El federalismo y la magia
Es imposible resolver hoy los problemas sociales y ambientales en el marco estrecho de la soberan¨ªa nacional. De lo que se trata es de estructurar mejor nuestras instituciones para abordar los desaf¨ªos colectivos
Frente al secesionismo m¨¢gico, que deb¨ªa solucionar sin dolor todos los problemas de Catalu?a, no hay que contraponer un federalismo m¨¢gico, sino un programa federal serio de reformas y una acci¨®n pol¨ªtica clara.
El conjunto de la sociedad catalana va asumiendo poco a poco que el contexto en el que vivimos es el de la federalizaci¨®n de Espa?a y Europa. Espa?a es ya un Estado compuesto con numerosas caracter¨ªsticas federales, con algunas regiones dotadas de las competencias de un cuasi-Estado. Formamos parte del n¨²cleo m¨¢s integrado de la Uni¨®n Europea (en la zona euro y el espacio Schengen); una UE que al Banco Central Europeo y el Parlamento Europeo a?ade ahora unos importantes fondos Next Generation financiados con deuda com¨²n. Puede discutirse si esto es un Momento Hamiltoniano, previo a la federalizaci¨®n definitiva de la UE, pero recordemos que a la asunci¨®n de la deuda de los Estados por parte de Hamilton en EE UU siguieron d¨¦cadas de evoluci¨®n federalista, conflictos y creaci¨®n de nuevas instituciones, hasta dar con la actual configuraci¨®n federal de aquel pa¨ªs. No hubo un ¡°momento¡± en que los estadounidenses se acostaran confederales y amanecieran federales. No hay que so?ar con un ¡°federalismo aut¨¦ntico¡± que se diferencie de lo que tenemos como el d¨ªa de la noche ¡ªEspa?a, insisto, ya es un Estado para-federal¡ª, sino que hay que avanzar con reformas profundas (por lo dem¨¢s ya dise?adas por hacendistas y constitucionalistas) que tomen como referencia las principales federaciones del mundo, que por cierto son algunas de las democracias m¨¢s pr¨®speras existentes. No habr¨¢ una Declaraci¨®n Unilateral de Federalismo (una DUF), ni debe haberla, pero s¨ª debe haber un esfuerzo riguroso por mejorar nuestras estructuras, conscientes de nuestras interdependencias en Espa?a, y las de esta con la UE.
La gesti¨®n de la pandemia en un contexto de democracia multinivel nos ofrece muchas lecciones sobre cu¨¢l es nuestra realidad, y c¨®mo mejorarla. Las competencias de gesti¨®n de la sanidad (igual que las de casi todo el Estado del bienestar) se hallan en manos de las comunidades aut¨®nomas, y muchos expertos recomiendan complementar esta estructuraci¨®n con una agencia federal de salud p¨²blica. Otros aconsejan mejorar nuestra financiaci¨®n auton¨®mica, entre otras razones para impedir que los shocks econ¨®micos dificulten prestar servicios p¨²blicos cuando estos se hacen m¨¢s necesarios. Las vacunas se han administrado de forma planificada e igualitaria en toda Europa, pero hay que extender ese proceso a nivel global. Podr¨ªamos seguir: las lecciones son abundantes.
Pero no incurramos en el error de no llamar al federalismo por su nombre, error que, sobre todo en el imaginario colectivo, nos impide tomar como referencia a las mejores democracias del planeta (aunque ya se haga en muchos ¨¢mbitos acad¨¦micos especializados, donde Espa?a es considerada como una suerte de Estado federal). El federalismo del siglo XXI no es el de la primera Rep¨²blica. Ni es un caos, seg¨²n la caricatura que difunde cierta derecha, ni tiene por qu¨¦ copiar literalmente las recetas de Pi i Margall, por muy sensatas (e incomprendidas) que fueran en su ¨¦poca. El federalismo del siglo XXI es el de Piketty, Verhofstadt, Dion, los fondos Next Generation y nuestra co-gobernanza todav¨ªa muy mejorable en una Europa cada vez m¨¢s federal. Es el de la foto de Von der Leyen con S¨¢nchez, las presidencias auton¨®micas y la representaci¨®n municipal.
El federalismo no es en s¨ª de izquierdas ni de derechas (como ha recordado recientemente la Asociaci¨®n por una Espa?a Federal), y ya lo practican varios presidentes de comunidades aut¨®nomas incluso del PP, quiz¨¢s inconscientemente, igual que el personaje de Moli¨¨re hablaba en prosa sin saberlo. Pero lo m¨¢s absurdo de todo es ser de izquierdas en el siglo XXI y no ser federalista, porque hoy es imposible resolver los grandes problemas sociales y ambientales en el marco estrecho de la soberan¨ªa nacional. Y por ello tenemos que dedicar todo el tiempo necesario a dar la batalla ideol¨®gica por esta obviedad, dado que una parte de la izquierda, y no s¨®lo en Catalu?a, cree que el soberanismo es lo m¨¢s progresista que existe, contradiciendo sin ir m¨¢s lejos al propio Piketty, que en en su ¨²ltimo libro mostr¨®, por si hiciera falta, que el independentismo catal¨¢n est¨¢ asociado a los intereses (y al voto) de los sectores m¨¢s opulentos de la sociedad catalana.
Es verdad que el federalismo entendido como gobierno multinivel es un arma de doble filo para frenar a cierto populismo iliberal: otros gobiernos protegen de sus derivas populistas a uno de ellos, y esa protecci¨®n act¨²a como una forma de seguro para los propios populistas (algo parecido al too big too fail), como garant¨ªa de que otros acabar¨¢n rescat¨¢ndolos de sus fracasos, sin que ellos lleguen a rendir cuentas. Nuestras instituciones deben protegernos de los riesgos derivados del nacionalpopulismo antes de que sea demasiado tarde y no despu¨¦s.
Algunos autoproclamados progresistas creen o dicen creer que sus objetivos de justicia social se pueden hacer realidad en comunidades que no compartan su soberan¨ªa con las comunidades vecinas, y en cierta medida con el resto del mundo. Se equivocan del todo: as¨ª no le hacen ni cosquillas al problema del fraude o la competencia fiscal, del cambio clim¨¢tico o de la regulaci¨®n de las grandes multinacionales tecnol¨®gicas; y no digamos al capitalismo desregulado, que se r¨ªe de las propuestas de estos anticapitalistas de sal¨®n (apoyos constantes del peor capitalismo en el Parlamento de Catalu?a).
El federalismo contribuy¨® durante el proc¨¦s a frenar la deriva secesionista de parte de la izquierda catalana; pero el trabajo no est¨¢ ni mucho menos terminado. Mientras tanto, el secesionismo no para de insistir en un discurso progresista fraudulento que sirve de coartada para que cientos de miles de personas voten con la conciencia tranquila a un movimiento cuya propuesta principal es de naturaleza insolidaria. La batalla federalista y de izquierdas contra esta gran mentira (el supuesto progresismo soberanista) debe darse, y con m¨¢s fuerza que nunca. Si el federalismo se a¨ªsla en un supuesto ¡°eje territorial¡± perder¨¢ toda fuerza. Para las izquierdas, el federalismo es el complemento necesario de la acci¨®n social. El famoso ¡°discurso de los dos ejes¡± (el social y el nacional), que goza de tanto prestigio en Catalu?a, es una falacia que s¨®lo sirve como excusa para abrazar algo insolidario. En Catalu?a todo el mundo dice compartir los valores progresistas, pero lo cierto es que el progresismo de los l¨ªderes secesionistas es un camelo; el separatismo est¨¢, digan lo que digan sus portavoces, contra los intereses de la mayor¨ªa social en Catalu?a, que no es independentista, porque impide que los secesionistas rindan cuentas de una gesti¨®n muy deficiente de las pol¨ªticas sociales, que no beneficia a los m¨¢s d¨¦biles, ni a nadie salvo a los propios secesionistas. Adem¨¢s, es flagrantemente insolidario en relaci¨®n al resto de los ciudadanos espa?oles, cuando no abiertamente xen¨®fobo, y prioriza el bienestar de los catalanes y s¨®lo de los catalanes ¨C?Catalonia, first!-, definidos estos del modo en que m¨¢s convenga a los separatistas, lo que acaba siendo totalmente contraproducente para todos los catalanes.
Frente al separatismo insolidario, reaccionario y divisorio, nada mejor que el federalismo progresista y solidario. Pero dejemos de lado las soluciones m¨¢gicas, y dediqu¨¦monos a estructurar mejor nuestras instituciones para resolver los grandes problemas colectivos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.