que la cuidara, porque sus padres se hab¨ªan ido al cine, y me la com¨ª entera para cenar, pues ten¨ªa la nevera vac¨ªa. Luego, arrepentido, la sustitu¨ª por una r¨¦plica artificial tan perfecta que ni mi hijo ni mi nuera notaron la diferencia (tengo mucha ma?a para las reproducciones de car¨¢cter biol¨®gico). Mi nieta falsa sab¨ªa perfectamente que era una copia de la verdadera, pero no se lo dijo a nadie, de modo que la vida familiar discurr¨ªa con la armon¨ªa anterior al cambio. La ni?a creci¨® y se convirti¨® en una adolescente misteriosa que un d¨ªa vino a verme y me devor¨®, sustituy¨¦ndome asimismo por un mu?eco articulado de una excelencia tal que hasta a m¨ª mismo me costaba notar las diferencias. ¡°Lo que me deb¨ªas¡±, dijo antes de despedirse con un beso.

De manera que ni yo soy yo ni mi nieta es mi nieta, pero todos lo ignoran. Ni siquiera hablamos de ello cuando estamos a solas, aunque percibimos, eso s¨ª, una corriente de complicidad fuera de lo com¨²n. La idea de ser un androide no me produce ni fr¨ªo ni calor. No digo que no piense en ello cuando me miro en el espejo y observo los fallos liger¨ªsimos de mi actual constituci¨®n, pero tambi¨¦n cuando era un hombre de verdad me observaba al afeitarme con un punto de extra?eza, pregunt¨¢ndome c¨®mo era posible que yo hubiera llegado a ser yo. El espejo me devolv¨ªa una imagen que parec¨ªa una alucinaci¨®n.

Me siento m¨¢s real ahora. Un billete falso est¨¢ obligado a aparentar m¨¢s autenticidad que el fidedigno. Tal esfuerzo genera un grado de verosimilitud del que carece la vida. Si un cuadro falso de Picasso (y debe de haberlos a miles) fuera autoconsciente, ser¨ªa m¨¢s genuinamente de Picasso que los que pint¨® ¨¦l. Pues eso es lo que creo que nos pasa a mi nieta y a m¨ª, que somos la nieta y el abuelo m¨¢s verdaderos del mundo porque no podemos permitir que nos descubran.