El Peque?o Nicol¨¢s se hace mayor
Lo grave de la presencia de Sarkozy en la convenci¨®n del PP tiene que ver con la coincidencia profunda de valores. Para empezar, el poqu¨ªsimo esfuerzo por frenar la corrupci¨®n
La coincidencia de que el expresidente franc¨¦s Nicol¨¢s Sarkozy fuera uno de los elegidos internacionales para acompa?ar la convenci¨®n del PP en Valencia el d¨ªa antes de ser condenado en su pa¨ªs por corrupci¨®n desat¨® muchas bromas. La comicidad de las noticias es un arma de doble filo. Ahora que proliferan los noticiarios distendidos y humor¨ªsticos, podr¨ªamos confundir las ocasiones para el chiste con la ausencia de rigor cr¨ªtico. Lo que menos interesa es que el azar jugara una mala pasada a los organizadores del congreso de relanzamiento de la candidatura opositora de Pablo Casado. Esto le puede pasar a cualquiera, no en vano las personas nos acostumbramos a festejar el nacimiento de un beb¨¦ al tiempo que salimos de un entierro de otro ser querido. Lo grave de la presencia de Sarkozy tiene que ver con la coincidencia profunda de valores. Para empezar, el poqu¨ªsimo esfuerzo por frenar la corrupci¨®n que rodea la pol¨ªtica. A la espera de conocer la condena por la utilizaci¨®n de dinero vertido por el dictador Gadafi en la candidatura de Sarkozy, la demoledora decisi¨®n judicial en Francia apuntaba a una contabilidad en negro del partido conservador franc¨¦s. Ese entramado le permit¨ªa llevar a cabo actos de gran envergadura medi¨¢tica, en entornos espectaculares, sin jam¨¢s rendir cuentas a los organismos de control. ?Les suena el asunto de esa trama de actos de campa?a pagados con sobornos por licencias de obra p¨²blica con la que desnud¨® la trama G¨¹rtel?
Peor ha sido la reacci¨®n del propio Sarkozy a su condena. Ha acusado a los tribunales franceses de tomar decisiones por razones ideol¨®gicas. Si esas declaraciones vinieran de un pol¨ªtico en el otro extremo ideol¨®gico, el PP se habr¨ªa apresurado a censurarlas como un ataque a la independencia judicial, a la divisi¨®n de poderes y, ?c¨®mo no?, a la sacrosanta Constituci¨®n. Pero como es uno de los nuestros el que ataca al Poder Judicial, entonces todo suena bien. Cuando ya enfilamos hacia el cuarto a?o sin renovaci¨®n en los ¨®rganos judiciales espa?oles, no parece que el despecho de Sarkozy ante su condena sea el mejor compa?ero de viaje para la regeneraci¨®n en Espa?a. La mayor¨ªa de los ciudadanos sospecha que la eternizaci¨®n de un Consejo del Poder Judicial caducado responde tan solo a una estrategia de defensa de un partido acosado por causas de corrupci¨®n. Refutar esa opini¨®n generalizada requiere m¨¢s habilidad pol¨ªtica que la que est¨¢n mostrando los responsables, con constantes cambios de motivaci¨®n.
Pero a¨²n menos accidental es la coincidencia de la dial¨¦ctica de Sarkozy con esa idealizaci¨®n que pretenden formular los conservadores espa?oles en torno al periodo de colonizaci¨®n. Decir que la prioridad de la conquista de Am¨¦rica fue llevar la libertad a los pueblos ind¨ªgenas ofende tanto a la inteligencia como aquel discurso de Sarkozy en Dakar en 2007 en el que afirmaba que el drama de ?frica estribaba en que el hombre africano no hab¨ªa entrado suficientemente en la historia. Ese recauchutado del pasado para eludir los desaf¨ªos del presente contiene una enorme dosis de falseamiento y de renuncia al an¨¢lisis serio. La estrategia de imbuir de un orgullo patri¨®tico remoto responde a intereses electoralistas demasiado coyunturales. Algunos conf¨ªan en que ese Peque?o Nicol¨¢s, con perfil de arribista envuelto en la bandera, nunca se haga mayor.
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