El oc¨¦ano no tiene naci¨®n
Los 500 a?os del viaje de la primera circunnavegaci¨®n han sido material sensible dirigido hacia un derrotero que en muchas ocasiones poco tiene que ver con aquella empresa y sus art¨ªfices
Quiz¨¢ les apetecer¨¢ saber una cosa importante que ocurri¨® por estas fechas, concretamente el 16 de septiembre, aunque hace 500 a?os. Cost¨® un poco, dos a?os de navegaci¨®n, pero por fin en los documentos de entonces entra en escena alguien bien conocido en Espa?a, al menos en estos ¨²ltimos tres a?os de celebraciones del Quinto Centenario de la Vuelta al Mundo. La cosa importante es que en la lujosa Brunei y un poco a trompicones, el maestre Juan Sebasti¨¢n Elcano fue nombrado capit¨¢n de la m¨¢s marinera de las dos naves que quedaban de la destartalada Armada de las Molucas.
Digo a trompicones porque, tras ser muy bien tratados por el raj¨¢ Seri Paduka (Siripada, en los documentos) y habiendo obtenido licencia para comerciar, los espa?oles acabaron por estropearlo todo. Y digo ¡°espa?oles¡± por resumir, y porque, como es bien sabido, la Armada iba en busca del clavo y la nuez moscada en nombre del rey Carlos I, pero, a estas alturas de las celebraciones quintocentenarias, tambi¨¦n es muy bien sabido que aquella la tripulaci¨®n estaba formada por una considerable variedad de nacionalidades, hasta un ni?o tup¨ª-guaran¨ª iba en las naves (quien, por cierto, se qued¨® en Borneo: lo abandon¨® su padre). En realidad, los espa?oles se asustaron al ver m¨¢s de cien praos que se acercaban a la Trinidad y la Victoria. Izaron velas r¨¢pidamente y, por si acaso, atacaron unos juncos que ten¨ªan cerca y result¨® que en uno de ellos estaba el capit¨¢n general del rey de Borneo. Mal asunto: Siripada se iba a enfadar mucho.
Se asustaron los espa?oles, pero tambi¨¦n parece que no les costaba demasiado ponerse a la defensiva e incluso hacer el pirata si ten¨ªan oportunidad, porque adem¨¢s del ataque a los juncos, decidieron retener ¡°a diecis¨¦is hombres principales para llevarlos a Espa?a y a tres mujeres¡±, que ¡°m¨¢s tarde se las qued¨® Jo?o de Carvalho¡±, cuenta el gran cronista Antonio Pigafetta. Este Jo?o Lopes de Carvalho, piloto de la Concepci¨®n y despu¨¦s de la Trinidad, era en aquel momento el capit¨¢n mayor al haber ocupado el puesto de Fernando de Magallanes tras su absurda muerte cinco meses antes en la peque?a isla filipina de Mact¨¢n. Tambi¨¦n era, dicho sea de paso, el padre del ni?o tup¨ª-guaran¨ª. Y por esta y otras actitudes avariciosamente piratescas ¡ªquiz¨¢ tambi¨¦n por no haber sido capaz de llevar las naves a las tan ansiadas Islas de las Especias¡ª, fue destituido. El puesto de capit¨¢n de la Trinidad lo ocup¨® el alguacil Gonzalo G¨®mez de Espinosa y, como ya imaginan, la capitan¨ªa de la Victoria recay¨® en Juan Sebasti¨¢n Elcano.
O esto es lo que se suele pensar, porque en realidad, las capitan¨ªas no quedaron exactamente as¨ª. En la Informaci¨®n del 18 de octubre de 1522 ya en Valladolid ¡ªen la que Elcano, el piloto Francisco Albo y el barbero Fernando de Bustamante deb¨ªan demostrar que durante el viaje la hacienda regia no hab¨ªa sido defraudada¡ª, entre las preguntas comprometidas que los informantes tuvieron que responder y en las que culparon de todo a Jo?o Lopes de Carvalho (que a fin de cuentas, ya estaba muerto y no se pod¨ªa defender), el piloto Francisco Albo explic¨® c¨®mo se hab¨ªa repartido el gobierno de las dos naves. Mientras en su declaraci¨®n, Elcano se adjudic¨® todo el liderazgo durante el ¨²ltimo a?o de la expedici¨®n, Albo registraba una especie de directorio formado por G¨®mez de Espinosa, Elcano, el maestre genov¨¦s de la Trinidad Juan Bautista de Punzorol y el escribano de la Victoria, Mart¨ªn M¨¦ndez. As¨ª reorganizados los cargos, largaron velas de Brun¨¦i y buscaron un lugar para calafatear las naves, que, por las coordenadas que da Pigafetta, posiblemente fuera la isla de Balabac, al sur de Palawan, lo cual demuestra que hab¨ªan vuelto atr¨¢s y al norte, sin tener claros los rumbos. Y all¨ª estuvieron 42 d¨ªas.
De momento, las que seguimos el viaje magall¨¢nico estamos aqu¨ª, en Balabac, una peque?a isla filipina. Falta mucho todav¨ªa para llegar a Tidore, una de las cinco islas del Moluco, las ¨²nicas que por entonces pose¨ªan el ansiado clavo. Falta un a?o todav¨ªa para que Juan Sebasti¨¢n Elcano y un pu?ado de hombres m¨¢s consigan remontar el Guadalquivir con la nao Victoria. Hay que decir que entretenimiento no nos falta, aunque ha bajado un poco la efervescencia, porque, desde que en septiembre de 2019 zarparon las naves de las Especias y mientras esperamos con paciencia el regreso de la Victoria, se han celebrado y se seguir¨¢n celebrando todo tipo de actividades conmemorativas. No es para menos, han pasado 500 a?os desde que se consigui¨® la m¨¢s espectacular de todas las epopeyas mar¨ªtimas. Es la epopeya de un gran negocio especiero ideado por el portugu¨¦s Fernando de Magallanes que termina como una enorme historia tr¨¢gico-mar¨ªtima, por la siembra de muertes que ese viaje de tres a?os y 70.000 kil¨®metros fue dejando a lo largo y ancho de tres oc¨¦anos.
Las epopeyas hay que celebrarlas, claro que s¨ª, y suelen nacer con gran expectaci¨®n, crecer con mucha pompa y circunstancia y morir para pasar cien a?os en silencio hasta el pr¨®ximo festejo. Sin embargo, los 500 a?os del viaje de la primera circunnavegaci¨®n del mundo han sido material sensible dirigido hacia un derrotero que en muchas ocasiones poco tiene que ver con aquella empresa y sus art¨ªfices. Mientras esperamos que vuelva la Victoria, demasiadas veces se ha pose¨ªdo el viaje de la vuelta al mundo y a sus autores, desnud¨¢ndolos de su historia para vestirlos de emociones identitarias difundidas por medios de comunicaci¨®n de toda ¨ªndole, algunos de ellos muy serios y otros, directamente torticeros y distorsionadores del relato real por mera voluntad ideol¨®gica e incluso nacionalista. La odisea se prestaba a ello, y sus protagonistas fueron personajes tan novelescos que casi ped¨ªan a gritos su ama?o biogr¨¢fico e hist¨®rico. Es el caso de Elcano, por ejemplo, del que infelizmente se tiene muy poca informaci¨®n y, para suplirla, en esas gordas novelas hist¨®ricas o biograf¨ªas que han ido apareciendo, lo que se cuenta es el viaje de circunnavegaci¨®n, no la vida del maestre de Guetaria, sencillamente porque su nombre aparece muy poco por los papeles antiguos. Pero lo de convertir a esos hombres en superhombres, en h¨¦roes, en visionarios, viene de lejos y empieza con los propios cronistas y por culpa de las competitivas pol¨ªticas regias. Despu¨¦s, con el paso de los siglos, llega la necesidad de celebrar esas espectaculares epopeyas y entonces los h¨¦roes se convierten en s¨ªmbolos nacionales, y de pronto las identidades nacionales adquieren mayor relieve que las identidades heroicas. Es cierto que Fernando de Magallanes es un h¨¦roe at¨ªpico. No fue ni es un personaje demasiado querido en Portugal, su pa¨ªs natal, y ya los cronistas oficiales pocos a?os despu¨¦s de su viaje lo vieron desagradecido, rencoroso y traidor. Y tampoco despierta pasiones en Espa?a, volcada con entusiasmo hacia el otro gran h¨¦roe de la vuelta al mundo que fue Elcano. Pero, en realidad, este viaje va de alguien que tuvo una idea, se empe?¨® en llevarla a cabo y le sali¨® mal. S¨ª, el viaje de la Armada de las Molucas sali¨® mal. Sin embargo, esa idea fallida tuvo consecuencias descomunales, porque primero Magallanes, y despu¨¦s Elcano y los supervivientes de la nao Victoria, le dieron un impensado y tajante golpe de gracia a la realidad del mundo. Tras ellos, el mundo deb¨ªa volver a ser pensado y nuevamente dibujado. De momento estamos en la peque?a Balabac. Nos queda un a?o de oc¨¦anos.
Isabel Soler Quintana es profesora de literatura y cultura portuguesa y autora de la biograf¨ªa en prensa Magallanes & Co (Acantilado).
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